Ecología integral

“Es una pena que, en nuestro mundo desarrollado, la vida no merezca ser cuidada hasta el final”

El director de Obras Misionales Pontificias en España, José María Calderón ha emitido un comunicado en el que destaca la labor de tantos misioneros con enfermos incurables que enseñan "que la vida vale la pena cuando se convierte en servicio".

Maria José Atienza·22 de marzo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos
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Foto: Pedro Rosón Misionero en Perú ©OMP

La reciente aprobación de la ley de eutanasia cuenta con el rechazo de miles de personas, y en especial, el absoluto rechazo mostrado por la Iglesia Católica y sus representantes.

En este sentido, el director en España de las Obras Misionales Pontificias, el sacerdote José María Calderón ha querido unirse de manera institucional a este rechazo con un comunicado en el que recuerda cómo “la Iglesia, con sus misioneros, está cuidando en muchas ocasiones, de modo heroico a muchas personas que sufren enfermedades terribles, incurables, mortales”.

Calderón ha señalado cómo los “misioneros nos enseñan que la vida vale la pena cuando se convierte en servicio, en preocupación, en entrega a los demás, especialmente a los más necesitados y desfavorecidos”.
 
El director de las OMP en España, ha querido resaltar también que “es una pena que, en nuestro mundo desarrollado, con muchos más medios materiales y sanitarios, la vida de la persona no merezca ser cuidada hasta el final, y se decida —como si nosotros tuviéramos la llave de la vida y de la muerte— cuándo la vida de un enfermo ya no tiene valor o sentido”.

Asimismo, Calderón ha querido subrayar cómo “frente al enorme valor que se reconoce a la vida en muchas de las culturas en que realizan su labor nuestros misioneros, la ley que el Congreso español aprobó la semana pasada sobre la eutanasia y el suicidio asistido es una prueba más de que el hombre, para nuestra sociedad, tiene valor en la medida en que es útil, de manera que a quien sufre, en lugar de acompañarle y ayudarle a vivir esos momentos con paz y sintiéndose amado, se le puede quitar la vida”.
 
Jose María Calderón ha agradecido a “la Iglesia y a los misioneros y misioneras que están en aquellos países lejanos, por darnos esa lección de humanidad y de caridad”.

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