España

Argüello insta al PP y al PSOE para que se reúnan y busquen el bien común

El presidente de la Conferencia Episcopal Española insta a los políticos a buscar un diálogo sincero que promueva el bien común.

Javier García Herrería·31 de marzo de 2025·Tiempo de lectura: 5 minutos
bien común

La 127ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española se inauguró con un discurso de Mons. Luis Argüello, presidente de la CEE, en el que abordó los desafíos de la Iglesia en el contexto social, político, económico actual, haciendo una llamada a la búsqueda del bien común.

El discurso se destacó por su gran nivel intelectual y la solidez de sus argumentos, en línea con lo que suele ser habitual en él. Su reflexión destacó la necesidad de recuperar la centralidad de la persona y la trascendencia en una sociedad marcada por el individualismo y la inmediatez.

Comenzó agradeciendo al nuncio, Bernardito Azúa, su trabajo durante estos años en España. También pidió oraciones por la salud del Papa Francisco y por la unidad de la Iglesia en estos tiempos de incertidumbre.

Frente al individualismo radical

Uno de los ejes centrales del discurso fue la advertencia sobre el modelo antropológico dominante en la actualidad. Mons. Argüello denunció que muchas de las legislaciones recientes “referidas a la vida, el matrimonio, el sexo y el género consagran el individualismo autónomo y empoderado como antropología de referencia en la que la ideología casi prescinde de la biología”. Citó el transhumanismo como uno de los desafíos más importantes a los que enfrenta la sociedad.

En este sentido, subrayó que la vida es un don y no una cuestión de poder o de autodeterminación absoluta. El arzobispo lamentó que esta visión haya calado hondo en la sociedad, desdibujando la identidad y el sentido de comunidad. En contraposición, insistió en la necesidad de una cultura basada en la interdependencia y la solidaridad, donde cada persona sea reconocida en su dignidad y en su relación con los demás.

La economía y la justicia social

El prelado también abordó el impacto de la economía en la configuración del tejido social, señalando que el sistema actual promueve un modelo basado en el consumismo y en la manipulación de los deseos individuales. “La economía dominante impulsa unas reglas del juego basadas en la capacidad que la oferta tiene para teledirigir la demanda a través de la manipulación del corazón, del deseo con promesas de buena vida o, al menos, de vida entretenida o brevemente satisfecha”, advirtió.

Frente a esta realidad, defendió un modelo económico que ponga en el centro a la persona y no solo a la rentabilidad. Recordó que la Iglesia, a través de la Doctrina Social, ha insistido en la necesidad de una economía del bien común, que garantice el sustento de las familias, el trabajo digno y la protección de los más vulnerables.

Vocación y misión de la Iglesia en el mundo actual

Otro de los puntos clave del discurso fue la misión de la Iglesia en la sociedad contemporánea. Mons. Argüello recordó que la comunidad eclesial “no se edifica sobre proyectos, sino sobre la caridad acogida, encarnada, compartida y ofrecida en una forma vocacional”. Explicó que la Iglesia debe ser un testimonio vivo de servicio y entrega, lejos de la lógica del poder y del éxito inmediato.

Asimismo, resaltó la importancia de la vocación como respuesta a la cultura del “empoderamiento insaciable”. En un mundo donde el individuo busca constantemente reafirmarse en el éxito y la autosuficiencia, el arzobispo señaló que la verdadera plenitud se encuentra en la entrega generosa y en la obediencia a la voluntad de Dios.

En un tono esperanzador, el prelado recordó que la Iglesia está llamada a ser luz en medio de la incertidumbre. “Celebramos el misterio pascual en el tiempo, en la historia, cayendo en la cuenta de que Jesús es el Señor del tiempo”, afirmó. Desde esta certeza, invitó a los fieles a ser “peregrinos de esperanza”, enfrentando las dificultades con fe y confianza en la providencia divina.

Preocupaciones globales y el futuro de la Iglesia

Mons. Argüello no dejó de lado los desafíos que afronta la Iglesia en la actualidad, tanto a nivel interno como externo. Expresó su preocupación por la situación mundial, marcada por conflictos, crisis económicas y una creciente fragmentación social.

En este contexto, destacó la importancia de la sinodalidad como camino para fortalecer la comunión eclesial. “Somos pueblo y camino”, afirmó, subrayando que la corresponsabilidad y la participación de todos los fieles son esenciales para la misión de la Iglesia en el mundo de hoy.

Un llamado a recuperar la identidad cristiana

El discurso concluyó con una invitación a recuperar la identidad cristiana en un mundo que parece haberla relegado a un segundo plano. Mons. Argüello advirtió que la secularización y el relativismo han debilitado los valores que históricamente han sostenido a la sociedad europea.

El prelado insistió en que los valores evangélicos, como la verdad, la libertad, la justicia y la caridad, son fundamentales para construir una sociedad más justa y fraterna. En este sentido, alentó a los cristianos a vivir con coherencia su fe y a ser testigos del Evangelio en todos los ámbitos de la vida.

Trump y el nuevo orden internacional

En su intervención, Mons. Luis Argüello destacó cómo la llegada al poder de Donald Trump marcó un punto de inflexión en el orden internacional. Según explicó, este fenómeno ha contribuido a la fragmentación del sistema geopolítico.

Argüello señaló cómo «los polos de poder geopolítico, antiguos y nuevos, entre los que Europa busca su sitio, tienen una curiosa característica común, la importancia que los poderes públicos dan al fenómeno religioso —Rusia y el cristianismo ortodoxo, los Estados árabes y el islam, China y la recuperación de Confucio; en India el partido gobernante busca establecer el hinduismo como identidad central; en Estados Unidos sigue siendo importante el valor que otorga a su mosaico de denominaciones cristianas, con un papel singular ahora de la «teología de la prosperidad».

La crisis migratoria y la Iglesia

Argüello mencionó cómo la política migratoria estadounidense, justificada desde algunos sectores por razones religiosas, ha generado un intenso debate sobre la concepción del «ordo amoris» y el papel de la «teología de la prosperidad» dentro del cristianismo en EE.UU.

Respecto a España abordó el impacto de la reciente reforma del Reglamento de la Ley de Extranjería que, aunque ha sido utilizada como argumento para detener la tramitación de la Iniciativa Legislativa Popular (ILP) respaldada por la Iglesia y otras entidades, aún deja en un «limbo jurídico y existencial» a miles de personas. Entre ellas, mencionó a quienes no cumplen los requisitos de permanencia, a las personas indocumentadas sin posibilidad de regularización y a quienes enfrentan dificultades laborales por edad o enfermedad.

La Conferencia Episcopal Española ha instado a los principales partidos políticos a reanudar el diálogo y reconsiderar la tramitación de la ILP para ofrecer una solución más justa a estas personas.

Buscar el bien común

En la parte final de su intervención, Mons. Argüello hizo un llamamiento a la «alianza social para la esperanza», recogiendo la invitación del Papa Francisco. Propuso fomentar el diálogo sobre la organización de la sociedad y la concepción del «nosotros», subrayando la necesidad de superar las identidades fragmentadas y los corporativismos.

Su planteamiento apuesta por una sociedad más cohesionada en la que primen las relaciones humanas y la construcción del bien común.

El discurso del nuncio

Tras las palabras de Argüello, Bernardito expresó su gratitud a los obispos por su acogida y apoyo durante su estancia en España, además de solicitar oraciones por el Papa. También agradeció al pueblo español la calidez de su recibimiento en las diversas ciudades que ha visitado.

Al finalizar sus palabras, Luis Argüello le obsequió con unos ejemplares de la Liturgia de las Horas, «para que pueda rezar en español allá donde se encuentre».

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