Ecología integral

“Merece la pena aliviar el sufrimiento de los enfermos terminales”

Alumnos del Grado de Psicología de la Universidad Villanueva participan en una iniciativa junto con el Hospital de Cuidados Laguna para ayudar y acompañar a enfermos terminales en la última etapa de su vida y completan así su formación académica. El profesor Alonso García de la Puente y la universitaria Rocío Cárdenas han hablado con Omnes.

Rafael Miner·29 de diciembre de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos
villanueva laguna

Estamos en Navidad, época para compartir momentos con la familia y los amigos, aunque sean virtuales, pero muchos no pueden disfrutarla plenamente. El Grado de Psicología de la Universidad Villanueva ha puesto en marcha una iniciativa en la que varios alumnos junto a su profesor visitan pacientes con enfermedades terminales.


El proyecto está integrado en el Programa de Aprendizaje Servicio (ApS), que combina procesos de aprendizaje académico y de servicio a la comunidaden un solo proyecto. En este programa, 42 alumnos se forman al trabajar sobre necesidades reales del entorno con el objetivo de mejorarlo y adquieren competencias, habilidades y valores éticos, fortaleciendo su compromiso cívico-social.

“El ámbito académico en muchas ocasiones está desprovisto del hecho real, en los libros todo funciona, pero sentarse delante de un paciente es un hecho diferente, una experiencia única”, explica el responsable de este proyecto, Alonso García de la Puente, que es profesor en la Universidad Villanueva y director del equipo psicosocial del Hospital de Cuidados Laguna, centro al que acuden los alumnos. “Experiencia impactante”, corrobora por su lado Rocío Cárdenas, alumna de cuarto de Psicología de la universidad.

Alonso García de la Puente (Mérida, 1984), es licenciado en psicología, estudió en la Universidad Pontificia de Salamanca, estuvo en el mundo de la empresa un tiempo, pero al final realizó un master de psico-oncología y cuidados paliativos de la Universidad Complutense. El profesor De la Puente lleva ocho años en el Hospital de Cuidados Laguna, especializado en cuidar a personas mayores, y que trata y atiende a pacientes con enfermedades avanzadas. Y en la Universidad Villanueva lleva tres años. Así ha explicado la iniciativa a Omnes, en la que se incluyen algunos comentarios de Rocío Cárdenas.

― ¿Cómo se le ocurrió combinar su docencia en Villanueva con la dirección del equipo psicosocial en Laguna?

Lo de Villanueva surgió en una charla mía a un grupo de jóvenes católicos. Una chica quedó impresionada, y se lo comentó a su madre, decana de la Facultad de Psicología. Me invitaron a dar una charla sobre paliativos en la Universidad. Estuvieron la decana, e incluso el Rector, y luego me comentaron si me gustaría colaborar con ellos como profesor. Ahí comenzó mi andanza como profesor en Villanueva, en 2019.

― Tiempos duros de pandemia. ¿Cómo sintetizaría sus años en Laguna? ¿A cuánta gente ha atendido en ese Hospital de cuidados?

Es lo que más me ha cambiado la vida en mi historia vital. Al año, en mi equipo vemos alrededor de 600 personas, más sus familiares, que son el doble. Por cada persona, solemos ver a dos familiares de media.

Todos tenemos el recuerdo de que al salir de la carrera, la sensación era: no sé nada. Mucho conocimiento, pero sin saber ponerlo en marcha ni aplicarlo. La Universidad tiene un programa muy bonito, Aprendizaje y Servicio (ApS), de voluntariado, unido a las asignaturas. Consiste en poner en práctica lo que se está aprendiendo, es decir, aprender en la práctica dando un servicio a la sociedad.

En este caso, pensamos en hacer un convenio entre Laguna y la universidad, para que los alumnos puedan venir. Mi asignatura es Psicología de la Salud. Seleccionamos a un paciente, que tiene conocimiento de su enfermedad, que tiene capacidad de hablar, y empezaron a venir los alumnos. Unos venían presencialmente, y el resto se conectaban online. Ha sido un laboratorio real de práctica de la asignatura.

― Háblenos un poco de la experiencia de los alumnos en el proyecto.

Es una experiencia única para ellos, poder enfrentarse a un paciente, y sobre todo a ese tipo de paciente en situación de final de vida; les transforma en lo profesional y en lo personal en la mayoría de las ocasiones. Aprenden desde la experiencia, integran desde lo real. Para el hospital supone poder compartir nuestra cultura de cuidado. Expandir una mirada compasiva, una disciplina de seguir con la mirada hacia los retos y desafíos de una sociedad cronificada y con larga esperanza de vida. Para los alumnos es muy enriquecedor.

Poco a poco, los alumnos van pasando de pensar en ellos mismos, qué voy a decir al enfermo, etc., a pensar en el paciente y estar centrados en él, a través de la terapia de la dignidad.

Rocío Cárdenas: El paciente fue el primero que veíamos toda la clase, la primera toma de contacto. Fue muy impactante, no sólo desde el punto de vista psicológico, sino especialmente humano. Al conocer su estado, veíamos la necesidad de ser mucho más cercanos y cariñosos con él. El proyecto permite a jóvenes como nosotros conectar con la experiencia de la muerte. Hemos visto a una persona de poco más de 50 años en la que su vida se acaba por una enfermedad. [Rocío Cárdenas añade, además, lo siguiente: “Una experiencia personal mía ha sido considerar que la labor a la que Dios puede llamarme ha sido ese amor. Es decir, adelantar el cielo a esas personas que se están muriendo”].

― Continuamos la conversación con el profesor García de la Puente. ¿En qué consiste básicamente la terapia de la dignidad?

Es una terapia que tiene una serie de preguntas estructuradas, como una guía, pero que permite indagar en la vida del paciente, efectuando un repaso vital, de manera que podamos conectar su yo. Cuando las personas llegan al final de su vida, o están muy enfermas, pueden pensar que ya no son quienes eran. Con la terapia de la dignidad, la persona es capaz de ver que hay un continuo en su vida, que sigue siendo la misma persona, y le conecta con su yo. También es una manera de conectar con los otros, con su familia, con la sociedad, y darse cuenta de que eso ha existido durante toda la vida, cómo ha podido ayudar, cómo ha aportado…Y también te conecta con lo trascendental: quién soy, y qué dejo detrás de mí. El legado que se deja, esa historia se transcribe tal como la ha contado el paciente, se le entrega, se edita, y él la reparte a quien desee, o dice a quién desea que se entregue, con lo que se deja una sensación de legado, de conexión con lo trascendental.

Para los alumnos, al margen de la psicología, del aprendizaje, es una tarea que intentamos llevar desde Laguna. Este centro no sólo quiere cuidar a personas, sino cuidar una cultura, que estamos perdiendo, y que vivimos en una sociedad que está enferma, que lo está pasando mal. Esto la pandemia lo ha puesto muy al límite, y nos hemos dado cuenta de lo que estaba pasando, aunque no estábamos haciendo nada por arreglarlo. Es este fenómeno de la independencia, de la gente que no necesita de nadie. Esto también es algo que los alumnos aprenden. Nos damos cuenta de que no somos independientes, sino co-dependientes, que vivimos en una sociedad en la que tenemos que confiar, que hay que cuidar, que el sufrimiento existe. Y que no hay que desesperar.

― ¿Se refiere a la ley de eutanasia?

Me refiero a esa ley. Al final, estas cosas nos hablan del tipo de sociedad que somos, Enfrentarse al final de la vida les coloca mucho delante de la verdad. Porque al final de la vida, todo lo accesorio desaparece. Tu coche, quién eres, tus apellidos, el barrio del que vienes, tu puesto de trabajo, incluso tu físico ha cambiado. Ya nada de lo que tenías te pertenece. A través de esto, las personas se dan cuenta también que merece la pena cuidar, que merece la pena seguir aprendiendo, seguir estudiando, para intentar aliviar el sufrimiento de esas personas, no cercenarlo, matándolo, sino que verdaderamente uno se puede entrenar en compasión, en humanismo, y acompañar a la persona en el sufrimiento, y hacer que ese sufrimiento sea tolerable, porque erradicarlo no podemos, pero sí podemos aprender a hacer tolerable el sufrimiento.

― ¿Qué opina sobre la inexistencia de una formación específica en cuidados paliativos en España? Usted afirma que el 45 por ciento de los pacientes en España fallecen sin recibir cuidados paliativos. ¿Cómo valora ese dato?

España no cuenta aún con una especialidad en cuidados paliativos. Esto es un problema enorme, porque cuando no hay especialidad, no hay formación reglada para los paliativos, y no hay reconocimiento, ni social ni administrativo. Ese dato del 45 por ciento significa que casi la mitad de la población fallece en malas condiciones.

Mucha gente muere sufriendo, y sin recibir los cuidados necesarios para trabajar su sufrimiento tanto a nivel físico como emocional, social y espiritual. Paliativos aporta una mirada nueva a la visión del paciente, pasando de un modelo biomédico a un modelo biopsicosocial y holístico, tratando y mirando al paciente desde todas sus partes integrándolas y atendiéndolas. Hay muchos países donde sí hay una ley de cuidados paliativos. Chile, por ejemplo, acaba de aprobar una ley integral de paliativos. Somos un equipo de soporte, y esto hace que entremos en el último momento, cuando se puede hacer poco por el paciente. Los paliativos deberían entrar mucho antes, incluso en el diagnóstico de la enfermedad.

El profesor Alonso García de la Puente y su mujer tienen una niña de muy pocos meses, son las 8,30 de la mañana, y no le entretenemos más de un cuarto de hora. Pero hubiéramos charlado un buen rato más.

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