La anécdota de la audiencia de este miércoles, 17 de agosto, ha sido el guardia suizo que se ha desplomado a pocos metros del Papa Francisco. Ha cumplido su deber hasta la extenuación. Curiosidades aparte, el Santo Padre ha continuado su catequesis sobre la vejez partiendo de la reflexión del sueño profético de Daniel. Esta visión recogida al principio del Apocalipsis hace referencia a Jesús resucitado, que se presenta como Mesías, Sacerdote y Rey, eterno, omnisciente e inmutable (1:12-15).
La tradición artística cristiana ha representado a Dios Padre como un bondadoso anciano de barba blanca. Sin sentimentalismos pueriles, el Santo Padre ha destacado la validez de la imagen: “El término bíblico más utilizado para indicar a un anciano es `zaqen´, que viene de `zaqan´, y significa `barba´. El cabello blanco como la nieve es un símbolo antiguo de un tiempo muy largo, de un tiempo inmemorial, de una existencia eterna. No hace falta desmitificar todo para los niños: la imagen de un Dios que lo vigila todo con el pelo blanco como la nieve no es un símbolo tonto, es una imagen bíblica, es noble e incluso tierna. La figura del Apocalipsis que está en medio de los candelabros de oro coincide con la del «Anciano de los días» de la profecía de Daniel. Es tan antiguo como toda la humanidad, incluso más. Es tan antiguo y nuevo como la eternidad de Dios”.
Los niños son una bendición
El pontífice ha destacado también el ejemplo bíblico de Simeón y Ana en la presentación de Jesús en el templo de Jerusalén. “La vejez -señalaba el Papa Francisco- en su camino hacia un mundo en el que el amor que Dios ha infundido en la Creación irradie por fin sin obstáculos, debe cumplir este gesto realizado por Simeón y Ana, antes de despedirse. La vejez debe dar testimonio a los niños de que son una bendición”. La fuerza de este signo indica la dignidad y el valor inalienable de la vida humana, por lo que el Santo Padre subrayaba que nuestro destino en la vida que no puede ser aniquilado, ni siquiera por la muerte.
La credibilidad de los ancianos es muy grande para los niños, por eso nace entre ellos una gran complicidad. “Los jóvenes y los adultos -continuaba diciendo el Papa- no son capaces de dar un testimonio tan auténtico, tierno y conmovedor como el de los ancianos. Es irresistible cuando un anciano bendice la vida cuando se le presenta, dejando de lado cualquier resentimiento por la vida cuando se va. El testimonio de los ancianos une las generaciones de la vida, lo mismo que las dimensiones del tiempo: pasado, presente y futuro. Es doloroso -y perjudicial- ver que las edades de la vida se conciben como mundos separados, en competencia entre sí, cada uno buscando vivir a costa del otro”.
La sabiduría de la vejez
A lo largo de los últimos meses el Papa Francisco ha subrayado el valor de la aportación de los ancianos a la familia y la sociedad actual. “La alianza entre los ancianos y los niños salvará a la familia humana”, destacaba el pontífice. Y acababa sus palabras preguntándose: “¿Podemos devolver a los niños, que necesitan aprender a nacer, el tierno testimonio de los ancianos que poseen la sabiduría de la muerte? ¿Podrá esta humanidad, que con todo su progreso parece un adolescente nacido ayer, recuperar la gracia de una vejez que se aferra al horizonte de nuestro destino? La muerte es ciertamente un pasaje difícil de la vida, pero también es uno que concluye el tiempo de la incertidumbre y tira el reloj. Porque la parte hermosa de la vida, que ya no tiene plazos, comienza precisamente entonces“.