Familia

¿Por qué la Iglesia se mete en temas sociales? Una vocación laical

Pobreza, desigualdades, corrupción, leyes que pisotean la dignidad humana, persecución religiosa, sufrimientos, violencias, racismo, discriminaciones… La Iglesia, en particular los fieles laicos, llamados a ser “como el alma del mundo”, interviene en temas sociales porque “está en juego un valor moral fundamental: la justicia”, señala Gregorio Guitián, decano de la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra, en su último libro.

Francisco Otamendi·2 de septiembre de 2022·Tiempo de lectura: 5 minutos
laicos

“Detrás de los problemas sociales hay injusticias. La injusticia hace daño a las personas y es una ofensa a Dios -un pecado-, que Jesucristo ha querido sanar y redimir. Por eso la Iglesia siempre ha procurado contribuir a una sociedad más justa”, escribe el teólogo Gregorio Guitián en un didáctico estudio de 155 páginas, titulado ‘Como el alma del mundo’, que describe como una “breve aproximación a la moral social y a la Doctrina Social de la Iglesia”, y “que no pretende ser propiamente un manual”. La edición es de Palabra en su colección Buscando entender.

“Hay un consenso general en que Jesucristo no formó parte de ningún grupo religioso-político de su época (como los zelotes, los fariseos, los esenios, etc.). Sin embargo, sí tuvo preocupación por los problemas sociales (…), cumplió sus obligaciones cívicas, como el pago de impuestos; reconoció la autoridad civil (‘Dad al César…)”. Su enseñanza es de carácter religioso y moral, pero tiene una aplicación en la vida social clara, aunque no se dedicara a reformar la política ni fuera un líder político”, precisa el profesor.

Por ejemplo, cuando Jesús enseña “que os améis los unos a los otros como yo os he amado”, o cuando dice: “amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan“, “está poniendo las bases para la superación de discriminaciones sociales”, subraya.

Compromiso social de los cristianos

Y “a partir del ejemplo de Jesús, el cristianismo primitivo, aun en medio de una sociedad pagana -en muchas ocasiones, hostil al Evangelio-, y sin capacidad alguna para reformar las estructuras porque los cristianos no eran nadie, se esforzó por aliviar las situaciones sociales extremas o por respetar y obedecer a la autoridad”. “Con el paso de los siglos, y en una sociedad ya oficialmente cristiana, el compromiso social de los cristianos será una constante”, explica el profesor Guitián, doctor en Teología por la Universidad de la Santa Cruz y licenciado en Administración de Empresas por la Universidad Autónoma de Madrid.

Benedicto XVI recordaba cómo el emperador Juliano (+363), que rechazó la fe cristiana, quiso restaurar un paganismo reformado. Sin embargo, escribió en una de sus cartas que ‘el único aspecto que le impresionaba era la actividad caritativa de la Iglesia’”, añade el autor, al especificar que “siempre ha habido en la Iglesia una caridad organizada para servir a todos atendiendo a las necesidades espirituales y materiales; y también una preocupación y reflexión por las cuestiones sociales”.

¿A quiénes corresponde esta tarea?

laicos guitian
Gregorio Guitián

“Creo que valdría la pena destacar la importancia de los laicos en todas las cuestiones sociales”, ha comentado el profesor Gregorio Guitián a Omnes , así como «la necesidad de que se formen bien en estas materias y su importancia insustituible para mejorar el mundo, particularmente en todos los terrenos donde los desafíos son palpables (política, leyes, economía, ciencia, familia y educación, comunicación, arte y cultura, salud y cuidado de las personas, moda, tecnología, cine, el mundo de la técnica, cuidado del medioambiente, etc.)”.

“El mismo título del libro”, afirma, “está puesto pensando especialmente en ellos, que están llamados a ser como el alma del mundo, y las páginas iniciales sobre los fieles laicos pueden servir de referencia”.

“Ante la mole del mal cristalizado en la sociedad uno podría preguntarse: ¿qué hacer? El mundo necesita redención. Jesucristo ha tomado sobre sí estos males [ver pp. 24-25], y busca en cada momento de la historia llevar el bálsamo de la caridad y la justicia a esas heridas. Para eso Jesús mira a sus discípulos con esta esperanza: “’Vosotros sois la sal de la tierra (…). Vosotros sois la luz del mundo” (Mateo, 5, 13-14).

En el mundo existen alrededor de 1.327 millones de católicos laicos, del total de 7.800 millones de habitantes, además del Papa, cardenales, obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, diáconos permanentes, seminaristas mayores… “Entra por los ojos la importancia que tienen los fieles laicos para la misión de la Iglesia en el mundo”, escribe el autor, al estar “llamados a ser como la levadura en medio de la masa” (cfr. Mateo, 13,33)”.

Los laicos en la misión de la Iglesia

“Descubrir la enorme relevancia del papel de los laicos en la sociedad, y despertar el deseo de aportar luz al mundo desde el propio lugar, deberían ser objetivos de la moral social cristiana. De los laicos, como de todos los cristianos, también se puede decir que están llamados a ser ‘como el alma del mundo’. Así lo decía la ‘Carta a Diogneto’, en el siglo II: “Lo que es el alma en el cuerpo, eso son los cristianos en el mundo (Epistula ad Diognetum, 6, 1)”, expone el profesor Guitián.

El Concilio Vaticano II, en la Constitución Apostólica Lumen gentium, sobre la Iglesia, señaló que los laicos están llamados a contribuir desde dentro, como el fermento en la masa, a la santificación del mundo a través del ejercicio de sus tareas propias. (n. 31).

Gregorio Guitián recuerda asimismo que el Papa Francisco ha pedido “a los fieles laicos un compromiso real por ‘la aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad’, doliéndose de que, a veces, se piense únicamente en cómo involucrarles más en las tareas intraeclesiales, mientras queda pendiente informar de valores cristianos el mundo social, político o económico (Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 102)”.

En esta línea, no viene mal recordar aquí frecuentes apelaciones del Papa a no permanecer indiferentes. Por ejemplo, en un discurso a los miembros de la Fundación Centesimus Annus el 23 de octubre del año pasado, decía el Pontífice: “No podemos permanecer indiferentes. Pero la respuesta ante la injusticia y la explotación no es sólo la denuncia: es sobre todo la promoción activa del bien: denunciar el mal, pero promover el bien”.

Llevar el mundo hacia Dios

¿Cómo abordar estas tareas?, se pregunta el autor. Y cita a san Juan Pablo II, quien sugirió “tres líneas de acción en el documento magisterial sobre los laicos más importante hasta la fecha (la exhortación ‘Christifideles laici’, sobre los fieles laicos: 1. Superar la fractura entre el Evangelio y la propia vida para lograr una unidad inspirada en el Evangelio. 2. Comprometerse con valentía y creatividad en el esfuerzo por resolver los problemas sociales. 3. Hacer su trabajo con competencia profesional y honestidad, pues es el camino de la propia santificación”.

Guitián refuerza su tesis sobre los laicos de manera importante en el libro. “Aunque pueda parecer sorprendente, la vocación que Dios ha pensado para solucionar un buen número de los males de este mundo es, sobre todo -aunque no exclusivamente- la vocación laical. Sí, los fieles laicos, hombres y mujeres cuya vocación es llevar el mundo hacia Dios, como desde dentro. Ellas y ellos son como “las fuerzas especiales” de la Iglesia. (..)”

“Allí, en esa ‘cocina del mundo’, se gesta la humanidad o inhumanidad de la sociedad, y allí han de estar los fieles laicos para reconducir el mundo hacia Dios”. “El papel de la Iglesia en el mundo es ser ‘signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano (Gaudium et spes, n. 42)”, recuerda.

Resumen

En síntesis, puesto que nos hemos centrado solamente en algún aspecto del libro del profesor Guitián, puede decirse que la obra tiene una introducción, 8 capítulos, un breve resumen al final de cada capítulo, la conclusión y bibliografía.

En ellos se abordan el compromiso social de los cristianos, los principios fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia, el bien común, la visión cristiana sobre la comunidad política, la comunidad internacional, dos apartados dedicados específicamente a la economía, y un último capítulo dedicado al cuidado de la creación, “responsabilidad de todos”, en el que se ofrecen como programa algunas ideas de la encíclica Laudato si’  (nn. 209 y 227).

El autorFrancisco Otamendi

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