Evangelización

Ángel Miranda: “En el deporte descubrimos rasgos del servicio eclesial”

La celebración de la I Jornada Deporte y Fe pone de relieve la apuesta de la Iglesia por una pastoral específica en este ámbito y que el propio Papa Francisco alienta especialmente.

Maria José Atienza·16 de febrero de 2023·Tiempo de lectura: 6 minutos
deporte y fe

Foto: Jugadores del Loyola Ramblers y del Wisconsin Badgers durante un partido en el Kohl Center de Madison. ©CNS photo/Mary Langenfeld, USA TODAY Sports via Reuters

La sede del colegio de los Salesianos de Pamplona acoge, los próximos 9 y 10 de marzo la I Jornada Deporte y fe. Un encuentro organizado por Salesianos Pamplona, en colaboración con el Arzobispado de Pamplona y Tudela y que quiere ser “el punto de partida para aprovechar el deporte como instrumento de evangelización”, como apuntaba Litus Ballbe, sacerdote y responsable de la Pastoral del Deporte de la Conferencia Episcopal Española en la presentación de esta jornada.

Ángel Miranda, director de Salesianos Pamplona, ha hablado con Omnes de esta jornada en la que participarán, entre otros, deportistas profesionales como Enhamed Enhamed, deportista paralímpico, directores de escuelas deportivas como Ignasi Talo, Director Centro Deportivo Brafa o Angelo De Marcellis, director de la Pastoral del Deporte en Teramo y presidente del Centro Deportivo italiano de la provincia de Teramo.

La familia salesiana siempre ha prestado una gran atención al deporte como ámbito de desarrollo de virtudes humanas y también cristianas. ¿Cómo se concibe la práctica deportiva dentro de esta visión de fe?

–La cuestión que se plantea tiene dos preguntas implícitas, una más centrada en el enfoque salesiano del tema y la otra de una visión general del deporte.

Cuando en la familia salesiana se plantea la identidad de cualquiera de sus presencias remite al enfoque original de la propuesta pastoral de Don Bosco que se sintetiza en cuatro palabras a definir cada obra como “casa” para el que no la tiene, “escuela” para quien carece de ella, “iglesia” para quien no la frecuenta y “patio” donde encontrarse y convivir con los amigos.

Es claro que la práctica deportiva se enmarca fácilmente dentro del “patio” salesiano (algún documento eclesial la pone, curiosamente dentro del “patio de los gentiles” como gran pista de la concepción creyente de la práctica deportiva.

A la hora de contemplar la práctica deportiva desde la fe, quizás alguien intente tirar por la vía del medio proponiendo a Jesús dentro de largas “marchas atléticas” o del deporte náutico en el lago, la pesca más o menos “submarina”, o quizás el montañismo puesto to, se supone, al servicio de la misión.

El encuentro que se está preparando no va tanto en esta línea cuanto en un enfoque más orientado al “diálogo” entre la práctica deportiva y la fe. Un diálogo que supone una visión antropológica de la persona que práctica, que dirige, que anima o que de un modo u otro se aproxima a la práctica deportiva.

Dicho de otra manera, la Jornada nace desde una doble pregunta. Por un lado, si en la práctica deportiva tu “hacer” cualifica y potencia el “ser” de las personas que entran en tu ámbito. Por otro, si, como practicante o usuario del deporte, eres capaz de descubrir o encontrar en el deporte algunas claves que te abran a una visión y sentido de vida donde tenga un espacio la dimensión creyente de la persona. Por ahí es posible abrir camino a una lectura de la práctica deportiva, si no mejor, al menos diferente.

¿Qué aporta a los jóvenes, en su vida cristiana, el deporte? 

–Ante todo, no está de más poner de relieve que el diseño de nuestra jornada, se percibe más como ocasión de un diálogo abierto entre la práctica deportiva y la fe, también de cualquier joven, de cualquier confesión, de cualquier experiencia y nivel de desarrollo de la dimensión transcendente de su vida.

No obstante, hablando desde nuestra perspectiva cristiana, no viene mal recordar que la Iglesia sirve a la extensión del Reino por cuatro caminos: el anuncio del Reino, el encuentro en la comunidad, la celebración de la fe y la vida y el servicio a los hermanos.

Sin pretender hacer un desarrollo de esta reflexión, y ciñéndonos al sentido de la pregunta, resulta fácil descubrir en la práctica deportiva rasgos de estas cuatro dimensiones del servicio eclesial en la medida que anuncia y transmite valores de encuentro, convivencia, ayuda, disponibilidad; es lugar de encuentro, colaboración, capacidad de compartir metas, convivencia; hace posible el desarrollo integral de la persona en el entorno de valores concretos y, además, se convierte en tiempo y espacio de alegría, celebración mejora de la convivencia

Otra cosa es quedarnos en los signos externos, … la señal de la cruz en sus infinitas variedades de velocidad y de gesto al salir al campo, las estampas protectoras dentro del equipaje, el envío al cielo o al infinito desconocido del triunfo y tantas y tantas … evocaciones de un “algo” o de un “alguien” más o menos cercano que nos sobrepasa y plantea interrogantes profundos a la vida y hacer de nuestro día a día. Por ahí, como comprenderás se abre toda una pista a esa doble lectura de lo que aporta el deporte a la persona que está en proceso de contemplación, apertura, socialización, proyección de la propia existencia y las posibilidades de una práctica deportiva que favorece el desarrollo físico, ético social y, ¡por qué no! la apertura a la trascendencia de las personas y de los grupos.

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Litus Ballbe, Ángel Miranda y Javier Trigo en la presentación de la I Jornada “Deporte y Fe”

A menudo conocemos caras incompletas del deporte: o el estrellato máximo, o “los bajos fondos” de diferentes disciplinas. ¿Cómo evitar esas dos miradas escoradas del deporte y conocerlo y vivirlo de manera integral?

–Yo coloco esta cuestión en la mirada. La “mirada” es de la persona. Es la persona quien, de diferentes maneras, quizás escoradas, mira, ve, contempla, admira, celebra, y comparte o practica la actividad deportiva.

Son o somos las personas quienes aplaudimos, gritamos, cumplimos o incumplimos reglamentos, contratamos, pagamos, rechazamos o colaboramos, con visiones más positivas o negativas de la práctica deportiva. Como dice el Evangelio, lo que “sale” de nosotros, del corazón, es lo que mancha, no lo que entra…

Por eso nuestra perspectiva de cara a los jóvenes es fundamentalmente educativa. Posibilitar que los jóvenes y, ¿por qué no los mayores?, practicantes aprendan a ganar y perder, a ser el más brillante o el buen colaborador, a valorar el éxito propio y el de los demás, a la titularidad o al banquillo, a aceptar o rechazar al otro, al diferente, al esfuerzo por mejorar, al respeto de la norma y de la ley, … ¡Podemos seguir! Solo así, aunque no “evitaremos” las miradas “escoradas”, estaremos ayudando al crecimiento de generaciones de personas con planteamientos sanamente críticos frente a tantos “escoramientos” éticos, económicos, sociales y no solo deportivos que descubrimos en nuestro entorno.

¿Qué papel tienen los educadores y las familias en el crecimiento de las virtudes a través de la práctica deportiva? 

–Creo que está apuntado en el tono y contenidos de conversación que venimos manteniendo. Y aquí, la visión social y la praxis plural de la realidad familiar, exigirá una mirada casi caleidoscópica del papel que pueden y deben desempeñar todos ellos.

Asumiendo la familia como primera y principal responsable de la educación y desarrollo integral de los hijos, es claro que, en la medida que el deporte forme parte de su realidad y de su vida, será necesario admitir funciones de apoyo, control, adaptación a la realidad, establecimiento de prioridades educativas y de cauces positivos de socialización a través del deporte, armonización de ideales y metas, etc.  y todo en el horizonte de una práctica deportiva que, en el proceso de desarrollo integral de la persona, es “medio” y no “fin” determinante del sentido de vida de los jóvenes.

Y aquí, surge una cuestión complementaria que tiene que ver con la “educación de los padres y madres” que, más allá del entorno, de los medios de comunicación, de las imágenes personales o grupales o de criterios de integración educativa y social, necesitan “aprender a optar y acompañar” los procesos de crecimiento y de desarrollo integral de sus hijos.

Trasladando este enfoque a la actividad de los educadores, entrenadores, monitores, entidades deportivas, responsables de políticas deportivas, empresas de apoyo económico, etc. al marco de referencia de nuestro encuentro, descubriremos que estamos más en fase de búsqueda que de respuesta, de proyecto que de resultados, de diálogo que de debate, y todo con eso que normalmente entendemos por “espíritu deportivo”.

En el caso de esta Jornada Deporte y Fe. ¿Cómo nació la propuesta? ¿Cuáles han sido las inspiraciones para las diferentes ponencias? 

–El pasado mes de octubre, en el Vaticano tenía lugar un encuentro de personas e instituciones relacionadas con el deporte bajo el lema “Deporte para todos” donde no faltó la participación de entidades de distintos niveles de la Iglesia española del que, posteriormente se han hecho eco en la propuesta de una jornada nacional específica sobre el tema que ha ido cristalizando al amparo organizativo de varias entidades de la Iglesia navarra.

Para ello se cuenta con un entorno y una rica historia local de personas y organismos próximos a la actividad deportiva profesional y amateur, generadora a lo largo del tiempo de rasgos identitarios de las personas y del pueblo en el entorno de una actividad deportiva popular con frutos innegables de integración social.

En este marco de referencia no ha faltado el grupo de entidades educativo-culturales que en coherencia de su reflexión creyente sobre la pastoral del o a través de la actividad deportiva, plantea la conveniencia de hacer una reflexión abierta al diálogo entre dos realidades que forman parte indivisible de su actividad ordinaria.

Hablamos por tanto de una Jornada para dialogar creativa e imaginativamente sobre las posibilidades de generar procesos de crecimiento integral de las personas mediante una actividad deportiva donde no falten valores y experiencias de desarrollo de un sentido de vida abierto a la transcendencia. Una actividad muy concreta del diálogo entre la fe y la cultura, donde se haga presente el deporte como “buena noticia” para nuestros destinatarios y la práctica deportiva como ayuda al crecimiento de las personas en su nivel de apertura a la “Buena Noticia” de Jesús y de la Iglesia.

Una Jornada en la que se ha tratado de armonizar diferentes contenidos y mensajes en torno a  la idea de una Iglesia abierta al mundo del deporte, experiencias personales de vivencia de la fe en la práctica deportiva, la organización y desarrollo del deporte acorde con la identidad educativo-religiosa, en su caso, de las organizaciones y el intercambio de líneas de compromiso social desde el deporte. La jornada, además, se cerrará con un trabajo más grupal y asambleario sobre propuestas de acción pastoral en el entorno de la actividad deportiva.

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