El arte de tejer y de reparar

Ser “tejedores de fraternidad”, tener la capacidad de “remendar” las relaciones sin dañar las costuras del alma se revela clave para cualquier vocación cristiana.

1 de noviembre de 2020·Tiempo de lectura: < 1 minuto
tejer reparar

Para la Jornada Mundial de las Misiones celebrada el 18 de octubre, el Papa Francisco subrayó la importancia de ser “tejedores de fraternidad”. En el Ángelus de ese día dijo: “Es hermosa esta palabra, ‘tejedores’. Todos los cristianos están llamados a ser tejedores de fraternidad. Lo son, de modo especial, los misioneros y misioneras —sacerdotes, consagrados y laicos— que siembran el Evangelio en el gran campo del mundo. Recemos por ellos y démosles nuestro apoyo concreto”.

Civilizaciones enteras han basado su camino en la capacidad de saber tejer, en el sentido de saber remendar, reparar o reajustar objetos para prolongar su funcionamiento o para construir otros. Nuevas estatuas de bronce de la fundición de otras estatuas, iglesias cristianas de templos paganos, nuevas ciudades sobre ciudades antiguas. Hoy en día ya no es así porque, desde un punto de vista económico, muchas veces no es conveniente: cuántas veces nos han dicho que el coste de la reparación es superior al del nuevo objeto. 

La relación, sin embargo, a menudo necesita el arte de saber tejer remendando. Vale para todos, no solo para los misioneros. Si no conocemos el valor de restaurar y recoser un roto, estamos condenados al aislamiento afectivo. 

Es importante entender que en el proceso de rotos y de recosidos, de crisis y de superación, que conciernen a una vocación, sea la que sea, remendar no estropea sino que mejora. Remendar un roto es como hacer un bonito bordado, precioso, atento, ordenado, pero que, a diferencia del bordado, se apreciará no cuando se vea, sino precisamente porque nadie lo verá. Algunas sastrerías llevan la inscripción: “Hacemos remiendos invisibles”, y colocan precisamente su orgullo en saber reparar con mano ligera de modo que nadie se dé cuenta. Es algo que cada uno de nosotros debe aprender para su vida.

El autorMauro Leonardi

Sacerdote y escritor.

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