Evangelización

El último rosario de Jerzy Popiełuszko

El 19 de octubre de 1984 sería el último día que se vio con vida a Jerzy Popiełuszko, capellán de “Solidaridad”. Popiełuszko fue asesinado por el gobierno comunista que no toleraba su oposición a la falta de libertad y la falsedad del sistema.

Ignacy Soler·19 de octubre de 2022·Tiempo de lectura: 6 minutos
JERZY POPIELUSZKO

Aquellos días de octubre del año 1984 han quedado firmemente sellados en la memoria de muchos. La noticia ocupaba las portadas de todos los periódicos, era la información principal de los informativos en la España de aquel entonces: Jerzy Popiełuszko, capellán de “Solidaridad”, famoso por sus misas por la Patria en el barrio de Żoliborz en Varsovia,  había sido raptado por desconocidos (se suponía con fundamento que por agentes del gobierno). Al cabo de unos días de espera la noticia adquiere caracteres verdaderamente dramáticos: Popiełuszko asesinado. Se confirma la suposición: los verdugos son funcionarios de Ministerio de Asuntos Interiores.

Una idea surge sola y clara: el sistema totalitario comunista es el responsable de la muerte de ese sacerdote. Un sistema fundamentado en la mentira no soporta que se le diga la verdad, una verdad sin odio, sin ira, sin venganza.

Ese acontecimiento se me quedó fuertemente grabado en los años jóvenes de mi sacerdocio: Popiełuszko mártir de la Verdad, de un Verdad impregnada de Amor, de fuerza y audacia, una verdad valiente.

Cristo murió en la cruz por nuestros pecados y resucitó para la salvación nuestra. En estas dos sentencias se encierra la fuente de salvación y de verdad para todo hombre. La muerte del mártir es en la Iglesia la mayor fidelidad al ideal cristiano: la identificación con Cristo Víctima.

Los primeros cristianos estaban dispuesto a dar su vida y muchos hicieron realidad esa disposición, no por propio gusto ni capricho, sino como fruto de la injusticia de unos sistemas políticos opresores que no entendían, o no querían entender la verdad cristiana, como opuesta a sus pretensiones religiosas, políticas, mundanas.

Entre ellos hubo muchos sacerdotes mártires que recibieron la vocación de sellar con su propia sangre el sacrificio de la Sangre de Cristo, sacrificio que constituye el fundamento y la raíz del ser sacerdotal: la ofrenda de Cristo en la Cruz.

No es fácil ser mártir, no es fácil ser testigo de la Verdad de Cristo con la propia vida y con la propia sangre. Sabemos también muy bien, que todos estamos llamados a la vocación del martirio, del testimonio de la verdad, en la vida ordinaria sin derramamiento de sangre pero con un heroísmo no menos pequeño. Algunos están también llamados al martirio en su sentido plenamente literal: a la entrega de su vida. ¡Cuántos mártires hemos tenido en el siglo XX! Uno de ellos es Popiełuszko.

Los misterios dolorosos de Popiełuszko

19 de octubre de 1984. Popiełuszko había aceptado la invitación de celebrar la santa misa con homilía en la ciudad de Bydgoszcz a 250 kilómetros al norte de Varsovia. Aunque tenía escrita la homilía, decide no predicarla.

Al acabar la Eucaristía se celebra el rezo del Santo Rosario y antes de cada misterio Popiełuszko hace una breve consideración a viva voz y saliéndole todo del corazón –ex abundatia cordis os loquitur.

Unas horas después, camino de vuelta a Varsovia, es raptado y asesinado. Estas son pues sus últimas palabras, este es su último mensaje.

Contemplando el primer misterio doloroso -la oración en el huerto- Popiełuszko habló de la dignidad humana y de la libertad. “Debemos guardar la dignidad humana para que aumente el bien y vencer de este modo el mal. Debemos permanecer libres interiormente también cuando las circunstancias externas son de falta de libertad. Debemos ser nosotros mismos en cada situación histórica. Nuestra filiación divina lleva en sí la herencia de la libertad”.

La libertad como don de Dios y como tarea, la tarea de defenderla cuando la libertad se patalea, se arrebata y confunde: la pasión por la verdad es al mismo tiempo pasión por la libertad. Y acababa la meditación del primer misterio doloroso con estas palabras: “Pidamos que sepamos portarnos cada día según la dignidad de los hijos de Dios”.

En el segundo misterio -la flagelación- Popiełuszko habla de la justicia que emana de la verdad y de la caridad. “Allí donde hay falta de amor y de bien allí se encuentran los gérmenes de donde pulula el odio y la violencia. Cuando alguien es motivado por el odio y la violencia no se puede hablar de justicia”.

Para el cristiano la fuente de la justicia es Dios mismo, por eso es injusto imponer el ateísmo como sistema. “Todos sin excepción tienen el deber de vivir en justicia y pedir la justicia, pues como dijo el antiguo pensador: son tiempos malos cuando la justicia se la encierra en el silencio. Recemos para  que la justicia nos guíe todos los día de nuestra vida”.

La consideración del tercer misterio -la coronación de espinas- giró en torno a la verdad. Nos dirigimos hacia ella por un impulso del mismo Dios. La verdad une, la verdad triunfa aunque desde siglos nos encontremos en una encarnizada lucha contra ella. “

Cristo eligió a unos pocos para que anunciaran la verdad. Solamente la multitud de mentiras exige palabras sin cuento. La mentira se vende en mercadillos inmundos de compra y venta, como mercancía expuesta en anaqueles de tienducha. La mentira tiene que ser siempre nueva, necesita muchos servidores para que la aprendan hoy, mañana y dentro de un mes, para rehacerla de nuevo con el violento programa de otras mentiras”.

No es fácil distinguir la verdad de la mentira ante la presencia de la censura, de la cual caen también como víctimas las mismas palabras del primado o del papa. “Es deber del cristiano mantenerse junto a la verdad, aunque ello mucho le cueste, pues por la verdad hay que pagar. Solamente la paja no cuesta nada. El grano de trigo de la verdad lleva consigo un gran precio. Recemos para que nuestra vida ordinaria esté llena de verdad”.

La cruz a cuesta -cuarto misterio- es punto de partida para meditar sobre la virtud de la fortaleza. “El cristiano debería recordar que solamente hay que temer una cosa: la traición a Jesucristo por unas monedas de hueca tranquilidad plateadas. El seguidor de Jesucristo tiene que ser testigo, portavoz y defensor de la justicia, pues no basta condenar el mal. Si el cristiano renuncia a la virtud de la fortaleza se hace un daño a sí mismo, y a todos los que de él dependen: a su familia, a sus compañeros de trabajo, a su nación, a su estado y a su Iglesia. ¡Hay de vosotros gobernantes que queréis ganaros a los ciudadanos con el precio de la amenaza y de la esclavitud del miedo! Ese poder se denigra a sí mismo y rebaja su autoridad. La práctica de la fortaleza debería estar en el interés lo mismo de los gobernantes que de los ciudadanos”.

El motivo dominante en la meditación del quinto y último misterio doloroso -la crucifixión y muerte de Cristo- lo constituye la oposición a la violencia. “A quien no le hes dado convencer con el corazón y la cabeza intenta vencer con la fuerza. Cada manifestación de violencia nos habla del abajamiento moral. Cada idea capaz de dar vida se mantiene con sus solas fuerzas. Y así fue con Solidaridad, que de rodillas y con el rosario en las manos luchó por la dignidad humana más que por el pan. En Polonia, en los últimos años se han limitado los fundamentales derechos de la persona humana. Cuando este acorralamiento hizo que todos sintieran su dolorosa presión, entonces estalló el grito de la libertad. Se levantó Solidaridad demostrando que para construir una sociedad y su economía no es necesario prescindir de Dios. Recemos para que seamos libres del miedo, de la amenaza y sobre todo de la tentación del revanchismo y de la violencia”.

Acabado el santo Rosario y después de la oración “Bajo tu protección nos acogemos”, Popiełuszko rezó a San José para que aquel que con el trabajo de sus manos mantuvo a la Sagrada Familia nos conceda a todos los cristianos “santificar todas nuestras acciones con el amor, la paciencia, la justicia y la realización del bien”. 

Sus últimas palabras de despedida fueron: «Que los principios evangélicos de la justicia y la caridad social dirijan las acciones de todas las gentes de nuestra Patria. Amén».

Últimas horas

Ya en la casa parroquial adjunta se tuvo un breve encuentro informal de unos pocos en donde le preguntaron por Solidaridad, por su seguridad y salud. Alguien le preguntó si no le podría conseguir una batería para su coche. Popiełuszko se rió de buena gana contestándole: “podrías haberlo dicho antes y me hubiese traído de Varsovia una junto con todo lo necesario para alimentar el micrófono, pues con frecuencia ocurre que nos cortan la corriente justo cuando predico la homilía”.

Aunque se encontraba cansado y algo enfermo, y a pesar de la insistencia del párroco para que pasase la noche en Bydgoszcz, Popiełuszko quiso volver inmediatamente a Varsovia pues tenía trabajo al día siguiente.

Cuando alguien le previno para que tuviese cuidado en el camino de vuelta a Varsovia, Popiełuszko le tranquilizó comentado: “Además viajo con la sotana puesta que en este país todavía significa algo”.

Sus asesinos unas horas después le apalearon a muerte con la sotana puesta y con ella vestido le arrojaron al estanque, una señal más del motivo de su condena: ser sacerdote que da testimonio.

En otras ocasiones de persecución a sacerdotes, si por casualidad a alguien le encontraban con sotana lo primero que hacían era quitársela, después ya vendría la condena a muerte.

No fue este el caso de Popiełuszko que murió con la sotana puesta.

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