“¡Basta del beneficio de unos pocos a costa de la piel de muchos! ¡Basta con el prevalecer de las verdades parciales a costa de las esperanzas de la gente! ¡Basta de utilizar al Líbano y Medio Oriente para intereses y beneficios ajenos! Es necesario dar a los libaneses la oportunidad de ser protagonistas de un futuro mejor, en su tierra y sin injerencias indebidas”.
Así se expresó el Papa Francisco al concluir la oración ecuménica por la paz en el Líbano, junto a los líderes cristianos en la Basílica de San Pedro. Poco antes, el Santo Padre había definido a país mediterráneo: “En estos tiempos de desgracia queremos afirmar con todas nuestras fuerzas que Líbano es, y debe seguir siendo, un plan de paz. Su vocación es ser una tierra de tolerancia y pluralismo, un oasis de fraternidad donde diferentes religiones y confesiones se encuentran, donde conviven diversas comunidades anteponiendo el bien común a las ventajas particulares”.
El discurso papal
El hilo conductor de su discurso fueron unas palabras de la Escritura: “Una frase que el Señor pronuncia en la Escritura resonó hoy entre nosotros, casi como respuesta al clamor de nuestra oración. Son pocas palabras con las que Dios declara que tiene «planes de paz y no de desgracia» (Jr 29,11). Planes de paz y no de desgracia. Vosotros, queridos libaneses, os habéis distinguido a lo largo de los siglos, incluso en los momentos más difíciles, por vuestro espíritu emprendedor y vuestra laboriosidad.
Vuestros altos cedros, símbolo del país, evocan la floreciente riqueza de una historia única. Y también recuerdan que las grandes ramas sólo nacen de raíces profundas. Que os inspiren los ejemplos de quienes han sabido construir cimientos compartidos, viendo en la diversidad no obstáculos sino posibilidades. Arraigaos en los sueños de paz de vuestros mayores”, añadió. “Por ello es esencial que quien tiene el poder se ponga decidida y sin más dilaciones al servicio verdadero de la paz y no al de los propios intereses”.
“Un llamado a todos”
Más adelante, el Papa realizó un solemne llamamiento a los ciudadanos libaneses, a los dirigentes políticos, a los libaneses en la diáspora, a la comunidad internacional, y fue dirigiéndose a cada colectivo en particular:
“A vosotros, ciudadanos: no os desmoralicéis, no perdáis el ánimo, encontrad en las raíces de vuestra historia la esperanza de florecer nuevamente”
“A vosotros, dirigentes políticos: para que, de acuerdo con vuestras responsabilidades, encontréis soluciones urgentes y estables a la actual crisis económica, social y política, recordando que no hay paz sin justicia”.
“A vosotros, queridos libaneses de la diáspora: para que pongáis al servicio de vuestra patria las mejores energías y recursos de que disponéis”.
“A vosotros, miembros de la comunidad internacional: con vuestro esfuerzo común, que se den las condiciones para que el país no se hunda, sino que emprenda un camino de recuperación. Esto será un bien para todos”.
“Construir juntos un futuro”
El Romano Pontífice prosiguió apelando a la visión cristiana que viene de las Bienaventuranzas, y estimuló a comprometerse. “Planes de paz y no de desgracia. Como cristianos, hoy queremos renovar nuestro compromiso de construir juntos un futuro, porque el porvenir será pacífico sólo si será común. Las relaciones entre los hombres no pueden basarse en la búsqueda de intereses, privilegios y ganancias particulares. No, la visión cristiana de la sociedad viene de las Bienaventuranzas, brota de la mansedumbre y la misericordia, lleva a imitar en el mundo el actuar de Dios, que es Padre y quiere la concordia entre sus hijos”.
“Los cristianos”, subrayó el Papa, “estamos llamados a ser sembradores de paz y artesanos de fraternidad, a no vivir de rencores y remordimientos pasados, a no huir de las responsabilidadesdel presente, a cultivar una mirada de esperanza hacia el futuro. Creemos que Dios nos muestra una sola dirección para nuestro camino: la de la paz”.
“Del conflicto a la unidad”
Francisco recordó como punto neurálgico del discurso su reciente visita apostólica a Irak, y el encuentro interreligioso que mantuvo en tierras de Abrahán. “Por lo tanto, aseguramos a nuestros hermanos y hermanas musulmanes y a los de otras religiones nuestra apertura y disposición para colaborar en la construcción de la fraternidad y la promoción de la paz. Ésta ‘no exige vencedores ni vencidos, sino hermanos y hermanas que, a pesar de las incomprensiones y las heridas del pasado, se encaminan del conflicto a la unidad’ (Discurso, Encuentro Interreligioso, Llanura de Ur, 6 de marzo de 2021)”.
Al comenzar, el Papa había pedido perdón por “los errores que hemos cometido cuando no hemos sabido dar testimonio creíble y coherente del Evangelio; las oportunidades que hemos perdido en el camino de la fraternidad, la reconciliación y la plena unidad. De esto pedimos perdón y con el corazón contrito decimos: «¡Señor, ten piedad!» (Mt 15,22). Este era el grito de una mujer que, precisamente en las cercanías de Tiro y Sidón, se encontró con Jesús y, angustiada, le imploró con insistencia: «¡Señor, ayúdame!» (v. 25)”.
Y afirmó que hoy, este grito de aquella mujer “se ha convertido en el de todo un pueblo, el libanés, decepcionado y agotado, necesitado de certidumbre, esperanza y paz. Con nuestra oración hemos querido acompañar este grito. No nos demos por vencidos, no nos cansemos de implorar al Cielo esa paz que los hombres tienen dificultad de construir en la tierra.
Paz para Oriente Medio
En la jornada, el Papa alentó a pedir la paz sin cansancio. “Pidámosla con insistencia para Medio Oriente y para Líbano. Este querido país, tesoro de civilización y espiritualidad, que a lo largo de los siglos ha irradiado sabiduría y cultura, que es testigo de una experiencia única de convivencia pacífica, no puede quedar a merced del destino o de quienes persiguen sin escrúpulos sus propios intereses”.
El día fue intenso. Había comenzado a primera hora de la mañana en Santa Marta con un saludo del Santo Padre a los responsables de las Comunidades Cristianas libanesas. Y a continuación, el primer acto fue una oración conjunta ante el altar mayor de la Basílica de San Pedro, pidiendo por la paz en Líbano. Ahora, tras el encuentro, el Papa Francisco espera “que a esta jornada le sigan iniciativas concretas en nombre del diálogo, el compromiso educativo y la solidaridad”.
El Papa ha manifestado una “gran preocupación al ver este país ―que llevo en el corazón y que tengo el deseo de visitar― sumido en una grave crisis”, y agradeció a todos los participantes haber aceptado de buen grado la invitación y por el intercambio fraternal”.