Reverendo SOS

Alimentación y cáncer

Existe una íntima relación entre cáncer y dieta: se estima que alrededor de un 35 % de los tumores están relacionados con factores alimentarios. Serían evitables si se siguiera una alimentación adecuada.

Pilar Riobó·9 de febrero de 2017·Tiempo de lectura: 3 minutos

En general, los productos vegetales reducen el riesgo de cáncer, puesto que contienen sustancias con efecto antioxidante que previenen los carcinomas. No se trata de excluir toda ingesta de carne, pero sí de dar cabida a una mayor cantidad y variedad de alimentos vegetales. Las verduras reducen el riesgo de cánceres de boca y faringe, esófago, pulmón, estómago, colon y recto, laringe, páncreas, hígado, ovario y endometrio. Las frutas, por su parte, minimizan el de boca y faringe, esófago, pulmón y estómago. En consecuencia, se recomienda consumir al menos cinco raciones de frutas y verduras cada día.

Pero conviene considerar de forma individual cada tipo de carcinoma. 

Primero hay que aludir al cáncer de colon y recto (CCR), segunda causa de muerte por cáncer en España y primera en la población no fumadora (entre los fumadores, el cáncer de pulmón ocupa el primer puesto). Hay enfermedades que predisponen a padecer un CCR, como los pólipos, que pueden crecer y malignizarse, y enfermedades intestinales inflamatorias como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa. A veces hay raíces genéticas: el 25% de los pacientes tiene un familiar afectado.

Los alimentos con un alto contenido en fibra juegan un papel protector frente al CCR: la fibra acelera el tiempo de tránsito intestinal y la exposición de la mucosa colónica a carcinógenos, además de contribuir a que haya una mayor acidez en el colon. Aunque todas las verduras están recomendadas, destaca la eficacia de las crucíferas como el brócoli, repollo o coliflor. Otros alimentos con efecto protector son el pescado (que contiene omega 3), el aceite de oliva, la leche (por su calcio), y los que contienen vitamina D, folatos, flavonoides, vitaminas antioxidantes (A, C y E) y selenio. La carne blanca (pollo, ternera, pavo) tienen un efecto neutro.

Por el contrario, la carne roja (buey, vaca, cerdo) o procesada (fiambres, salchichas) supone un aumento de riesgo. Su cocinado a altas temperaturas hace que se formen sustancias (fecapentanos, 3-cetoesteroides) con capacidad para producir mutaciones en las células y, en presencia de una relativa escasez de sustancias protectoras y una base genética adecuada, favorecer la transformación maligna de los pólipos. Más en general, están también asociadas a la mortalidad global de origen no canceroso. También están implicados en el CCR los nitritos contenidos en los alimentos ahumados y los productos cárnicos procesados y salados. 

El estilo de vida condiciona la aparición y el desarrollo de los diversos carcinomas. Hay tres factores determinantes. El tabaco incrementa el riesgo de CCR, incluso con un consumo reducido, y tiene una directa relación con otros cánceres como los de pulmón, laringe y vejiga. El alcohol (en cualquier cantidad) es otro factor de riesgo. Finalmente, el ejercicio físico representa una medida de prevención ideal, a la vez que beneficia en otros aspectos a la salud.

En relación con el cáncer de próstata, parece que existen células cancerosas en este órgano en casi todos los hombres de edad superior a 50 años. Afortunadamente, sólo evolucionan a enfermedad clínica en algunos casos, posiblemente dependiendo de factores ambientales y de la alimentación. Alejan el riesgo la ingesta de soja, la grasa omega 3 y el tomate, gracias a su contenido en licopeno, un potente antioxidante. En cambio, la ingesta de calcio aumenta el riesgo (es cuatro veces mayor en los varones que consumen 2.000 mg de calcio al día frente a los que solo consumen 500 mg al día, equivalentes a dos vasos de leche).

El cáncer de páncreas se ha asociado a dietas de índice glucémico alto, es decir, muy ricas en azúcares o almidones de absorción rápida (exceso de patatas, arroces, pan). Y el cáncer de mama suele responder más a factores genéticos y hormonales, aunque tiene una asociación positiva con el consumo de alcohol, la obesidad y la falta de ejercicio físico.

En resumen, desde el punto de vista de la alimentación, para prevenir el cáncer conviene evitar el exceso de calorías y disminuir ciertas formas de cocinar como la barbacoa, ahumados, salazón, etc. Por el contrario, la fibra, las vitaminas y algunos minerales y sustancias antioxidantes ejercen un efecto protector frente a los tumores.

El autorPilar Riobó

Médico especialista en Endocrinología y Nutrición.

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica
Banner publicidad
Banner publicidad