Familia e ideologías

La lectura de "Feria", la primera obra de Ana Iris Simón, confirma algo que hoy muchos no quieren oír: que la familia no es patrimonio de ninguna ideología.

1 de diciembre de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos
familia

Foto: Sebastián león /Unsplash

Acabo de leer Feria, el primer libro de Ana Iris Simón. La obra transpira la sensatez que distingue lo que es permanente y común a todos los seres humanos, y que forma parte de la auténtica sabiduría del pueblo, con la que -como tantos otros- me he sentido identificada. Celebro el éxito que está teniendo y felicito sinceramente a la autora, por esta sugerente invitación a repensar sobre las cosas que de verdad valen la pena, sobre el progreso.

Destacados miembros de la progresía han puesto el grito en el cielo, por atreverse la autora -militante de izquierdas– a ofrecer un relato sincero y entrañable sobre la familia, institución declaradamente de derechas. Quienes más predican la tolerancia no parecen capaces de aceptar que alguien que milita en sus filas se desvíe del dictado de lo políticamente correcto en tema tan fundamental.

Según el discurso progresista, la familia es la consagración del heteropatriarcado, que debe ser demolida en aras de un igualitarismo que elimine la diferencia; y de la emancipación del individuo. Algunos -al menos en la teoría- querrían que la primera comunidad humana fuese un contrato entre individuos asexuados y autónomos. Ya son más que evidentes, por desgracia, algunos de los frutos de este planteamiento: la soledad y la precariedad, no sólo económica, sino sobre, todo emocional. 

La autora se pregunta si es realmente progreso renunciar a los auténticos valores de las relaciones familiares, como el amor duradero e incondicional, o la maternidad y la paternidad. Este libro me ha gustado sobre todo porque confirma algo que hoy muchos no quieren oír: que la familia no es patrimonio de ninguna ideología.

Decía Ortega que “ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil”. Estas formas de “hemiplejía moral”, muestran la incapacidad de pensar de forma extensa y realista, más allá de los filtros de la ideología, de forma análoga a la persona que padece la parálisis motora en la mitad de su cuerpo. Va siendo, pues, hora de terminar con las ideologías, que acartonan e inmovilizan las ideas y sobre todo oscurecen la mirada hacia la realidad.

La familia -funcione mejor o peor- es lo que todos tenemos en común. Todos venimos de una familia, que es nuestra red de apoyo y de cuidado mutuo. El amor familiar es el más democrático e igualitario, ya que es esencialmente un amor sin preferencias. Con palabras de Fabrice Hadjadj, la familia es la comunidad de origen, dada por la naturaleza y no sólo establecida por convención. Por eso es en la familia donde se vive la libertad más auténtica: la libertad de consentir y querer lo que nos es dado. La familia es lo que siempre nos queda, aunque fracasemos en cualquier otro ámbito de nuestra vida. Es el lugar al que siempre podemos volver.

No tener familia es el único verdadero desarraigo. Todos tenemos deseos de familia, también -aunque no quieran reconocerlo- quienes padecen esta triste hemiplejia moral, y se empeñan en poner la ideología por encima de las evidencias.

El autorMontserrat Gas Aixendri

Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.

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