Tradicionalmente, en Alemania los estudios de Teología se llevan a cabo en universidades estatales, aunque existen excepciones, tales como las Escuelas Superiores de Filosofía y Teología de diversas órdenes –la más conocida es la de los jesuitas en Sankt Georgen, cerca de Fráncfort– y alguna dependiente del Obispado.
La última que se ha fundado, entre estas últimas, es la Escuela Superior de Teología Católica de Colonia (KHKT, por sus siglas en alemán), sucesora de la Facultad de Teología de la Sociedad del Verbo Divino. Estas gozan de reconocimiento estatal.
Durante la carrera, los futuros sacerdotes pueden vivir en comunidad (“Konvikt”); pero en el seminario sólo residen una vez terminados los estudios.
Este sistema tiene la ventaja de que la Teología interrelaciona con otras disciplinas que se imparten y en las que se investiga en la Universidad. Sin embargo, también tiene su lado negativo debido a la tensión entre la libertad de investigación y cátedra, por un lado, y el sometimiento a la doctrina de la fe, por otro.
Para el nombramiento de profesores de Teología en las universidades estatales se requiere el visto bueno de la Iglesia, según lo estipulado en los concordatos. Concretamente, esto significa que el Ministerio de Ciencia de un Estado federado consulta al obispo diocesano correspondiente si tiene alguna reserva sobre la enseñanza o el estilo de vida de un determinado candidato o si no hay nada que impida su nombramiento (“nihil obstat”).
Según las indicaciones de la Congregación vaticana para la Educación Católica (actualmente, “Dicasterio para la cultura y la educación”) del 25 de marzo de 2010, anteriormente el obispo diocesano ha de solicitar el “nihil obstat romano”: presentar una solicitud al mencionado dicasterio, quien lo estudia en un procedimiento “interdicasterial”, con la participación de otros dicasterios vaticanos, en particular el de la Doctrina de la Fe.
Sin embargo, durante las últimas décadas, en las facultades de Teología parece prevalecer la “libertad de investigación” sobre la obediencia o la lealtad al Magisterio. Esto tiene consecuencias concretas, por ejemplo, en el “Camino Sinodal” alemán.
Uno de sus principales representantes, Thomas Söding, vicepresidente del Comité central de los católicos alemanes (ZdK) y del propio Camino Sinodal, es catedrático de exégesis del Nuevo Testamento en la universidad de Bochum.
En la última asamblea del ZdK pudo apreciarse claramente cómo funciona esta “exégesis”: en relación con una carta enviada el 16 de enero de 2023 por el Cardenal Secretario de Estado y los cardenales prefectos de los dicasterios para la Doctrina de la Fe y para los Obispos, con la aprobación expresa del Papa Francisco, se decía: “Ni el Camino Sinodal, ni un organismo designado por él, ni una conferencia episcopal tienen competencia para instituir un Consejo Sinodal ni a nivel nacional ni diocesano ni parroquial”.
En lugar de reflexionar sobre su claro contenido y sacar las conclusiones oportunas, se interpretan las supuestas razones por las que el Papa o los cardenales de la Curia podrían haber dictado tal prohibición. Thomas Söding, literalmente: “En esta carta, en mi opinión, se formulaba muy claramente la objeción expresada desde Roma de que no debe haber ni un Consejo Sinodal a nivel federal, que sea, por así decirlo, una autoridad superior a la Conferencia Episcopal, ni que el obispo –por decirlo con mis propias palabras– sea una especie de Gerente de un Consejo Sinodal. El Comité sinodal precisamente no tiene como objetivo relativizar y quitar poder al obispo”.
En un ensayo publicado en la página web oficiosa de la Conferencia Episcopal alemana “katholisch.de”, Ulrich Körtner, catedrático de Teología Sistemática (Teología Reformada) en la Facultad de Teología Protestante, y Jan-Heiner Tück, catedrático de Dogmática e Historia del Dogma en la Facultad de Teología Católica, ambos de la Universidad de Viena, abordan la situación actual en las facultades de Teología.
Según los autores, “se aprecia desde hace mucho tiempo una cierta tendencia a ‘profundizar’ en la teología en el sentido de investigación religiosa interdisciplinar, que cada vez se distancia más de las iglesias y prefiere ocuparse de la religión ‘vivida’ o ‘invisible’”.
Más que en criticar a la jerarquía –“los días en que la teología académica era principalmente una crítica al Papa y a la Iglesia probablemente también hayan pasado, dado que las pocas personas que se interesan por la teología eclesiástica hoy en día acuden cada vez más a centros de formación eclesiásticos o evangélicos para estudiar”– exponen que la actual teología “está resultando ser una forma mediocre de sociología religiosa”.
En un proceso de secularización y también de “individualización de la religión” surge una opinión generalizada –continúan diciendo los autores– de la existencia de una “religión invisible”, que califican de “mito basado en la idea errónea de que toda respuesta a cuestiones de sentido es religiosa”.
Por un lado, la idea de que es posible vivir el cristianismo al margen de la Iglesia ha resultado “en gran medida una ilusión”, porque “sin una conexión con la Iglesia, las creencias y sus prácticas se evaporan”.
Por otro, también en la Iglesia y en la teología “existe el peligro de que la fe cristiana se evapore en un cristianismo sin Cristo”, pues en lugar de hablar del Dios de la revelación, en muchos casos se habla de la cuestión de las migraciones y de la protección del clima.
En este caso, “Dios es sobre todo una vaga ‘cifra’ que sirve para elevar la moral, pero de la que también se puede prescindir si es necesario a la hora de forjar alianzas con otras partes de la sociedad civil”.
La solución, según estos autores, es “una teología académica que piense desde y hacia la Iglesia, que sin embargo no se limite a los ámbitos eclesiásticos internos, sino que busque el intercambio académico con otras disciplinas universitarias. Sin embargo, en lugar de aceptar acríticamente las teorías de la sociología y la filosofía y utilizar el vocabulario de moda para darse un barniz más interesante, es necesario reapropiarse hermenéuticamente de los fundamentos de la fe e incorporarlos al diálogo”.
Körtner y Tück concluyen: si bien “debe prestarse mayor atención al tema de la Iglesia en todas las disciplinas teológicas, esto no debe confundirse con una clericalización de la teología académica”. Esto está, más bien, en consonancia con los descubrimientos de la sociología religiosa, según los cuales la religiosidad y la afiliación eclesiástica van mucho más unidas de lo que se pensaba.
Por tanto, “una teología actual debe entenderse como un estímulo para implicarse públicamente y dar testimonio de palabra y obra del evangelio del amor de Dios, que ha encontrado una forma concisa en la persona y la historia de Jesús”.