Mundo

Un “mensaje de paz” desde el corazón de Europa

El viaje apostólico a Eslovaquia y la clausura del Congreso Eucarístico Internacional en Budapest, han supuesto un hito en el pontificado de Francisco. Desde allí ha enviado un “mensaje de paz” para los centroeuropeos y para el resto del mundo.

David Fernández Alonso·12 de octubre de 2021·Tiempo de lectura: 8 minutos
El Papa saluda a los jóvenes en el Estadio Lokomotiva en Košice, Eslovaquia.

El avión de la compañía aérea italiana Alitalia, que llevaba al Santo Padre como pasajero principal, aterrizaba en el aeropuerto de Fiumicino a las 15.21 del 15 de septiembre, tras un breve vuelo que había partido desde el aeropuerto de Bratislava. Inmediatamente después de haber aterrizado en suelo italiano, el Papa se dirigió, como es habitual tras cada viaje que realiza, a la Basílica de Santa María la Mayor, para rezar delante de la imagen de la Salus Populi Romani y finalmente regresar al Vaticano. Ponía así fin a un viaje apostólico, aunque cercano en la distancia, de gran envergadura espiritual. 

El viaje había comenzado el domingo 12 de septiembre, con destino a Budapest, capital de Hungría, con motivo de la Santa Misa de clausura del 52° Congreso Eucarístico Internacional.

Un viaje también ecuménico

Alrededor de las 10 de la mañana y tras haber saludado a las autoridades húngaras y a los obispos del país, el Santo Padre participó en el encuentro con el Consejo Ecuménico de las Iglesias y los representantes de la Comunidad judía, organizado en el Museo de Bellas Artes de Budapest. En su discurso, Francisco agradeció las palabras de bienvenida y animó a seguir trabajando juntos en la caridad: “Los veo a ustedes, hermanos en la fe de Cristo, y bendigo el camino de comunión que llevan adelante. Los veo a ustedes, hermanos en la fe de Abrahán nuestro padre, y aprecio mucho el compromiso que han mostrado para derribar los muros de separación del pasado. Ustedes, judíos y cristianos, desean ver en el otro ya no un extraño, sino un amigo; ya no un adversario, sino un hermano”.

Por otro lado, el Papa hizo hincapié en que “quien sigue a Dios está llamado a dejar atrás” varios aspectos de la vida: “No es casualidad que todos los que en la Escritura están llamados a seguir de un modo especial al Señor siempre tengan que salir, caminar, llegar a tierras inexploradas y a espacios desconocidos. Pensemos en Abrahán, que dejó casa, parientes y patria. A nosotros, cristianos y judíos, se nos pide que dejemos atrás las incomprensiones del pasado, las pretensiones de tener razón y de culpar a los demás, para ponernos en camino hacia su promesa de paz, porque Dios tiene siempre planes de paz”

Retomando la evocadora imagen del Puente de las Cadenas, que une las dos partes de la ciudad de Budapest, Francisco dijo que este “no las funde en una, pero las mantiene unidas” y que así deben ser los vínculos entre judíos y cristianos, dejando atrás el pasado y sus dolores: “Cada vez que se ha tenido la tentación de absorber al otro no se ha construido, sino que se ha destruido; lo mismo cuando se ha querido marginarlo en un gueto, en vez de integrarlo. ¡Cuántas veces ha ocurrido esto en la historia! Debemos estar atentos y rezar para que no se repita”.

En este contexto, el Pontífice animó a todos a comprometerse y a promover juntos “una educación para la fraternidad”, para que los brotes de odio que quieren destruirla no prevalezcan: “Pienso en la amenaza del antisemitismo, que todavía serpentea en Europa y en otros lugares. Es una mecha que hay que apagar y la mejor forma de desactivarla es trabajar en positivo juntos, es promover la fraternidad. El puente nos sigue sirviendo de ejemplo, está sostenido por grandes cadenas, formadas por muchos eslabones. Nosotros somos estos eslabones y cada eslabón es fundamental, por eso no podemos seguir viviendo en la sospecha, distantes y divididos”.

Clausura del Congreso

Plaza de los Héroes de Budapest. Acompañado por más de cien mil fieles. El Papa Francisco presidió la celebración eucarística conclusiva del 52º Congreso Eucarístico Internacional. 

Los medios de comunicación han destacado especialmente el contraste con el que el Papa opuso las acciones de los poderosos del mundo y el reinado silencioso y no violento de Dios en la cruz: “La diferencia crucial es entre el verdadero Dios y el dios de nuestro yo. ¡Qué lejos está Aquel que reina en silencio sobre la cruz, del falso dios que quisiéramos que reinase con la fuerza y redujese al silencio a nuestros enemigos! ¡Qué distinto es Cristo, que se propone sólo con amor, de los mesías potentes y triunfadoras, adulados por el mundo!”.

Por otro lado, naturalmente, los políticos húngaros también intentaron utilizar la visita del Papa para sus propios fines, teniendo en cuenta que la próxima primavera se celebrarán elecciones parlamentarias.

Pero, como afirma el director de Omnes en una columna que se puede leer en la página web www.omnesmag.com, la clave real de interpretación ha de buscarse en la Eucaristía, que ha sido el motivo y el tema de la visita. La invitación del Papa en la homilía de la Misa de clausura del Congreso Eucarístico Internacional fue: “Dejemos que el encuentro con Jesús en la Eucaristía nos transforme, como transformó a los grandes y valientes santos que ustedes veneran, pienso en san Esteban y santa Isabel. Como ellos, no nos contentemos con poco, no nos resignemos a una fe que vive de ritos y de repeticiones, abrámonos a la novedad escandalosa de Dios crucificado y resucitado, Pan partido para dar vida al mundo. Entonces viviremos en la alegría; y llevaremos alegría”.

En la misma tarde del domingo, viajó hacia Bratislava, Eslovaquia. Allí tendría un encuentro también ecuménico y una reunión con los jesuitas. Esta última reunión se desarrolló en un ambiente cordial y familiar, propio de los encuentros del Papa Francisco con los jesuitas durante sus Viajes Apostólicos. Así fue también éste, en la Nunciatura Apostólica de Bratislava, donde se reunió cerca de una hora y media con sus hermanos del país que visitaba, como informó la publicación La Civiltà Cattolica. En un tono distendido, uno de los presentes se interesó por su estado de salud, a lo que respondió que “todavía vivo. A pesar de que algunos me querían muerto”, matizando con ironía, añadiendo que es consciente de que ha habido “incluso encuentros entre Prelados, que pensaban que lo del Papa era más serio de lo que se decía. Estaban preparando el cónclave”, refiriéndose a la operación del pasado mes de julio.

Ya en Eslovaquia

A la mañana siguiente, el lunes 13 de septiembre, tras su visita de cortesía a la Presidenta de la República de Eslovaquia, Zuzana Caputová, que tuvo lugar en la Sala de Oro del Palacio presidencial en Bratislava, el Papa Francisco prosiguió con su programa del día para celebrar un encuentro con las autoridades políticas y religiosas, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.

En este encuentro, Francisco quiso recordar que “la historia eslovaca está marcada de manera indeleble por la fe”, y también expresó su deseo de que ésta “ayude a alimentar de modo connatural propósitos y sentimientos de fraternidad”. Y que lo haga inspirándose “en las grandiosas vidas de los santos hermanos Cirilo y Metodio”, que “difundieron el Evangelio cuando los cristianos del continente estaban unidos; y todavía hoy unen las confesiones de esta tierra”.

Subrayó que “es necesario esforzarse para construir un futuro en el que las leyes se apliquen a todos por igual, sobre la base de una justicia que no esté nunca en venta. Y para que la justicia no permanezca como una idea abstracta, sino que sea concreta como el pan, es necesario emprender una seria lucha contra la corrupción y que ante todo se fomente e imponga la legalidad”.

Esa mañana también se reunió en la catedral con obispos, sacerdotes, consagrados, seminaristas y catequistas, antes de salir hacia una de las visitas más esperadas: el Centro Bethlehem.

Con las Misioneras de la Caridad

Era la tarde del lunes 13 de septiembre, cuando el Santo Padre visitaba a las Misioneras de la Caridad, que trabajan en el barrio de Petržalka, en la misma ciudad de Bratislava. Actualmente hay seis religiosas que trabajan en el Centro Bethlehem, en medio de los bloques de apartamentos. Pronto se les unirá una séptima monja, de la India. Durante la semana atienden a una treintena de personas sin hogar, o en otras situaciones difíciles. Durante el fin de semana, el número de personas que atienden aumenta hasta entre 130 y 150. Las hermanas les preparan paquetes de comida, y hablan con ellos.

El Papa Francisco saludó a los fieles y entró en el edificio. Fuera, los niños cantaban: “No importa si eres grande, no importa si eres pequeño: puedes ser santo”. Dentro, el Papa se reunió con las personas atendidas en el centro y con las religiosas. “Puso su mano en mi cabeza y me bendijo. Le deseé mucha salud”, nos cuenta Juan, una de las personas que están en el centro. 

Ya al final del día, Francisco se reuniría con la comunidad judía, un encuentro con mucha fuerza, donde el Papa pidió “que el Omnipotente los bendiga para que, en medio de tanta discordia que contamina nuestro mundo, puedan ser siempre, juntos, testigos de paz. Shalom”. También mantuvo una reunión con el presidente del Parlamento y con el del Gobierno, para después ya retirarse a descansar y poder emprender una nueva jornada al día siguiente.

La visita más esperada

El martes amaneció soleado en Prešov, donde el Papa celebraría la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo, según el rito bizantino, en memoria de los mártires greco-católicos; uno de los momentos culmen. “Un cristianismo sin cruz es mundano y se vuelve estéril” afirmó el Papa en la homilía, y animó a ver con más profundidad la realidad de la cruz: “San Juan, en cambio, vio en la cruz la obra de Dios. Reconoció en Cristo crucificado la gloria de Dios. Vio que Él, a pesar de las apariencias, no era un fracasado, sino que era Dios que voluntariamente se ofrecía por todos los hombres”.

El Papa Francisco aseguró que “la cruz no quiere ser una bandera que enarbolar, sino la fuente pura de un nuevo modo de vivir. ¿Cuál? El del Evangelio, el de las Bienaventuranzas. El testigo que tiene la cruz en el corazón y no solamente en el cuello no ve a nadie como enemigo, sino que ve a todos como hermanos y hermanas por los que Jesús ha dado la vida”. El Santo Padre finalizó la homilía haciendo un llamamiento: “Conserven el amado recuerdo de las personas que los han criado en la fe. Personas humildes, sencillas, que han dado la vida amando hasta el extremo. Los testigos engendran otros testigos, porque son dadores de vida. Y así se difunde la fe. Y hoy el Señor, desde el silencio vibrante de la cruz, te dice también a ti: “¿Quieres ser mi testigo?”.

Con la comunidad gitana y los jóvenes

Y llegó la visita que generaba mayor expectación, la que haría el Papa Francisco al barrio gitano de Lunìk IX, en Košice. Más de 5.000 personas de la comunidad de gitanos esperaban al Santo Padre, para escucharle y verle en su “propia casa”. Estas personas se ven obligadas a vivir en condiciones de degradación y pobreza y su único apoyo es un centro salesiano donde se encuentra el padre Peter Žatkulák, que hemos podido entrevistar para Omnes y que se puede leer en el portal www.omnesmag.com. Según Žatkulák, “Luník IX es un gueto urbano, con sus propias normas. Y son estas mismas normas las que producen la miseria que hay aquí. Una pequeña minoría piensa que la mayoría debe respetar el tono que marcan ellos: música a todo volumen hasta altas horas de la noche, niños corriendo fuera de casa después de la cena, contenedores incendiados, basura tirada en la calle…”. El Papa Francisco centró su mensaje en Lunìk en la importancia de “acoger” la mirada sobre nosotros, “para que aprendamos a ver bien a los demás, descubrir que tenemos a nuestro lado otros hijos de Dios y los reconozcamos como hermanos”. Pues, como ha recordado: “Esta es la Iglesia, una familia de hermanos y hermanas con el mismo Padre, que nos ha dado a Jesús como hermano, para que comprendamos cuánto ama la fraternidad. Y anhela que toda la humanidad llegue a ser una familia universal”.

La tarde del martes, Francisco se encontraría con jóvenes en el estadio Lokomotiva de Košice. Allí les animó a soñar en grande, y no dejarse atrapar de modas pasajeras que nos pueden alejar del Señor: “Cuando sueñen con el amor, no crean en los efectos especiales, sino en que cada uno de ustedes es especial. Cada uno es un don y puede hacer de la vida un don. Los otros, la sociedad, los pobres los esperan. Sueñen con una belleza que vaya más allá de la apariencia, más allá de las tendencias de la moda. Sueñen sin miedo de formar una familia, de procrear y educar unos hijos, de pasar una vida compartiendo todo con otra persona, sin avergonzarse de las propias fragilidades, porque está él, o ella, que los acoge y los ama. Los sueños que tenemos nos hablan de la vida que anhelamos. Los grandes sueños no son el coche potente, la ropa de moda o el viaje transgresor. No escuchen a quien les habla de sueños y en cambio les vende ilusiones, son manipuladores de felicidad”.

Clausura del viaje

La visita a Eslovaquia llegaría a su fin con la celebración de la Santa Misa al aire libre en el Santuario de Šaštín. Han sido más de 50.000 personas las que acudieron a Šaštín para celebrar la solemnidad de Nuestra Señora de los Siete Dolores, patrona de Eslovaquia, en la Santa Misa con el Papa Francisco. 

El Papa subrayó que “la fe no puede reducirse a una azúcar que endulza la vida. Jesús es un signo de contradicción. Vino a traer luz donde hay oscuridad, sacando la oscuridad a la luz y obligándola a rendirse. Por eso las tinieblas siempre luchan contra Él. Quien acepta a Cristo y se abre a él se levanta; quien lo rechaza se cierra en las tinieblas y se arruina”.

Ha sido el broche de oro a un viaje de cuatro días importantísimo en Eslovaquia. Tras la misa, tuvo lugar la ceremonia de despedida en el aeropuerto y el regreso a Roma.

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