El Papa Francisco ha continuado este miércoles, 12 de octubre, fiesta de la Hispanidad, las catequesis sobre el discernimiento. En las anteriores sesiones había abordado la importancia de la oración y el conocimiento propio para descubrir la voluntad de Dios. Hoy ha reflexionado sobre un “´ingrediente` indispensable: el deseo. De hecho, el discernimiento es una forma de búsqueda, y la búsqueda nace siempre de algo que nos falta pero que de alguna manera conocemos”.
Todos los hombres tenemos deseos, algunos nobles y otros egoístas. Unos nos elevan y apuntan a la mejor versión de nosotros mismos y otros nos envilecen. El Papa ha señalado que “el deseo no son las ganas del momento”, sino la raíz de “una nostalgia de plenitud que no encuentra nunca plena satisfacción, y es el signo de la presencia de Dios en nosotros”. Si uno sabe identificar los deseos que hacen bien al hombre tiene una “brújula para entender dónde me encuentro y dónde estoy yendo”.
Los deseos buenos
Las reflexiones del Papa han reconocido que el problema muchas veces es saber reconocer qué deseos son buenos y cuáles no. Para averiguarlo proponía advertir cómo “un deseo sincero sabe tocar en profundidad las cuerdas de nuestro ser, por eso no se apaga frente a las dificultades o a los contratiempos”, de forma que los “obstáculos y fracasos no sofocan el deseo, al contrario, lo hacen todavía más vivo en nosotros. A diferencia de las ganas o de la emoción del momento, el deseo dura en el tiempo, un tiempo también largo, y tiende a concretizarse. Si, por ejemplo, un joven desea convertirse en médico, tendrá que emprender un recorrido de estudios y de trabajo que ocupará algunos años de su vida, como consecuencia tendrá que poner límites, decir algún ´no`, en primer lugar, a otros recorridos de estudio, pero también a posibles entretenimientos o distracciones, especialmente en los momentos de estudio más intenso. Pero, el deseo de dar una dirección a su vida y de alcanzar esa meta le consiente superar estas dificultades”.
Nuestro mundo posmoderno ha desatado la caja de pandora de los deseos humanos, encumbrando una libertad separada del bien y la verdad. Como decía el Santo Padre, “la época en la que vivimos parece favorecer la máxima libertad de elección, pero al mismo tiempo atrofia el deseo, mayormente reducido a las ganas del momento. Estamos bombardeados por miles de propuestas, proyectos, posibilidades, que corremos el riesgo de distraernos y no permitirnos valorar con calma lo que realmente queremos”.
Aprender del Evangelio
Para discriminar entre unos deseos y otros el Papa proponía fijarse en la actitud de Jesús en el Evangelio. “Llama la atención el hecho de que Jesús, antes de realizar un milagro, a menudo pregunta a la persona sobre su deseo. Y a veces esta pregunta parece estar fuera de lugar. Por ejemplo, cuando encuentra al paralítico en la piscina de Betesda, que estaba allí desde hacía muchos años y nunca encontraba el momento adecuado para entrar en el agua. Jesús le pregunta: ´¿Quieres curarte` (Jn 5,6). ¿Por qué? En realidad, la respuesta del paralítico revela una serie de resistencias extrañas a la sanación, que no tienen que ver solo con él. La pregunta de Jesús era una invitación a aclarar su corazón, para acoger un posible salto de calidad: no pensar más en sí mismo y en la propia vida ´de paralítico`, transportado por otros. Pero el hombre en la camilla no parecer estar tan convencido. Dialogando con el Señor, aprendemos a entender qué queremos realmente de nuestra vida”.
El Papa también ha acudido a otra escena evangélica, la curación del ciego de Jericó, cuando Jesús le pregunta al protagonista “´¿Qué quieres que te haga?` (Mc 10,51), ¿qué responderíamos? Quizá, podríamos finalmente pedirle que nos ayude a conocer el deseo profundo de Él, que Dios mismo ha puesto en nuestro corazón. Y darnos la fuerza de concretizarlo. Es una gracia inmensa, en la base de todas las demás: consentir al Señor, como en el Evangelio, de hacer milagros por nosotros. Porque también Él tiene un gran deseo respecto a nosotros: hacernos partícipes de su plenitud de vida”.