“Hoy, quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta la resurrección de Lázaro (cfr. Jn 11, 1- 45). Es el último de los milagros de Jesús narrados antes de la Pascua; podemos decir, por tanto, que nos encontramos en el culmen de sus ‘signos’”, comenzó diciendo el Papa Francisco antes de rezar la oración mariana del Ángelus desde la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano, en la Plaza de San Pedro.
“Lázaro es un querido amigo de Jesús, quien sabe que está a punto de morir”, pero cuando llega a su casa, se ha perdido toda esperanza: ya murió y ha sido sepultado, prosiguió el Santo Padre.
Sin embargo, “su presencia enciende un poco de confianza en el corazón de las hermanas, Marta y María. “Ellas, en medio del dolor, se aferran a esa luz. Jesús las invita a tener fe, y pide que abran el sepulcro. Luego reza al Padre, y entonces grita a Lázaro: ‘¡Sal fuera!’. Éste vuelve a vivir y sale.”.
El Papa aprecia un “mensaje claro: Jesús da la vida incluso cuando parece que ya no hay esperanza. Sucede, a veces, que uno se siente sin esperanza, o que encuentra personas que han dejado de tenerla, a causa de una pérdida dolorosa, de una enfermedad, de un cruel desengaño, de una injusticia o una traición sufrida, de un grave error cometido. En ocasiones, oímos decir: ‘Ya no hay nada que hacer’”.
“No estamos solos en la oscuridad”
Son momentos en los que “la vida se asemeja a un sepulcro cerrado: todo es oscuridad, en torno se ve solamente dolor y desesperación”. Pero “hoy Jesús nos dice que no es así, que en esos momentos no estamos solos, es más, que precisamente en esos momentos Él se hace más cercano que nunca para darnos de nuevo la vida”, ha afirmado el Papa.
“Él llora con nosotros, como lloró por Lázaro”. Sin embargo, al mismo tiempo, “Jesús nos invita a no dejar de creer y esperar, a no dejarnos abatir por los sentimientos negativos. Se acerca a nuestros sepulcros y nos dice, como entonces: ‘¡Quitad la piedra!’”. Sacad todo lo que hay dentro, ponedlo ante mí con confianza, sin temor, porque yo estoy con vosotros, os amo y deseo que volváis a vivir. Y, como a Lázaro, repite a cada uno de nosotros: ¡Sal fuera! ¡Levántate, reemprende el camino, reencuentra la confianza!”.
Jesús nos dice: “¡estoy contigo!”
Acudiendo al recuerdo de la infancia de cada uno, el Santo Padre transmitió el mensaje de Jesús: “Yo te tomo de la mano, como cuando de pequeño aprendías a dar los primeros pasos. Quita las vendas que te atan, no cedas al pesimismo que deprime, al temor que aísla, al desánimo por el recuerdo de malas experiencias, al miedo que paraliza. ¡Yo te quiero libre y vivo, no te abandono, estoy contigo! No te dejes aprisionar por el dolor, no dejes que muera la esperanza: ¡vuelve a vivir!”, exclamó.
Este pasaje, que se encuentra en el capítulo 11 del Evangelio de Juan “y que nos hace mucho bien leer, es un himno a la vida, y lo leemos cuando la Pascua está cerca”, reiteró el Papa. “Quizá también nosotros llevamos ahora en el corazón algún peso o algún sufrimiento que parece aplastarnos. Es el momento de quitar la piedra y de salir al encuentro de Jesús que está cerca”.
Y como es habitual, el Santo Padre suscitó unas preguntas: “¿Somos capaces de abrirle el corazón y confiarle nuestras preocupaciones? ¿De abrir el sepulcro de los problemas y mirar más allá del umbral, hacia su luz? Y, a nuestra vez, como pequeños espejos del amor de Dios, ¿logramos iluminar los ambientes en los que vivimos con palabras y gestos de vida? ¿Testimoniamos la esperanza y la alegría de Jesús?”
“Que María, Madre de la esperanza, renueve en nosotros la alegría de no sentirnos solos y la llamada a llevar luz a la oscuridad que nos rodea”, concluyó, antes de rezar el Ángelus.
Ucrania, Misisipi, Turquía y Siria, Perú
Tras el rezo de la oración mariana, el Papa Francisco reveló que “ayer, solemnidad de la Anunciación, hemos renovado la consagración al Corazon Inmaculado de Maria, con la certidumbre de que se abra el camino hacia la paz. Sigamos rezando por el martirizado pueblo ucraniano”.
El Romano Pontífice rogó también que “permanezcamos cercanos a quienes han padecido el terremoto en Turquía y en Siria, colaborando con las parroquias, y también recemos por las poblaciones de Misisipi devastadas por un tornado” en Estados Unidos.
El Papa saludó asimismo a los romanos y peregrinos procedentes de numerosos países, “en especial de España, de Madrid y de Pamplona, y también mexicanos, así como peruanos, renovando la oración por la reconciliación en Perú, para que tenga paz”.