A partir del 4 de octubre de 1582 se comenzó a usar un nuevo calendario, que recibió, en honor al Papa que lo estableció, Gregorio XIII, el nombre de “gregoriano”.
El calendario anterior, el juliano, recibía ese nombre por Julio César, quien lo había instaurado en el año 46 a. C. Este calendario establecía que el año duraba 365 días y 6 horas. En realidad, este cómputo tenía un desfase de 11 minutos y 15 segundos de más con respecto a la hora astronómica. Una diferencia mínima, pero, para el año 1582, se habían acumulado ya diez días de diferencia.
Este problema se conocía desde el siglo IV, y en el siglo XIII los astrónomos del rey Alfonso X El Sabio habían calculado el desajuste casi a la perfección: 10 minutos y 44 segundos.
Sin embargo, fue el Papa Gregorio XIII quien se decidió a solventar el error, dado que comenzaba a afectar a las fechas de Pascua, que se iba celebrando cada vez más pronto en el año. Para ajustar las fechas, hubo que saltarse diez días del año, por lo que del jueves 4 de octubre de 1582 se pasó al viernes 15.
España, Francia e Italia se adaptaron a las nuevas fechas en el acto, pero no todos los países adoptaron el nuevo calendario inmediatamente. Inglaterra, que acababa de separarse de Roma tan solo 48 años antes, dejó el juliano en 1752 y Suecia en 1753. Japón se sumó al calendario gregoriano en 1873, China en 1912, Grecia en 1923, Rusia en 1918 y Turquía en 1927. Sin embargo, las fechas litúrgicas en países cristianos no católicos las sigue marcando el calendario juliano, por lo que no coincide la Pascua católica con la ortodoxa. Sin embargo, a partir de 2023, Ucrania ha decidido celebrar sus fiestas religiosas según el calendario gregoriano, por lo que ya no celebrarán la Navidad el 7 de enero, sino el 25 de diciembre.
Hubo varios encargados de revisar el problema del calendario: el alemán Christopher Clavius o el astrónomo Luigi Lilio. Además, en el año 2012, la doctora Ana María Carabias publicó un libro, “Salamanca y la medida del tiempo”, en el que resaltaba el papel que científicos de la Universidad de Salamanca tuvieron en la instauración del calendario gregoriano. Según este estudio, los investigadores salmantinos enviaron un informe al Vaticano en 1515 sobre este tema. Debido a que pasó bastante desapercibido, la Universidad mandó otro informe en 1578, adjuntando el primero. Este segundo informe se conserva en la Biblioteca Apostólica Vaticana, mientras que el primero está perdido. En el documento se indican diferentes opciones para solucionar el problema del desajuste causado por el calendario juliano, entre ellas, quitarle los días pertinentes a un mes, medida que finalmente fue la que se adoptó.
La instauración del nuevo calendario se hizo a través de la bula papal “Inter gravissimas”, emitida el 24 de febrero de 1582 por Gregorio XIII. En ella se indicaba que ese año se pasaría del jueves 4 de octubre al viernes 15 de octubre para recuperar los días que se habían perdido por el desajuste del calendario juliano. Se eligió octubre porque tenía menos fechas religiosas y así no se alteraba el calendario litúrgico.
Por tanto, santa Teresa de Jesús, por ejemplo, que había muerto el 4 de octubre, fue enterrada al día siguiente, 15 de octubre.