Richard Dawkins, uno de los máximos divulgadores del ateísmo en nuestros días, insiste con frecuencia en que las religiones son una amenaza para el sostenimiento de la paz en las sociedades contemporáneas. Sin embargo, menos del 7% de todas las guerras de la historia han tenido como causa conflictos religiosos, como puede comprobarse con facilidad en la “Encyclopedia of Wars“, de 2004, de Charles Phillips y Alan Axelrod. No obstante, hay que reconocer que la tesis de que la religión genera habitualmente violencia es una opinión común para muchos. Por eso, son especialmente relevantes los encuentros entre los líderes de las grandes religiones como el que tuvo lugar el 14 y 15 de septiembre en Kazajistán, especialmente si muestran cordialidad y una perspectiva común. En su audiencia de hoy, miércoles 21 de septiembre, el Papa Francisco ha hecho balance de su reciente viaje a Kazajistán.
Balance del viaje a Kazajistán
El Santo Padre participó en el VII “Congreso de los Líderes de las religiones mundiales y tradicionales“, una iniciativa que comenzó hace veinte años auspiciada por las autoridades políticas del país. El Papa ha destacado “la vocación de Kazajistán de ser país del encuentro: en él, de hecho, conviven cerca de ciento cincuenta grupos étnicos y se hablan más de ochenta lenguas. Esta vocación, que se debe a sus características geográficas y a su historia, – esta vocación de ser país de encuentro, de cultura, de lenguas – fue acogida y abrazada como un camino que merece ser animado y sostenido”.
En el país asiático el pontífice animó a construir “una democracia cada vez más madura, capaz de responder efectivamente a las exigencias de toda la sociedad”. Aun reconociendo que se trata de una tarea ardua y que requiere tiempo, Francisco ha reconocido “que Kazajistán ha hecho elecciones muy positivas, como la de decir ´no` a las armas nucleares y la de buenas políticas energéticas y ambientales”, un gesto que ha calificado como “valiente”.
Las religiones, promotoras de paz
El Papa he elogiado el esfuerzo de Kazajistán como lugar de encuentro multicultural y multireligioso, y sus esfuerzos por la promoción de la paz y de la fraternidad humana. Ha sido la séptima edición de este congreso, algo sorprendente en un país que tiene 30 años de independencia. “Esto significa poner las religiones en el centro del compromiso para la construcción de un mundo en el que nos escuchamos y nos respetamos en la diversidad. Y esto no es relativismo, no: es escuchar y respetar. Y esto hay que reconocérselo al gobierno kazajo que, tras haberse liberado del yugo del régimen ateo, propone ahora un camino de civilización que mantiene unidos política y religión, sin confundirlas ni separarlas, condenando claramente fundamentalismos y extremismos. Es una posición equilibrada y de unidad”.
El Congreso aprobó una “Declaración final“ en continuidad con la que se firmó en Abu Dabi en febrero de 2019 sobre la fraternidad humana. Desde que Juan Pablo II convocara en Asís la jornada interreligiosa de oración por la paz en 1986, los encuentros de los líderes de las principales religiones se han sucedido con cierta regularidad. El Papa ha señalado que aquel encuentro fue criticado por algunas personas que no supieron entrever su valor.
La Iglesia en Kazajistán
El Santo Padre también tuvo un encuentro y una misa con los fieles católicos de Kazajistán, una minoría en el conjunto del país. Señaló que aunque sean pocos, “esta condición, si es vivida con fe, puede llevar frutos evangélicos: sobre todo la bienaventuranza de la pequeñez, del ser levadura, sal y luz contando únicamente con el Señor y no en alguna forma de relevancia humana. Además, la escasez numérica invita a desarrollar las relaciones con los cristianos de otras confesiones, y también la fraternidad con todos. Por tanto, pequeño rebaño, sí, pero abierto, no cerrado, no defensivo, abierto y confiado en la acción del Espíritu Santo”.
La Eucaristía celebrada en la plaza de la Expo 2017 coincidió con la fiesta de la Santa Cruz, un lugar rodeado por una arquitectura de vanguardia. Precisamente el Papa aprovechó esta circunstancia para señalar que vivimos en un mundo en el cual se entremezclan progresos y retrocesos, sin embargo “la Cruz de Cristo permanece como ancla de salvación: signo de la esperanza que no decepciona porque está fundada en el amor de Dios, misericordioso y fiel”.