En la lectura del Evangelio de hoy, encontramos a un san José lleno de sueños para el futuro, “una hermosa familia, con una esposa afectuosa. Muchos hijos buenos y un trabajo digno. Sueños simples, buenos, de gente sencilla y buena. Sin embargo, de pronto, estos sueños se rompen contra un descubrimiento desconcertante: María, su prometida, espera un niño, y ese niño no es suyo”.
El Papa nos invita a asomarnos al corazón de este pobre artesano: “¿Qué pudo haber sentido José? Desconcierto, dolor, desorientación, quizá también enfado y desilusión. El mundo se le vino encima”.
Ante esta situación, “la ley le daba dos posibilidades. La primera, denunciar a María y hacerle pagar el precio de una presunta infidelidad. La segunda, anular su compromiso, en secreto, sin exponer a María al escándalo y a graves consecuencias, tomando sobre sí el peso de la vergüenza. José elige esta segunda vía, la vía de la misericordia”.
“En el centro de esta crisis” continúa el Papa, “Dios enciende en el corazón de José una luz nueva. En sueños le anuncia que la maternidad de María no procede de una traición, sino que es obra del Espíritu Santo, y que el niño que nacerá es el Salvador. María será la madre del Mesías y él será su custodio”.
La respuesta de san José
Todo esto provoca que, al despertar, José comprendiera que “el sueño de todo israelita, ser el padre del Mesías, se está haciendo realidad en él de modo absolutamente inesperado. Para realizarlo, en efecto, no le bastará con pertenecer a la estirpe de David y observar fielmente la ley, sino que deberá fiarse de Dios por encima de todo. Acoger a María y a su hijo de modo completamente diverso a como se esperaba”.
En realidad, nos cuenta el Papa, esto significa que “José deberá renunciar a sus confortantes certezas, a sus planes perfectos, a sus legítimas expectativas, a abrirse a un futuro enteramente por descubrir. Dios estropea sus planes y le pide que se fíe de Él. José responde y dice que sí”. Francisco señala que “su valentía es heróica y se realiza en el silencio. José se fía, acoge, se hace disponible y no pide más garantías”.
Meditando esta lectura, José nos invita a reflexionar. “También nosotros tenemos nuestros sueños y quizá en Navidad pensamos más en ellos”. Puede incluso que añoremos algunos sueños rotos, menciona el Papa, y vemos que “las mejores esperanzas, a menudo, deben enfrentarse a situaciones inesperadas, desconcertantes. Cuando esto sucede, José nos indica el camino. No hay que ceder a los sentimientos negativos, como la rabia y la cerrazón”.
José nos enseña, dice el Santo Padre, a “acoger las sorpresas de la vida, incluidas las crisis. Teniendo en cuenta que, cuando se está en crisis, no hay que decidir apresuradamente según el instinto, sino, como José, considerar todas las cosas y apoyarse en el criterio principal: la misericordia de Dios”.
El Papa afirma que “Dios es experto en transformar las crisis en sueños. Dios abre las crisis a perspectivas nuevas. Quizá no como nosotros esperamos, sino como Él sabe”. Los horizontes de Dios, finaliza Francisco, “son sorprendentes, pero infinitamente más amplios y hermosos que los nuestros”. Y así, junto a la Virgen María y san José, aprendemos a abrirnos a “las sorpresas de la Vida”.