Lecturas del domingo

«Compartir los bienes con los necesitados». XVIII domingo del tiempo ordinario

Andrea Mardegan comenta las lecturas del XVIII domingo del tiempo ordinario y Luis Herrera ofrece una breve homilía en vídeo. 

Andrea Mardegan·27 de julio de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos
domingo XVIII

Los Evangelios de los últimos domingos nos guían en un recorrido espiritual. La parábola del buen samaritano nos ha ayudado a comprender cómo vivir nuestra relación con el prójimo según la misericordia y la compasión. Al maestro de la ley que mencionó el amor al prójimo, Jesús le dijo: haz esto y tendrás la vida. La compasión hacia el prójimo es camino hacia la vida eterna.

El diálogo de Jesús con Marta y María, y luego la revelación de la oración al Padre y la parábola del amigo importuno, nos animan a vivir nuestra relación con Dios con confianza filial y como amigos. Hoy, la parábola del rico insensato nos orienta a vivir nuestra relación con los bienes terrenales, junto a una relación de confianza con Dios y su pensamiento sobre esos bienes, y en una relación de misericordia con las demás personas: no sólo “repartiendo” los bienes como aquel hombre quería hablando a Jesús de la herencia de su hermano, sino “compartiendo”. 

La pregunta sobre la herencia a Jesús se explica porque la ley de Moisés tenía indicaciones sobre este aspecto, y en caso de disputa acudían a un maestro experto en la ley. Pero Jesús no es un simple rabino o intérprete de la ley es el Mesías y el Hijo de Dios; ha venido a cumplirla y a superarla. Él escudriña los corazones y da reglas de vida que van más allá de lo que indica la ley: “Guardaos de toda clase de codicia”. Pablo se hace eco de esta enseñanza al pedir a los Colosenses que den muerte a “la avaricia, que es una idolatría”.

De hecho, lo que llama la atención de la figura del rico “necio”, palabra que en la Biblia designa al hombre que no cree en Dios o que vive como si Dios no existiera, es su soledad. El texto griego dice que “conversa consigo mismo”, y en este soliloquio sólo tiene en mente sus propias cosas: mi cosecha, mis graneros, mis bienes. Se imagina, siempre en diálogo consigo mismo, lo que se dirá cuando haya construido nuevos almacenes: “Y entonces me diré a mí mismo: alma mía, tienes bienes almacenados para muchos años; descansa, come, bebe, banquetea alegremente”.

No hay Dios en su horizonte y no hay nadie. Por eso Dios, al hablarle, le abre a un “otro” que no existe en su pensamiento: “¿De quién será lo que has preparado?”. En el griego de Lucas hay un juego de palabras aun más evidente. El hombre rico y egoísta utiliza “psyché” (alma) dos veces: “Diré a mi alma: alma tienes muchos bienes”, y Dios: le dice: “Esta noche te van a reclamar el alma”.

Resuena en la parábola la sabiduría de Qohélet: “¡Todo es vanidad! Hay quien trabaja con sabiduría, ciencia y acierto, y tiene que dejarle su porción a uno que no ha trabajado”. Dios quiere la autentica vida de nuestra alma: compartir los bienes con los necesitados.

La homilía sobre las lecturas del domingo XVIII

El sacerdote Luis Herrera Campo ofrece su nanomilía, una pequeña reflexión de un minutos para estas lecturas.

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