San Ambrosio, obispo de Milán (Italia) es una de las figuras más influyentes del cristianismo antiguo y Doctor de la Iglesia. Su vida y obra han sido ampliamente documentadas por fuentes oficiales de la Santa Sede y por la tradición agustiniana. En especial las ‘Confesiones’ de san Agustín, donde éste relata el papel decisivo que san Ambrosio desempeñó en su conversión.
Hijo de una familia romana cristiana y formado en retórica y derecho, Ambrosio llegó a Milán como gobernador de la provincia de Liguria y Emilia. Su elección como obispo en el año 374 fue rápida y casi súbita. Según las fuentes eclesiásticas, aún era catecúmeno cuando la comunidad lo aclamó para ocupar la sede episcopal. Tras recibir el bautismo y las órdenes sagradas en unos días, Ambrosio fue obispo más de dos décadas.
Se mantuvo firme frente a los emperadores Teodosio y Valentiniano II, e insistió siempre en la primacía de la conciencia cristiana, y en la necesidad de que los gobernantes se sometieran a la ley moral.
Impacto en San Agustín
Las ‘Confesiones’ narran el impacto producido por la elocuencia, la inteligencia y la interpretación espiritual de la Escritura que san Ambrosio ofrecía en sus homilías. San Agustín fue al principio un intelectual escéptico, y encontró en san Ambrosio un testimonio vivo de la fe cristiana.
Fue san Ambrosio quien finalmente le bautizó en la Vigilia Pascual del año 387. Los agustinos dicen que “si no tuviéramos a san Ambrosio, ‘no tendríamos la Orden de los Agustinos como la conocemos hoy”.
“Ubi Petrus, ibi Ecclesia”
San Ambrosio reconoció siempre el primado del obispo de Roma afirmando: “Ubi Petrus, ibi Ecclesia” (‘Donde está Pedro, allí está la Iglesia’). La teología sacramental, la liturgia, la música sagrada —incluido el célebre ‘Te Deum’, tradicionalmente relacionado con él—, convirtieron a san Ambrosio en una columna de la Iglesia latina.



