Vaticano

«Comer y quedar saciados: dos necesidades que se satisfacen en la Eucaristía»

En la Solemnidad del Corpus Christi el Santo Padre ha centrado sus palabras en cómo la Eucaristía llena nuestras vidas, nos da de comer y nos sacia.

Javier García Herrería·19 de junio de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos

Foto: El Papa Francisco en el Ángelus del pasado domingo. © CNS photo/Vatican Media

En la Solemnidad del Corpus Christi el Santo Padre ha centrado sus palabras en destacar cómo “en la Eucaristía cada uno puede experimentar esta amorosa y concreta atención del Señor. Quien recibe con fe el Cuerpo y la Sangre de Cristo no solo come, sino que queda saciado. Comer y quedar saciados: se trata de dos necesidades fundamentales, que se satisfacen en la Eucaristía”.

Dios no es un ser lejano al que no le importan los seres humanos. “Nos llama a ser ciudadanos del Cielo, pero mientras tanto tiene en cuenta el camino que debemos afrontar aquí en la tierra. Si tengo poco pan en la bolsa, Él lo sabe y se preocupa”.

Eucaristía y caridad

“A veces se corre el riesgo de confinar la Eucaristía a una dimensión vaga, quizá luminosa y perfumada de incienso, pero lejos de las situaciones difíciles de la vida cotidiana. En realidad, el Señor se toma en serio nuestras necesidades, empezando por las más elementales. Y quiere dar ejemplo a los discípulos diciendo: «Dadles vosotros de comer» (v. 13). Nuestra adoración eucarística encuentra su verificación cuando cuidamos del prójimo, como hace Jesús: en torno a nosotros hay hambre de comida, pero también de compañía, de consuelo, de amistad, de buen humor, de atención. Esto encontramos en el Pan eucarístico: la atención de Cristo a nuestras necesidades, y la invitación a hacer lo mismo hacia quien está a nuestro lado. Es necesario comer y dar de comer”.

La presencia de Cristo en la Eucaristía es el verdadero motor de la vida cristiana. «En el Cuerpo y en la Sangre de Cristo encontramos su presencia, su vida donada por cada uno de nosotros. No nos da solo la ayuda para ir adelante, sino que se da a sí mismo: se hace nuestro compañero de viaje, entra en nuestras historias, visita nuestras soledades, dando de nuevo sentido y entusiasmo. Esto nos sacia, esto nos da ese algo más que todos buscamos: ¡la presencia del Señor! Porque al calor de su presencia nuestra vida cambia: sin Él sería realmente gris. Adorando el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pidámosle con el corazón: “¡Señor, dame el pan cotidiano para ir adelante, y sáciame con tu presencia!”.

Al acabar el rezo del Ángelus el Santo Padre ha dedicado unas palabras a los mártires dominicos beatificados ayer en Sevilla. También ha pedido oraciones por Myanmar y Ucrania. Incluso ha animado a los fieles a hacer examen para ver cuánto está haciendo cada uno para implorar el final de la guerra

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