El barrio madrileño de Canillejas sigue teniendo cierta fisonomía de pueblo autónomo dentro de la capital española. En medio de ese barrio se alza la parroquia de Santa María la Blanca, una iglesia no muy grande, que data del siglo XV y que conserva todavía dos techumbres de madera con decoración de lazo de tradición mudéjar. Un ejemplo físico de la historia que se mantiene entre edificios de tres o cuatro alturas y sobre todo, una mezcla de acentos, razas y culturas que han ido asentándose en esta zona madrileña en los últimos decenios.
A pocos metros de la parroquia se encuentra el comedor San José. Su sencilla fachada está coronada con un lema: “Amar siempre más”, que explica todo lo que hay detrás de un proyecto que va más allá de un comedor social o un rastrillo solidario.
“Amar siempre más” es el proyecto “paraguas” que reúne debajo de él una serie de iniciativas que atienden tres aspectos claves de las personas: el ámbito familiar, el ámbito social y el ámbito espiritual.
Las “tres patas”
Lo que hoy es “Amar siempre más” nació de manera “desorganizada” en Vallecas, un barrio popular de Madrid en el que el paro, la vulnerabilidad social y la emigración son realidades frecuentes.
El párroco de san Ramón Nonato, una de las parroquias de la zona, José Manuel Horcajo, llegó a esa feligresía hace casi dos decenios y puso en marcha más de 40 iniciativas de toda índole: cursos para madres, atención a mujeres embarazadas con pocos recursos, apoyo escolar, catequesis… Con el tiempo, el vicario episcopal de esa zona de Madrid pidió al sacerdote que “pusiera en orden” todas aquellas iniciativas, para evitar que se perdieran y ordenar su crecimiento.
Horcajo comenzó a pensar cómo dar unidad a todo aquello y, con la ayuda del Espíritu Santo, llegó a la conclusión de que todo podía resumirse en tres áreas: la social (ayuda material), la ayuda familiar y ayuda espiritual. Las tres igualmente importantes y necesarias entre sí.
La hermana Sara, que ayuda a este sacerdote desde hace años lo explica de este modo: “El pobre viene a la parroquia con una necesidad material. A la vez se descubre, además una pobreza familiar, porque la familia está rota o arrastra grandes heridas, la gente no sale adelante y lo mas importante, la pobreza más grande que es no tener a Dios. Por eso decimos que entra un pobre sale un santo, porque todo el proyecto atiende a estos tres planos de la persona”.
Pobres que sirven a otros pobres
La originalidad del proyecto es que “son los pobres los que evangelizan a otros pobres”. Por eso, los beneficiarios son también voluntarios de este proyecto y se encargan de dirigir los comedores que ya hay repartidos por distintas zonas de Madrid y que dependen directamente de sus parroquias y párrocos.
Es el caso de Aquilina, que es actualmente la directora del comedor de Canillejas, y fue beneficiaria del proyecto al llegar a España, o de Elita, quien sola, embarazada y sin hogar, acudió al comedor de San Ramón Nonato y a los pisos de acogida de madres y ahora coordina el comedor en Villaverde.
“Los pobres llegan con una necesidad y se les enseña a ser responsables” explica la hermana María Sara. “No se trata de darles esto o lo otro porque nos dan pena. Ellos se han de involucrar, por eso el voluntariado de los beneficiarios es muy importante. Tienen que tener un compromiso grande con el voluntariado y eso les ayuda muchísimo”.
La hermana recuerda uno de los cientos de casos en los estas personas encuentran su salvación y su propia identidad gracias a darse a otros como ellos: “Vino una mujer al comedor, a pedir ayuda. Yo le hacía ver que ella tenía que ayudar, al menos una hora, y no quería. Ponía resistencia. Le expliqué que esto era la esencia del proyecto. Se fue, pero al día siguiente vino y preguntó: ‘Bueno, ¿qué tengo que hacer?’. Le indicamos que podía entrar a ayudar en la cocina y, como ella había trabajado en un restaurante, cocinó estupendamente. Los comensales le aplaudían. Para ella supuso salir de sí misma y comenzó a acudir a todo el proyecto, porque cuando se entra en el proyecto se les pide que sean voluntarios, que hagan una convivencia para sanar las heridas a nivel familiar, que hagan un retiro espiritual y que pertenezcan a algún grupo: madres, jóvenes… para que no estén sin ‘familia’. Esta chica hizo el retiro Tabor, la convivencia Caná, y empezó a ir a su grupo… Cambió completamente, de estar perdida, ha salido adelante y está trabajando fuera de España de cocinera. Como ella, hay un montón de historias”.
El resumen de la hermana Sara contiene la quintaesencia de “Amar siempre más”: “Ellos tienen que aprender a confiar en Dios, en ellos mismos y salir adelante. La finalidad es que quienes han entrado pobres, sean santos y vivan confiando en Dios y amando a su familia”.
Actualmente, son siete las parroquias madrileñas que han acogido el proyecto “Amar siempre más” : la parroquia Epifanía del Señor en Carabanchel, la de Nuestra Señora de Aránzazu del barrio de Tetuán, las parroquias de Santa Inés y San Andrés Apóstol de Villaverde, las de Santo Domingo de Guzmán y Jesús y María en el barrio de Aluche y, además, están ayudando en la parroquia de Santa María de África, también en Carabanchel.
Canillejas, el primero
Así nació “Amar siempre más” en Vallecas y, poco a poco, las diferentes áreas se fueron desarrollando y consolidando.
El propio lema “Amar siempre más” encierra una de las características de esta iniciativa: no conformarse e ir creciendo porque todas las personas aman, siempre tu familia y tu parroquia van a estar ahí y hay mucha gente a la que ayudar.
El salto a Canillejas, si bien era “natural” debido a los buenos resultados del proyecto en el barrio vecino, no fue fácil. Las “formas de hacer” de la parroquia estaban estancadas, pero había cierta desconfianza, por parte de feligreses y voluntarios de Cáritas, por la irrupción de un proyecto como aquel.
Así lo cuenta el párroco, don José, que recuerda las reticencias por “abrir otro recurso como el comedor social, cuando ya había otras cosas parecidas en la zona, pero estaban politizadas y, además, no acercaban a las personas a la parroquia ni a Dios”. Pero se lanzó a la piscina y pidió a “Amar siempre más” la coordinación del proyecto del comedor social. Allí fue la hermana Sara para ponerlo en marcha.
Al párroco de Canillejas lo que más le llamó la atención del proyecto “Amar siempre más” es “el hecho de que es una pastoral completa. En las parroquias se atienden las necesidades de muchas personas, pero, a veces, les damos una cosa y ya está. La gente no tenía sensación de familia. Las personas que vienen de fuera pierden a su familia, se quedan muy solas, les cuesta mantener la fe porque están con otras ‘urgencias’ como la vivienda o la comida, sin sensación de pertenencia… Al final la fe se debilita mucho. Necesitábamos algo que uniese las dos cosas, con la que cuidáramos de la gente en lo material y también sus necesidades espirituales y familiares”.
En el caso de Canillejas, por ejemplo, “nos pasaba como a otras muchas parroquias, que tenemos el local de Cáritas, pero es una cosa apartada. Había personas de Cáritas que no sabían la parroquia a la que pertenecían. Empezamos a integrarlo con el resto de la parroquia y se convirtieron las tres áreas, tres zonas de un mismo local. A lo mejor, las familias entran por Cáritas, se la acoge en un proyecto y los niños van a catequesis o al revés, llega un niño a la catequesis, conocemos a sus familias y se descubre una necesidad que se atiende desde Cáritas. Ahora todo es unitario”.
Aquilina: “Somos una familia”
Aquilina sonríe todo el tiempo. “ ¡Incluso cuando contaba que intentaron robarle, sonreía!”, apunta divertido el párroco, don José. Esta peruana llegó a España, con su hijo, para dejar atrás ciertas dificultades familiares. “Llegué sin nada absolutamente”, recuerda. Recaló en la parroquia de san Ramón Nonato donde “me acogieron como en una familia”.
“Somos una familia” afirma segura, “a mí me faltaba ese amor de familia y cuando vi que estas personas, desconocidas, me acogían así, empecé a participar en los grupos”.
Una de las encargadas, que se estaba ocupando del comedor de Canillejas invitó a Aquilina a ir con ella para que fuera aprendiendo a dirigir los comedores. Aquilina aceptó a acompañarla, pero le aterraba la idea de encargarse de algo así. Era una mujer tímida y callada. “¿Cómo voy a llevar adelante algo así?, ¿cómo voy a hablarles a las personas que lleguen?”, a Aquilina esto se le hacía un mundo, pero fue venciendo esta resistencia con la oración: “Rezaba mucho pidiendo fuerzas a Dios para hacer bien este trabajo y poder comunicarme con las personas. Pedía a Dios que tocara el corazón de cada persona que iba a venir al comedor, que vinieran con el corazón abierto y a apoyar el comedor”.
Poco a poco, empezó a poner en marcha los diferentes proyectos de cada “pata” y a pedir a otras beneficiarias, como Pamela o Yesenia Jasmine que la ayudaran. No fue sólo la ayuda material. Las tres áreas (familiar, espiritual y material) siempre están presentes y, en el caso de Aquilina, Dios se fue metiendo en su corazón a través de los retiros, la oración, las convivencias. Y la cambió: “Antes, por cualquier cosa, explotaba y ahora Dios me ha transformado. Si pasa algo, lo que hago es pedir por esas personas y estoy tranquila y feliz”.
Aquilina coordina el proyecto “Amar siempre más” de Canillejas, que tiene además un piso de acogida. Lo hace feliz. “¡Mira si Dios es grande que, desde tan lejos me ha traído aquí para servirle a Él y a las demás personas! A mí me gusta servir a las personas, que se encuentren contentas. Eso lo aprendí de mi padre. Si alguien venía a casa, los invitaba a algo, aunque fuera un vaso de agua o un poco de comida. Me decía: ‘Si viene una abuelita o mayor de edad, dales algo,porque, en esa persona, puede estar viniendo Dios a tu casa para verte’”.
Miguel: “Dios obra a través nuestra”
“Yo defino ‘Amar siempre más’ con ese pasaje de Mateo ‘Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme […]. Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis’”, subraya Miguel.
Este pasaje evangélico encierra todas las áreas del proyecto en el que este joven salvadoreño colabora y que conoció gracias a sus vecinas, Yesenia y sus hijas. Aunque en su país había colaborado en el ministerio de alabanza en su parroquia a través del coro, al llegar a España descuidó su vida espiritual.
A través de sus vecinas, Miguel conoció “Amar siempre más” y acudió a un retiro Tabor. Pudo ir a pesar de las dificultades laborales porque trabaja de noche, “pero fíjate que Dios es tan bueno que el mismo día que comenzaba las vacaciones, esa tarde comenzaba un retiro Tabor y pude ir los tres días”.
Dios se metió en su alma de nuevo y su tarea se centra, ahora, en la labor pastoral del proyecto. “Todos tenemos una necesidad espiritual. A veces es tan grande que no somos conscientes”, resalta, “y Dios habla a través de nosotros. Yo lo veo cada día. En una romería, di mi testimonio y, después, una persona se me acercó y me dijo: ‘he sentido que Dios me hablaba a través de ti’. Otra vez, en un retiro Tabor me acerqué un rato a la guardería, allí cuidando a los niños y jugando con ellos, les pedí que escribieran una carta a Dios. Recuerdo que pedían ‘por mi papá’ o ¡por mí mamá’, pero también ‘por ser mejor monaguillo’ o una que me impresionó mucho ‘te pido que no se me meta el diablo’”.
Esa carta le dio que pensar, porque “¡es tan importante no descuidarnos del tema espiritual!” A pesar de los sacrificios que a veces le supone esta labor pastoral, como no dormir en alguna noche, Miguel lo tiene claro: “Si estoy feliz es gracias a Dios, y le respondo como puedo. Porque Dios obra en mí y, a través de mí, en otros.”
Yesenia Jasmine: “Sin Dios, la pobreza material es aún peor”
Yesenia viene con su nieta, de unos tres años, del rastrillo solidario que el proyecto tiene cerca del comedor. Allí se recogen donaciones de ropa, enseres, calzado o complementos y se vende a precios económicos para conseguir dinero para el proyecto.
Salvadoreña de origen, conoció “Amar siempre más” a través de una de sus hijas, Paola. Ella llegó a España dos años después que sus hijas y las vio “muy alejadas de Dios”. Católica practicante, Jasmine resalta que “siempre he defendido que, por mucho trabajo que una persona tenga, ha de dedicarle tiempo a Dios y me preocupaba que mis hijas estaban desubicadas, no encontraban su sitio, sobre todo una de ellas, Pamela”.
Llegó un momento que la situación familiar le era casi insostenible y, al mismo tiempo, el choque cultural en la parroquia, le costaba especialmente. Así las cosas, decidió ir a uno de los retiros Tabor, del proyecto “Amar siempre más”, e invitó a su hija Pamela a acompañarla.
“Fue una conversión, para mi también, pero sobre todo para Pamela. Cambió completamente. Empezamos a hablar las cosas en familia”.
Además de ello comenzó a profundizar en la piedad mariana: “Estoy en el grupo Tierra de María y he empezado a profundizar y conocer a la Virgen. Antes yo era poco devota de la Virgen, y ahora al revés”.
Las dificultades siguen, pero el espíritu es distinto y su trabajo, el cuidado de su nieta, el apoyo en la limpieza de la parroquia, se hacen de modo diferente. “Realmente aquí tengo necesidades materiales”, reconoce, “pero lo que he conseguido es la riqueza espiritual. Si pasas necesidad y, además, no tienes ese espíritu ves peor las cosas. Ahora seguimos teniendo problemas, pero apoyados en Cristo y en la Virgen las vivimos más tranquilas”.
Pamela, la hija de Jasmine, ha escuchado a su madre asintiendo. Esta joven reservada, “siempre he sido seria, pero ahora soy más abierta” como ella dice con cierta risa, colabora en la tarea espiritual del proyecto “Amar siempre más” en Canillejas. Da charlas sobre su proceso en España y ayuda a quienes pasan por situaciones similares. Reconoce, como ha apuntado su madre que, aunque en su país estaba muy metida en la vida parroquial, aquí se alejó de la Iglesia.
Cuando su madre la invitó a ir al retiro Tabor y aceptó, “tampoco sabía muy bien a lo que iba y fue, literalmente, una conversión. Empiezas a ver la vida diferente. Te das cuenta que hay personas que lo están pasando peor que tu porque a veces pensamos que sólo cada uno de nosotros lo pasa tan mal”.
Ese cambio de perspectiva lo logró gracias a “dejar entrar a Dios y a la Virgen en mi corazón. Ahora, estoy en la asamblea espiritual para dar charlas sobre el proceso que yo he pasado y apoyo en los voluntariados en lo que pueda”.
Jasmine, Pamela, Miguel o Aquilina son algunos de los miles de nombres de hombres y mujeres de razas y lenguas diferentes que, cada día, llevan adelante el proyecto “Amar siempre más”.
Les faltan cosas materiales sí, pero no son pobres, al menos, no en su totalidad porque la mayor y peor pobreza es no tener a Dios y ellos lo tienen… y lo dan. Si “de la abundancia del corazón habla la boca”, ellos hablan de Dios porque tienen abundancia de su Espíritu. Son ricos de Dios. Son los santos de hoy.