El 24 de mayo de hace cuatro años, el entonces director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Alessandro Gisotti, quiso dar el nombre de Joaquín Navarro-Valls a la sala de trabajo de los periodistas acreditados ante la Oficina de Prensa del Vaticano.
“Dar el nombre de Navarro-Valls, que también había sido presidente de la Asociación de la Prensa Extranjera en Italia, a la sala donde los periodistas acreditados trabajan cada día informando sobre el Vaticano, dije, es ‘un signo para subrayar que, en la Iglesia y en la Santa Sede, la información cuenta y debe contar siempre más’”, manifestó Alessandro Gisotti en la presentación en el CEU del libro editado por Espasa. Un acto al que asistieron el Nuncio de Su Santidad Bernardito Auza, el cardenal Rouco Varela, el presidente de la Academia de Jurisprudencia y Legislación, Manuel Pizarro, y la rectora de la Universidad CEU San Pablo, Rosa Visiedo, entre otras personalidades.
A juicio de Gisotti, ahora subdirector editorial de los Medios Vaticanos, “éste es ciertamente, el legado más importante y duradero, en mi opinión, que nos ha dejado el direttore Navarro: la comunicación es fundamental en el mundo de hoy y esto vale también para la Iglesia y la Santa Sede”.
En la entrevista con Omnes, Rafael Navarro-Valls ha subrayado algo que manifestó también Alessandro Gisotti: “‘Joaquín Navarro Valls no fue un portavoz, fue el portavoz’, elogiando su prestigio entre todos los periodistas acreditados ante la Santa Sede”.
Hablaron también en el acto Diego Contreras, editor y profesor de la Universidad de la Santa Cruz (Roma); el ex portavoz del gobierno Iñigo Méndez de Vigo; Jesús Trillo-Figueroa, abogado del Estado y miembro del Consejo de Honor del Instituto Karol Wojtyla-Juan Pablo II; y Fernando Lostao, director de la Fundación Ángel Herrera Oria, que moderó el acto.
Rafael Navarro-Valls, presidente de la Conferencia Permanente de Academias Jurídicas Iberoamericanas, y vicepresidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España, ha comentado así el libro de su hermano Joaquín.
¿Cuál ha sido su tarea en la génesis y edición de este libro de notas personales de su hermano Joaquín sobre el Papa San Juan Pablo II?
–Mi intervención consistió en revisar la excelente versión preparada por el editor, Diego Contreras, hacer algunas sugerencias, y animar a Joaquín cuando vivía para que concluyera la versión contenida en más de 600 páginas de anotaciones. El portavoz durante 22 años anotó día a día sus impresiones, con un esfuerzo grande, pues lo hacía al final de jornadas llenas de incidencias y que le suponían un notable trabajo.
Ud. coordinó la edición del libro ‘Navarro-Valls, el portavoz’, con valiosos testimonios sobre su hermano Joaquín y su trabajo en la Santa Sede. ¿Aquél es un libro sobre su hermano, y éste es un libro sobre san Juan Pablo II?
–Efectivamente, el libro “El portavoz”, que tuve el honor de coordinar, contiene 20 testimonios de personalidades de Europa y América sobre Joaquín. Es un libro de declaraciones de personas que le conocieron y trataron. Naturalmente hay también referencia a S. Juan Pablo II, pero como usted dice se centra más en la figura del portavoz.
Las Memorias de Joaquín miran hacia Juan Pablo II, de modo que el narrador queda más en la penumbra. Pero al tratarse de un libro que cubre un arco de más de 20 años, es inevitable que también aparezca la figura de Joaquín.
Mis años con Juan Pablo II
¿Le consultó su hermano la propuesta de Juan Pablo II de dirigir la Sala Stampa y ser portavoz de la Santa Sede? ¿Le habló de alguna condición que pondría para aceptar el puesto? Se ha mencionado una: el acceso al líder, al Papa en este caso.
–Más que consultarme, me informó de que le habían propuesto esos cargos. A mí me pareció una elección afortunada y le hablé del mucho bien que podría hacer desde ese puesto. Efectivamente me refirió que había puesto dos condiciones: contacto directo con el Papa y transparencia. De ahí las muchas veces que comió y cenó con él, y su acceso frecuente al mismo. En este acceso desempeñó un papel importante el propio secretario personal del Papa, Mons. Stanislaw Dziwisz. Respecto a su empeño de hacer transparente la Sala de Prensa, recuerdo su decisión de comunicar a la prensa el principio de Parkinson que tenía Juan Pablo II, lo que supuso un encontronazo con la Secretaría de Estado.
Usted es miembro del Opus Dei desde hace muchos años, como lo era su hermano Joaquín. ¿Le comentó algo que le dijera el beato Álvaro del Portillo, prelado del Opus Dei esos años, o luego su sucesor, Mons. Javier Echevarría?
–Los miembros del Opus Dei somos absolutamente libres – y correlativamente responsables- del ejercicio de nuestra labor profesional. No creo que recibiera “consignas” de la Prelatura. Nunca hablamos de este extremo.
El martes se presentó este libro en el CEU. ¿Alguna idea que le parezca oportuno subrayar de lo que se dijo ahí?
–Todos los ponentes hicieron intervenciones muy inteligentes. Por decir una que me impactó, Alessandro Gisotti, que fue portavoz de la Santa Sede y actual subdirector editorial de los Medios Vaticanos, observó que “Joaquín Navarro Valls no fue un portavoz, fue el portavoz”, elogiando su prestigio entre todos los periodistas acreditados ante la Santa Sede
¿Es posible ser amigo, muy amigo, de un Papa? Su hermano lo era, por lo que se puede apreciar. Con amistad filial, ha dicho usted, le veía y trataba como a un Padre. ¿El Papa le veía como a un hijo? Hay fotos que hablan.
–Joaquín negaba que él pudiera ser amigo del Papa. Y citaba a Platón que decía que para que haya amistad entre dos personas es necesaria una cierta igualdad entre ellas. Mi hermano añadía que la distancia entre Juan Pablo II y él era enorme. Pero la verdad es que entre ellos existía amistad. Basta ver las fotos a que usted se refiere para descubrir la complicidad entre ellos. En mi modesta opinión, Platón no tenía razón: cabe la amistad entre desiguales.
El Papa hacía con mucha frecuencia bromas sobre él y su misión de portavoz. En ellas se detecta ese afecto que existe entre un padre y un hijo.
Dígame algo que no esté en el libro, o que pudo estarlo y no lo está. Alguna confidencia que le hiciera su hermano.
–Recuerdo que en la conferencia de El Cairo utilizó palabras duras para describir la diferencia entre lo que Al Gore – vicepresidente de Estados Unidos- decía (“no pretendemos defender la utilización de los textos para potenciar el aborto”) y lo que , al mando de su equipo, se hacía en realidad. Públicamente afirmó Joaquín: “El borrador de documento sobre la población, cuyo promotor principal es Estados Unidos, contradice la afirmación del Sr. Gore”. Por si hubiera dudas, cuando un periodista norteamericano preguntó al portavoz: “Afirma usted que el vicepresidente de Estados Unidos miente”. Joaquín sin inmutarse respondió: “ Sí, eso es lo que digo”. Esto último lo omitió en el libro.
Y ahora, algo que sí esté. Son 640 páginas, y hace un favor a los lectores.
–Joaquín tenía una gran cabeza, pero también gran corazón. Dos veces en el libro se describen las lágrimas del portavoz: una, cuando ante millones de personas que seguían sus palabras por televisión, anunció la extrema gravedad de Juan Pablo II. La otra, cuando lee a Juan Pablo II un despacho de la agencia Reuters que recogía unas palabras del cismático Lefebvre sobre el Papa: que si era un hereje, que ya no tenía fe católica, etc. No pudo terminar de leer estas cosas. Se le hizo un nudo en la garganta y se le saltaron las lágrimas. San Juan Pablo II, le animó a continuar y para distender la tensión aludió a la posible enfermedad de Lefebvre. Joaquín replicó que, como médico, podía entender una enfermedad, pero que también el diablo puede actuar en la historia a través de la enfermedad.
Joaquín Navarro-Valls fue portavoz de la Santa Sede durante veintidós años, en los pontificados de san Juan Pablo II y Benedicto XVI, el primer no italiano en ese cargo, y desempeñó un papel relevante en la diplomacia vaticana. Esto sorprende un poco…
–Sí, es muy excepcional que un portavoz de los “Grandes” permanezca tanto tiempo en el puesto. Incluso su cese durante el pontificado de Benedicto XVI fue a petición propia. Recuerdo que la RAI hizo un programa de gran repercusión conectando simultáneamente con tres portavoces de tres “grandes”: el de Estados Unidos, el de la Unión Soviética y Joaquín por la Santa Sede. En un momento de la conversación a tres bandas, los portavoces de los dos grandes países (estuvieron en su cargo no más de seis años, Joaquín estuvo 22) manifestaron su estupefacción por la permanencia de Joaquín durante tantos años. Eso fue posible por la gran compenetración entre el “Jefe” y su portavoz.
Ha explicado usted que Juan Pablo II planteó tres frentes: la batalla contra el proceso de secularización; el segundo, el bloque soviético: su objetivo fue proteger los derechos humanos; y en el tercer mundo, “el enemigo era el increíble marasmo de la pobreza”. ¿Algo que añadir o precisar?
–Esos tres frentes se describen a lo largo de todo el libro. Pero lo verdaderamente interesante es la gran serenidad y buen humor con las que Juan Pablo II encaraba los graves temas que debía abordar. Es decir, el lado humano y espiritual de un santo. A Joaquín le fascinaba el “lado humano” del Pontífice: su valentía y coraje, su alegría profunda, su reciedumbre y armonía de espíritu, etc. Naturalmente, también su faceta espiritual y virtudes anejas. Por ejemplo, cómo rezaba. En la Nunciatura de un país africano, donde se alojaban, Joaquín entró un momento en la capilla y se encontró al Papa rezando de bruces ante el Sagrario. Joaquín esperó hasta una hora y salió sin hacer ruido. A la mañana siguiente preguntó a las religiosas a qué hora se había retirado el Papa a su dormitorio. Le dijeron que había pasado toda la noche en oración.
¿Puede referir una anécdota sobre la petición de misericordia de Juan Pablo II para un condenado en Estado Unidos?
–Está contenida en el libro. En síntesis, sucedió así. En uno de los múltiples viajes de Juan Pablo II, llegó a la ciudad de San Luis (Misuri, USA). Se enteró, a través de Joaquín, de que un convicto de asesinato, veterano de Vietnam (Darrell J. Mease) iba a ser ejecutado durante su visita. El Papa intercede por su vida ante el gobernador. El jefe de prensa de este sugiere que Juan Pablo II se lo pida directamente al gobernador. Así, al concluir una solemne ceremonia en la catedral de San Luis, en la que están sentados en la primera fila el presidente Clinton y el gobernador Carnaham, el Papa se detiene ante el gobernador y con toda sencillez le dice : “Have merci on Mr. Mease” (Tenga misericordia del señor Mease). Con idéntica sencillez el gobernador contesta: “I will do it” (lo haré). De este modo, el condenado salvó la vida.
También ha contado usted un suceso relativo a la canción My Way, de Frank Sinatra. Juan Pablo II ya es santo. ¿Lo era su hermano, a su juicio?
–Creo que Joaquín era un hombre con muchas virtudes humanas y también sobrenaturales. Cuando mis hermanos y yo trasladábamos el féretro de Joaquín al coche fúnebre, es verdad que de modo inexplicable se disparó mi móvil y comenzamos a escuchar los acordes de una de las canciones preferidas de Joaquín: My Way. Interpreté que era un modo de decirnos que estaba en camino de llegar a buen puerto.