Las audiencias romanas ya no son primaverales, sino más bien veraniegas. 30º a las 10 de la mañana. Se nota la llegada de las vacaciones, pues había más extranjeros de lo habitual, especialmente jóvenes de grupos escolares.
En sus catequesis sobre la ancianidad, desde el pasado mes de febrero el Papa no ha dejado de subrayar que la atención de los mayores es cosa de todos. Esto incluye por igual a hombres y mujeres. “Tenemos que entender bien que el espíritu de la intercesión y del servicio, que Jesús prescribe a todos sus discípulos, no es simplemente una cosa de mujeres: en las palabras y en los gestos de Jesús no hay ni rastro de esta limitación. El servicio evangélico de la gratitud por la ternura de Dios no se escribe de ninguna manera en la gramática del hombre amo y de la mujer sierva. Sin embargo, esto no significa que las mujeres, sobre la gratitud y sobre la ternura de la fe, puedan enseñar a los hombres cosas que a ellos les cuesta más comprender”.
Las imitaciones de le vejez
El Papa desglosaba estas ideas partiendo del texto evangélico, que narra que “«la suegra de Simón estaba en la cama con fiebre», escribe Marcos. No sabemos si se trataba de una enfermedad leve, pero en la vejez también una simple fiebre puede ser peligrosa. Cuando eres anciano, ya no mandas sobre tu cuerpo. Es necesario aprender a elegir qué hacer y qué no hacer. El vigor del cuerpo falla y nos abandona, aunque nuestro corazón no deja de desear. Por eso es necesario aprender a purificar el deseo: tener paciencia, elegir qué pedir al cuerpo, a la vida”.
Conocedor de primera mano de las limitaciones físicas de la vejez, el pontífice señalaba que “la enfermedad del anciano parece acelerar la muerte y en todo caso disminuir ese tiempo de vida que ya consideramos breve. Se insinúa la duda de que no nos recuperaremos, de que esta vez será la última que me enferme”.
Jesús visitó a la suegra de Pedro en compañía de los apóstoles. Y este detalle ha sido subrayado por el Papa para insistir en que es “la comunidad cristiana la que debe cuidar de los ancianos: parientes y amigos. La visita a los ancianos debe ser hecha por muchos, juntos y con frecuencia. Nunca debemos olvidar estas tres líneas del Evangelio. Sobre todo hoy que el número de los ancianos ha crecido considerablemente. Debemos sentir la responsabilidad de visitar a los ancianos que a menudo están solos y presentarlos al Señor con nuestra oración”.