América Latina

Ulrich Steiner: “Para mí, llegar a ser cardenal significa poder servir más y mejor”

Por primera vez en su historia, la Amazonia brasileña tendrá un cardenal. Se trata de monseñor Leonardo Ulrich Steiner, arzobispo de Manaos, un populoso centro urbano de Brasil y capital del estado de Amazonas, situado en el norte del país.

Federico Piana·19 de agosto de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos

Foto: Monseñor Ulrich Steiner

Monseñor Steiner explica que esta “decisión del papa Francisco ha sido una sorpresa para mí y una alegría para mi comunidad”. El futuro purpurado recibirá el anillo pastoral y el birrete cardenalicio en el consistorio del 27 de agosto, en el que el pontífice creará 21 cardenales. “Para mí, llegar a ser cardenal significa poder servir más y mejor”, explica el arzobispo de Manaos, que revela cómo, nada más conocer la noticia de su nombramiento, su vida no cambió en absoluto. “He seguido y sigo sirviendo a mi diócesis como antes”, dice con gran sencillez.

Usted será el primer cardenal de la Amazonia brasileña, ¿cuáles serán las cargas y los honores de esta decisión tomada por el Papa?

Mi comunidad, todos los fieles, están agradecidos al Santo Padre por haber demostrado una vez más su cercanía y paternidad. Ciertamente, con esta decisión, el Papa Francisco ha expresado su deseo de querer una Iglesia misionera perfectamente encarnada en la Amazonía, que sea samaritana y por tanto cercana a los pueblos originarios. Este nombramiento tiene la fuerza, el peso y la dignidad del servicio.

Como cardenal, ¿cómo intensificará sus esfuerzos por la Amazonia?  ¿Qué objetivos intentará alcanzar por el bien de esta región? 

En la Amazonia, la Iglesia es una Iglesia de Iglesias particulares que, juntas, sueñan, rezan, celebran y elaboran sus directrices pastorales. Es realmente una Iglesia sinodal que siempre trata de aprender de los pueblos originarios, buscando inculturarse. A lo largo del tiempo, esta Iglesia también ha hecho un enorme esfuerzo por preservar nuestra casa común. Si puedo animar y fortalecer esta evangelización, como pide el Papa Francisco en la exhortación postsinodal Querida Amazonia, ayudaré al Obispo de Roma en su ministerio.

¿Cree que puede haber una conexión entre el Sínodo de 2019 sobre la Pan-Amazonía y su nombramiento como cardenal?

Ese sínodo es una luz para fortalecer el camino recorrido y buscar nuevos caminos. La Conferencia Episcopal para la Amazonía, aprobada por el Papa Francisco, apunta a este camino eclesial sinodal. Mi nombramiento anima a las Iglesias particulares que están en la Amazonia a seguir confiando en este camino y a realizar los sueños de Querida Amazonia.

¿Cuál es la situación actual de la Iglesia en la Amazonia?

Somos una Iglesia viva, misionera y sinodal. Nuestras comunidades son acogedoras, solidarias, con la participación de hombres y mujeres como discípulos misioneros. Es una Iglesia que cuida la formación de los laicos y del clero, que se apoya en la vida religiosa incrustada en la vida pastoral y misionera. Necesita ayuda para mantener viva la vida eclesial debido a las distancias y a la sencillez en la que viven un gran número de comunidades. Además, es también una Iglesia atenta a las necesidades de los pueblos originarios y de las personas que viven en la periferia. Para ello está animada por líderes comunitarios, ministerios no ordenados y pastoral social. En definitiva, es una Iglesia necesitada y, quizás por ello, generosa y esperanzada. 

¿Cuáles son los retos sociales y políticos a los que se enfrenta la Amazonia?

En mi opinión, los principales retos están relacionados con la hermenéutica del Papa Francisco: son retos sociales, culturales, medioambientales y eclesiales. Las periferias de las ciudades son pobres, sin infraestructuras, sin saneamiento básico, con falta de espacios culturales y recreativos. Los pobres, los ribereños, los indígenas, sufren la falta de servicios médicos; a ello se suma la violencia, que va en aumento.  Además, hay problemas relacionados con la subestimación de las diferentes culturas y la devastación de la selva, el aumento de la pesca depredadora, la minería y la contaminación del agua: actividades que destruyen el medio ambiente, la morada de los pueblos nativos.

Luego están los desafíos eclesiales. Debemos esforzarnos por ser una Iglesia capaz de escuchar las expresiones religiosas de las comunidades, de acoger la riqueza religiosa de los rituales de la gente, de ofrecer oportunidades para encargar ministerios, de percibir la presencia de Dios en la forma de vivir en armonía con todo y con todos. Los desafíos son muchos cuando la Iglesia busca ser encarnada y liberadora.

¿Qué puede hacer la comunidad internacional para apoyar al Amazonas? ¿Y qué no ha hecho?

La Amazonia debe vivir visiblemente de forma autónoma: debe ser respetada y no destruida, cuidada y no dominada, cultivada y no explotada. La Amazonia debe ser vista como una realidad compleja y armoniosa; abarcadora y única. La comunidad internacional podría apoyar cada vez más la realidad, el modo de vida, la cultura, de los pueblos originarios. Son ellos quienes cuidan de nuestra casa común y pueden garantizar su futuro. La comunidad internacional podría contribuir a la investigación y el apoyo a la conservación del Amazonas. Precisamente la presión internacional para que se cuide mejor la Amazonia y sus pueblos ha contribuido a la necesidad de abordar la cuestión de la destrucción medioambiental en la región, pero también la necesidad de la autonomía cultural y religiosa de los pueblos originarios.

Sin embargo, mientras vivamos en un sistema económico basado en la acumulación de riqueza, el beneficio a cualquier precio y la falta de respeto por la dignidad de la persona y de los pobres, la Amazonia seguirá siendo destruida. Esto tiene que cambiar. Lo que no hemos hecho todavía es poner la economía en el centro de la casa común, como dice la etimología de la palabra. El Amazonas es parte del planeta Tierra, el hogar de todos. Es urgente despertar a la humanidad para que cuide la casa común, como afirma el Papa Francisco en la encíclica Laudato Sì. 

El autorFederico Piana

 Periodista. Trabaja en Radio Vaticana y colabora con L'Osservatore Romano.

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