El Santo Padre continúa la catequesis sobre la oración, comentando en este frío miércoles romano, la oración de alabanza. La Audiencia se desarrolló en la Biblioteca del Palacio Apostólico, como ya es habitual por motivo de la pandemia del coronavirus.
«Jesús alaba el Padre«. El Papa Francisco comenzó la catequesis subrayando el ejemplo de Cristo, que todos debemos imitar. A lo largo del Evangelio vemos como Jesús alaba al Padre porque se siente hijo del Altísimo. En este sentido, nosotros también debemos seguir su vida y alabar al Señor, una actitud propia de los «las personas sencillas, humildes, que acogen el Evangelio«. Los pequeños son conscientes de sus propias limitaciones, y en Dios Padre se reconocen todos hermanos.
¿A quién sirve la alabanza?
El Papa lanza esta pregunta: ¿a quién sirve la alabanza?, ¿a nosotros o a Dios? Pues efectivamente, «la oración de alabanza nos sirve a nosotros. El Catecismo la define así: «Participa en la bienaventuranza de los corazones puros que le aman en la fe antes de verle en la gloria«.
En esta misma línea, Francisco hace referencia a las situaciones difíciles, a las contradicciones, como las que están sufriendo muchas personas en los últimos tiempos. Es entonces -aconseja el Papa- cuando tenemos que seguir a Jesús más de cerca, porque en esos momentos de dificultades, Jesús también alaba al Señor. En esos casos, la oración de alabanza purifica el alma, nos ayuda a mirar lejos.
El ejemplo de San Francisco
Ya al final de la catequesis, el Papa quiso servirse de las enseñanzas de San Francisco, que «alaba a Dios por todo, por todos los dones de la creación, y también por la muerte, que con valentía logra llamar “hermana”. Los santos y las santas nos demuestran que se puede alabar siempre, en las buenas y en las malas, porque Dios es el Amigo fiel, y su amor nunca falla«.