Evangelización

San Martín de Porres (‘Fray Escoba’), peruano, primer santo mulato de América

San Martín de Porres (1579-1639), al que la liturgia celebra el 3 de noviembre, es conocido como el primer santo mulato de América. Nació en Lima, hijo de noble español y mujer negra panameña, y es venerado por su caridad y servicio a pobres y enfermos, su humildad (‘Fray Escoba’) y los milagros que se le atribuyen.  

Francisco Otamendi·3 de noviembre de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos
San Martín de Porres, Fray Escoba

Imagen de san Martín de Porres venerada en la Parroquia Santa Rosa del Callao (Perú) (Jbermejoaspergueta, Wikimedia commons).

San Martín de Porres nació el 9 de diciembre de 1579 en Lima, hijo de noble español y mujer negra panameña. Ingresó en la Orden dominica en el convento de Santo Domingo en 1594. En 1603, profesó sus votos como hermano lego. Se dedicó a tareas de barbero, enfermero y portero, y es recordado por usar la escoba como símbolo de servicio, y denominado ‘Fray Escoba’.

‘Fray Escoba’ destacó por su profundo amor al prójimo, atendiendo a enfermos de todas las razas y clases sociales, y también a los animales. Se le atribuyen milagros como curaciones prodigiosas, bilocación (estar en dos lugares a la vez) y la capacidad de comunicarse con los animales.

Fundó un albergue para huérfanos, y falleció en Lima el 3 de noviembre de 1639, dejando un gran vacío en la ciudad por su bondad y servicio a los más necesitados. Fue beatificado en 1837 por el Papa Gregorio XVI y canonizado en 1962 por el Papa Juan XXIII. Es considerado patrón de la justicia social, así como protector de los barberos, los enfermeros y la limpieza pública. Su festividad se celebra cada 3 de noviembre.

Caridad día y noche con todos 

La web de los dominicos informa que fue el 2 de junio de 1603 cuando San Martín de Porres se consagra a Dios por su profesión religiosa. El P. Fernando Aragonés testificará: “Se ejercitaba en la caridad día y noche, curando enfermos, dando limosna a españoles, indios y negros, a todos quería, amaba y curaba con singular amor”. La portería del convento es un reguero de soldados humildes, indios, mulatos, y negros; él solía repetir: “No hay gusto mayor que dar a los pobres”.

El Martirologio Romano destaca que “aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres. Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad († 1639)”.

El autorFrancisco Otamendi

Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica