Evangelio

Comentario a las lecturas del domingo 25 de julio de 2021

Alejandro Nevado·21 de julio de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos

Siguiendo con el Evangelio de Marcos, habríamos leído la multiplicación de los panes en beneficio de la multitud, a la que Jesús veía “como ovejas sin pastor” y que no tenía qué comer. La elección de la liturgia es, en cambio, ampliar la reflexión teológica sobre ese episodio; y por eso durante cinco domingos leemos el capítulo sexto de Juan, donde tras la multiplicación de los panes se abre el discurso sobre el pan de vida, revelación que nos hace Jesús sobre el misterio de su presencia en el pan que nos dará y, con él, la vida eterna. Que la multiplicación de los panes y los peces sea el único milagro contado por los cuatro evangelios, y que Mateo y Marcos lo relaten dos veces, revela un sentido profundo: es un signo decisivo para entender a Jesús en su compasión por el sufrimiento humano, y también en su proyecto de entrar en comunión con toda la humanidad, a lo largo de los siglos, a través de la Eucaristía. 

En el relato de Juan notamos que la multitud sigue a Jesús porque sana a los enfermos. Que él sube al monte y se sienta allí. La montaña fue el lugar donde Dios dio a Moisés la ley, escrita en tablas de piedra. Cuando Jesús sube a una montaña se está preparando para darnos algo de la nueva ley que escribe en los corazones. La Pascua está cerca: lo que Jesús está a punto de hacer está íntimamente relacionado con la Pascua de su futura redención. Jesús levanta la mirada, como cuando reza: mirar hacia la pobreza de los hombres con su corazón, es como orar, y el Padre lo escucha. Quiere involucrar a Felipe, y le pregunta cómo alimentar a esas personas, aunque ya sabe cuál será la solución. Jesús es maestro también de la capacidad de colaborar. Felipe y Andrés ven las cosas desde el punto de vista de la fuerza humana: doscientos denarios, o cinco panes de cebada y dos peces, no son suficientes para nadie.

El recurso proviene de un niño que renuncia espontáneamente a su comida: da todo lo que es suyo. La Iglesia necesita el entusiasmo y la locura de la juventud. Necesitamos la novedad del pan de cebada, que en primavera es el primero de los cereales en dar fruto. El lugar que Jesús ha elegido es hermoso en el paisaje, es cómodo en la hierba donde todas esas personas pueden sentarse. Según Juan, es el mismo Jesús quien distribuye el pan después de dar gracias, la oración que da nombre a la Eucaristía. Quizás los discípulos le ayuden: hay cinco mil hombres, sin contar a mujeres y niños. Pero es bueno ver que es el mismo Jesús quien nos da el pan. Seguramente los doce recogen las sobras: una canasta cada uno. Así sienten cuánto pesa: así queda grabado para siempre en su memoria que la generosidad de Dios es sobreabundante, que la Eucaristía es inagotable.

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