Educación

Gregorio Luri: “Hay una pulsión catastrofista, un ambiente de pre-apocalipsis”

“Hay una cierta pulsión catastrofista, un ambiente de pre-apocalipsis, de qué va a ser del mundo, de miedo al futuro. Y el cristiano tiene algo importante que decir”, asegura el filósofo Gregorio Luri en una entrevista con Omnes realizada días antes de la invasión rusa en Ucrania. El maestro habla de mostrar la fe, de ideologías, de la familia y la cerveza, de educación. De la LOMLOE “reconduciría todo”.

Rafael Miner·5 de marzo de 2022·Tiempo de lectura: 8 minutos
gregorio luri

Gregorio Luri (Navarra, 1955), es uno de los filósofos y pedagogos más cotizados de la actualidad. No necesita presentación. Y previo aviso, le pescamos en el AVE, viniendo de Barcelona a Madrid, al menos una semana antes de la guerra en Ucrania. Contesta desde la plataforma de un vagón, lo cual es muy de agradecer. Su cuenta de twitter @gregorioluri es muy visitada, y pueden completar ahí, y naturalmente en sus numerosas publicaciones, su pensamiento, que siempre tiene fuerza e ideas renovadas, algunas ciertamente sorprendentes.

Hace unas semanas, Gregorio Luri ha intervenido en un coloquio de presentación del Máster en Cristianismo y Cultura Contemporánea, que está lanzando la Universidad de Navarra, y que se pondrá en marcha el próximo curso 2022-2023. Tuvo lugar en el Campus de Madrid, junto a Lupe de la Vallina, fotógrafa; y Ricardo Piñero, catedrático de Estética y profesor del Máster. Asistieron más de 400 personas, de forma presencial y on line, y por ahí comenzamos este rato de conversación.

Hablemos del Máster que usted y sus colegas presentaron en Madrid. ¿Qué resaltaría?

― Pocas cosas hay hoy más urgentes que poner en valor lo humano. Y poner en valor lo humano desde un punto de vista humanista, lo cual, para mí quiere decir la afirmación de la naturaleza humana. El hombre no solamente es historia, sino que también es naturaleza. O si quieres, dicho de otra manera, que hay componentes ahistóricos en la historicidad humana.

La sensación que al menos tengo yo, es que hoy parece que el hombre se ha cansado de sí mismo, como si al comprobar que las promesas que nos hicimos durante la Ilustración no se han cumplido, lo que optásemos es por una modificación tecnológica. Poner en valor la naturaleza humana me parece que es básicamente una cuestión de higiene en nuestros tiempos. Por eso, participé de manera entusiasta en la presentación de este Máster. Creo que pocas cosas son más imprescindibles que volver a reivindicar la nobleza de lo humano.

Usted citó al comienzo de su intervención unas palabras de san Juan Pablo II a los jóvenes en Chile. Y habló del miedo, y del amor de Dios, algo que me sorprendió, así, de entrada.

― Vamos a ver. Cada uno ve el presente desde sus inquietudes. Yo, desde un punto de vista pedagógico, lo que veo es que hoy, incluso a los niños de las escuelas se les está educando en el miedo al futuro. Toda la ideología progresista elaborada a lo largo del siglo XIX, parece que ha derivado hacia un pesimismo. ¿Qué va a ser del mundo? ¿Qué va a ser de nosotros? Hay, por decirlo así, una cierta pulsión catastrofista en el presente. Dicho de otra manera, existe un ambiente de pre-apocalipsis. Qué va a pasar con el mundo, qué va a pasar con todo…

Pues bien, ante esta situación, ante el miedo al futuro, pienso que el cristiano tiene algo importante que decir, no tanto a los demás, sino a sí mismo. Que es aquello de la Epístola de San Juan: Hemos conocido el amor de Dios. El amor de Dios nos precede. Antes. No es una promesa de futuro. Es algo que hemos constatado ya. Dios nos ama. Y por lo tanto, si eso es una constatación, si el amor de Dios lo hemos conocido, ¿a qué hemos de tener miedo?

También habló usted hacia el final, y otros lo recogieron en la mesa, sobre la belleza. ¿Cómo podemos mostrar mejor la fe? Y coincidieron ustedes, a través de la belleza y el amor.

― Si uno lee de una manera ingenua, que pienso es que como hay que leerlos, los Evangelios, y te encuentras con el Nacimiento de Jesús, ¿hay un relato más bello que ése?  El hecho de que vayas a hincar tus rodillas no ante una ideología sino ante un recién nacido, me parece de una belleza profunda. Por otra parte, la tradición cristiana es compleja, y hay momentos de los que es difícil enorgullecerse. Pero si tenemos en cuenta aquello que ha sido permanente en la tradición cristiana, esa aproximación a la belleza me parece esencial.

Si me permites que te cuente una anécdota, ahí va. Resumen un poco lo que deseo decir. Tengo una especial debilidad por los profesores de religión. Cuando me llaman, siempre intento ir. Primero porque lo están pasando muy mal. Y segundo, porque necesitan saber que hay personas dispuestas a ayudarles. Y una vez, en un lugar, voy a omitir el nombre, donde iba a estar con profesores de religión de una comunidad, planteé: Mirad, el poder que tenemos es extraordinario. Yo ahora mismo voy a convocar a Dios y se va a aparecer aquí mismo. Puedes imaginarte la sorpresa que eso provocó. Porque yo voy a decir: Señor manifiéstate, y se va a manifestar. Se creó una gran expectación.

Yo ya tenía preparada con otra persona lo siguiente. Cuando dije, Señor, manifiéstate, comenzó a sonar el Locus Iste, de Bruckner. Esa belleza de Bruckner cuando está diciendo, ¿qué lugar es éste? Es el lugar en el que Dios se manifiesta. Esa belleza, cuando la escucharon, es imposible no conmoverse por eso. Y en aquellos momentos, Benedicto XVI acababa de decir algo en lo que creo totalmente. Es que si en la belleza hay algo divino, es porque es manifestación de Dios. Pienso que es imposible no conmoverse ante la belleza. Y en esa conmoción hay un regusto de algo que va más allá del objeto. Y ese regusto de lo que va más allí del objeto está la transcendencia.

Voy a dar un bajonazo, don Gregorio, con dos temas.

A ver.

Primero. Estamos asistiendo desde hace años a ideologías como la de género, o a esta cultura de la cancelación, ‘woke’, de la que habló Rémi Brague en Madrid. ¿Cómo afrontar estos fenómenos de antagonismos sociales, de enfrentamiento…?

Esta cuestión es para mí esencial.Las ideologías modernas lo que pretenden es una reducción radical de la complejidad del mundo de la vida, del mundo en que vivimos, donde manifestamos las diversas dimensiones de lo humano.

Las ideologías reducen el mundo de la vida a lo que desde sus principios deberían ser las cosas. Y lo que no encaja en esos esquemas, en sus esquemas, se considera perverso. De tal manera que cuando una persona normal y corriente te dice: yo creo que…, le dicen: no, no, tú no crees eso, tú crees otra cosa, lo que pasa es que eres una persona alienada, y entonces debes pensar como yo te digo.

Creo que hoy las cosas elementales del mundo de la vida están en peligro. Y eso significa que está en peligro la sensatez del hombre corriente. Por eso me parece cada vez más revolucionaria aquella reivindicación de Chesterton sobre la risa, el matrimonio y la cerveza.

Defender hoy la risa, el matrimonio y la cerveza creo que es el principal argumento contra esos reduccionismos ideológicos. Hay que defender la risa, el matrimonio y la cerveza, y hay que defender el sentido común de la persona normal y corriente.

Yo también digo, y lo repito e insisto, que una familia normalita es un chollo psicológico. Tal cual. Estoy absolutamente convencido. Mientras te encuentras a tantas personas dispuestas a criticar a la familia porque no es perfecta, creo que hay que reivindicar que esa familia normalita, con sus imperfecciones, por supuesto, es un chollo psicológico.

Sin embargo, a veces los cristianos no lo ponemos fácil. Los abusos a menores, el daño a la reputación de los sacerdotes, y de la misma Iglesia.

Creo que todo lo que se puede decir sobre los abusos, lo dijo Jesús en una frase: ¡Ay de quien los escandalizare! Creo que no hace falta añadir nada más.

Dice usted en su cuenta de Twitter que el que pierde en un diálogo es el que gana. Explíquemelo, porque ahora todos queremos tener razón. ¿O no?

El que pierde es el único que ha aprendido algo en el diálogo. Si tú vas a defender la tesis A, y al final del diálogo mantienes la tesis A, ¡qué has aprendido? No has aprendido nada. Te ha podido triunfar, y entonces está la vanagloria del ego. Ahora bien, si tú vas a defender la tesis A, y a lo largo del diálogo descubres que esa tesis hay que rehacerla, eres tú el que ha aprendido. En un diálogo, me parece elemental. El que gana es el que pierde, o si quieres, quien lo ha perdido es el que ha ganado. Eso me parece esencial. Los cristianos son unos perdedores que no paran de ganar.

Usted reivindica la memoria. No parece estar muy de moda. Como pedagogo, ¿qué puede decir?

Lo de las modas, como su nombre indica, son cuestiones de temporada. Había un grupo filosófico en Soria ―ahora ya no existe, desgraciadamente―, maravilloso, que la primera vez que me invitaron, me dijeron: a nosotros solo nos interesa lo eterno. Me emocionaron esas palabras. La cuestión, para mí, es: las modas son importantes, pero tú no las puedes calibrar si no las ves desde fuera de la moda. Para juzgar una moda tiene que verla desde fuera, con una cierta distancia, ¿no? 

¿Qué tiene que ver todo esto con la memoria? Primero, sin la memoria no hay interioridad. Porque la memoria es el gran refugio que te permite aislarte un poco del entorno, para poder pensar, rumiar, todo aquello que llevas contigo, incluso la conciencia de las partes oscuras que siempre llevamos con nosotros.

Segundo, estoy convencido de que lo que no está en la memoria no se ha aprendido. Si tú has leído El Quijote y no se te ha quedado absolutamente nada, no lo has leído. Al final, tú te quedas de El Quijote aquello que ha quedado en tu memoria.

Tercero, no se puede reflexionar sobre conocimientos ausentes. Por lo tanto, cuando animamos a los chavales a que lo importante es relacionar, pensar, ser críticos, yo digo: sí, pero si no conoces algo que te permita pensar, ¿en qué demonios estás pensando?

Y por último, yo no he conocido en mi vida a nadie que quiera tener menos memoria que la que tiene. Más aun, lo que veo es que las personas de una cierta edad que comienzan a perder memoria, viven eso como un drama. Por lo tanto, si la pérdida de memoria es un drama, la ganancia en memoria es una fiesta.

Esto no se oye por ahí.

No me preocupa en absoluto. A mí me interesa, como decía antes, la gente que perdiendo, gana.

Unas palabras sobre educación. Tenemos una nueva ley educativa, (LOMLOE). Dígame un aspecto que usted reconduciría, si fuera posible.

Reconduciría todo. Creo que es absolutamente urgente un retorno a la sensatez. La sensatez es, para mí, la capacidad de aprender de tu propia experiencia. Vamos a ver qué es lo que hacemos bien, y vamos a aprender de eso. Y vamos a ver qué es lo que hacemos mal, y vamos a mejorarlo. Lo que no tiene sentido es aplicar a nuestro sistema educativo los criterios, por ejemplo, de la Agenda 2030, y convertirlos en competencias e intentar encajar nuestra realidad en esos criterios.

 Porque, ¿sabe cuál es el problema de los que quieren comenzar siempre de cero? Que no pueden aprender de su experiencia. Porque como tienen siempre que aprender de cero, si de algo estoy convencido, es que es mucho más útil aprender un poco de tu experiencia, que intentar hacer borrón y cuenta nueva.

Por otra parte, con la LOMLOE estamos asistiendo a un espectáculo muy hipócrita. Porque en el Ministerio de Educación actúan como si gobernasen, cuando los que gobiernan son las consejerías de Educación de las Comunidades Autónomas. Pero en la práctica tampoco éstas están gobernando, porque asistimos a una anarquía metodológica extraordinaria. Precisamente porque esa anarquía metodológica es real, y cada centro hace lo que le parece adecuado o conveniente, es imprescindible la libertad de elección.

Una libertad de elección a la que se ponen trabas, ¿no?

Pero vamos a ver, si damos autonomía a los centros, para que uno cada sea lo que crea que tiene que ser, y yo no tengo posibilidad de elección, y tengo que llevar a mi hijo a la escuela de mi barrio, ¿para qué me sirve esa autonomía? Si todas las tiendas de Madrid, vendiesen exactamente lo mismo, la autonomía no sería necesaria. Si cada tienda vende productos distintos, yo quiero tener la posibilidad de elegir dónde quiero comprar…

Terminamos la conversación con Gregorio Luri. Le pedimos que (nos) recomiende un par de libros que considere interesantes, y responde: “esto nunca lo hago. No me gusta aconsejar libros. La biografía lectora de cada uno es sagrada. Cada uno tiene que construirse su camino lector, su proceso lector. Prefiero no decir nada. Y esto a pesar de que acabo de montar una editorial, de ensayo, en Barcelona”.

Nosotros no le vamos a hacer caso, y les damos a ustedes el enlace: Rosameron, aunque Gregorio Luri afirma: “Ni tan siquiera recomiendo los míos. El lector tiene que construirse su propio relato lector, su propia memoria lectora. La cultura no vive en los libros, vive en la subjetivización de lo que hay en los libros, televisión, internet, etc. Cada uno que se construya su camino lector. Porque cada libro interesante le va a remitir a otros libros”.

Continuaríamos charlando un buen rato con el maestro, pero no es posible. Buen viaje.

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