“No podemos dejar que sean otros quienes decidan la opinión pública, sino que hemos de contribuir a formarla: tenemos que ser más políticos, tenemos que ser más audaces”. Con estas palabras se dirigió Nikodemus Schnabel OSB, abad de la Abadía de la Dormición de la Virgen María (Abadía de Hagia María) en Jerusalén, a los participantes en la Asamblea anual de la federación de asociaciones estudiantiles alemanas católicas “Cartellverband”, celebrada recientemente en la ciudad alemana de Fulda.
Schnabel criticó la creciente desintegración de la sociedad civil: “Cada vez hay más personas convencidas de estar del lado de los buenos, que también creen saber exactamente quiénes son los malos. Con esta forma de pensar, se sienten tan superiores moralmente que creen que nuestro sistema jurídico no va con ellos”. Las asociaciones de estudiantes deben actuar allí –siguió diciendo el abad Schnabel– donde personas individuales, por una supuesta superioridad moral, se oponen al bien común.
Una historia centenaria
Las asociaciones de estudiantes –“Studentenverbindungen” (uniones de estudiantes)– tienen en Alemania un fuerte arraigo, aunque actualmente solo un uno por ciento de los universitarios pertenezca a una de ellas. Sin embargo, en el siglo XIX y buena parte del XX gozaron de gran empuje como “hermandades” para toda una vida; de hecho, entre los miembros se denominan “Bundesbrüder” (“hermanos de corporación”).
Las corporaciones, que a su vez están organizadas en diferentes federaciones de muy distintas características, tienen su origen a comienzos del siglo XIX, cuando se extendió un sentimiento nacionalista tras las guerras “patrióticas” o “de liberación” contra Napoleón.
Tras estas, muchas personas confiaban en que el Congreso de Viena apadrinara la vuelta a la unidad del Sacro Imperio romano-germánico, superando la fragmentación en pequeños estados que se había ido produciendo a partir de la Guerra de los Treinta Años (1618-1648).
Aunque Prusia y Austria consiguieron algunos territorios antes independientes, el Congreso de Viena mantuvo la división de “Alemania” en unos 40 estados.
Para protestar contra ello, en 1817 unos 500 estudiantes universitarios se reunieron en el castillo de Wartburg (cerca de la ciudad de Eisenach, en Turingia) –considerado un símbolo nacional por haberse refugiado allí Lutero en 1521/22–. Aunque ya habían acudido allí en varias ocasiones, la reunión de 1817 tenía especial simbolismo pues se celebraba el tercer centenario de la Reforma protestante.
Y es que las corporaciones estudiantiles fueron primeramente un fenómeno protestante. Las primeras asociaciones católicas de universitarios no comenzaron hasta 1844: coincidiendo con la exposición de la “Santa Túnica”, una reliquia muy venerada en Tréveris, se crearon diversas asociaciones católicas, entre ellas el “Congreso Católico” (“Katholikentag”) y también las denominadas “katholische Studentenverbindungen” (asociaciones católicas de estudiantes).
Si bien el “combate cultural” entre el Reich alemán, y en particular el canciller Otto von Bismarck, y la Iglesia católica no alcanzaría su punto álgido hasta 1870, lo cierto es que Prusia –aun a pesar de la tolerancia de la que gozaron los católicos durante la mayor parte de su existencia– se concebía a sí misma como “protestante” en contraposición a Austria-Hungría, considerada como católica.
Por esto, cuando empiezan a notarse los primeros síntomas de la idea de relegar a los católicos al ambiente privado, surgen las asociaciones católicas para darles visibilidad pública. En este contexto se ha de ver el nacimiento de las asociaciones estudiantiles católicas.
Las asociaciones católicas se reúnen a su vez en tres grandes “federaciones”: “Unitas”, el “Kartellverband” y el “Cartellverband”. Sin entrar en las diferencias entre unas y otras –por ejemplo, “Unitas” nace como asociación de estudiantes de Teología y no se abrirá a estudiantes de otras facultades hasta 1887–, todas ellas tienen en común que experimentan un primer auge en los años anteriores a la Primera Guerra Mundial y que, a diferencia de las organizaciones protestantes, se oponen en general a la dictadura nazi, que las disolverá forzosamente en 1938.
Experimentan un segundo momento de expansión tras la Segunda Guerra Mundial; por ejemplo, los cancilleres Konrad Adenauer y Kurt Georg Kiesinger estarán orgullosos de pertenecer al “Kartellverband”, para experimentar un notable descenso de miembros tras la revolución estudiantil de 1968.
Las asociaciones de estudiantes en la actualidad
Actualmente, como se dijo inicialmente, no tienen el peso de tiempos pasados; pero siguen cuidando sus tradiciones. Por ejemplo, la federación “Unitas” describe su objetivo como “apoyar a sus miembros para profundizar en su vida religiosa, en la formación científica y compromiso social”.
Con ocasión de la Asamblea de la federación “Cartellverband” a la que nos referíamos al comienzo, su actual presidente Simon Posert decía que, aunque el número de miembros sigue siendo estable, “la disposición de los jóvenes a comprometerse ha disminuido.
Además, las restricciones de los últimos años debidas al COVID no han facilitado las cosas. No obstante, confiamos en que seguiremos siendo un lugar atractivo para los estudiantes universitarios”. Respecto al impacto que las asociaciones católicas de estudiantes puedan desarrollar en la sociedad, comentaba: “la organización no es activista como tal, pero solemos reunir a personas comprometidas con la sociedad, que tienen impacto sobre todo en su entorno directo”.
El abad Nikodemus Schnabel señaló que la situación actual de la sociedad anima a redescubrir el carácter misionero de la Iglesia: sin duda se pueden encontrar jóvenes universitarios que quieran seguir el camino católico de la fe. También criticó “el ambiente depresivo en la Iglesia y en los medios eclesiásticos”. Viendo a personas como los del “Comité central de los católicos alemanes” se puede tener la sensación de que casi se disculpan por seguir existiendo. “Las asociaciones de estudiantes tienen que asumir el reto de adoptar una posición basada en sus valores: la Iglesia no está muerta. Hay curiosidad por la fe”.
También Simon Posert cree que la “Iglesia católica como institución” no está ya en condiciones de enseñar los contendidos de la fe católica –la doctrina de Cristo– a los jóvenes. “Nos encontramos en una espiral descendente, a la que la Iglesia también ha contribuido con los abusos. La Iglesia puede proporcionar apoyo y dar sentido, pero ya no cumple esta misión a gran escala.
Las asociaciones estudiantiles, a pesar de todos sus vínculos, no son organizaciones de las estructuras eclesiásticas, por lo que quizá puedan incluso vivir la fe de una forma más distendida. Se empieza con cosas pequeñas; por ejemplo, cuando estudiantes cocinan juntos y a la hora de comer bendicen la mesa, o cuando acudimos juntos a la Misa dominical. También celebramos el inicio y el final de cada semestre con una Misa. Para nosotros, la fe católica es la base que sustenta nuestros valores”.