Izquierdas, derechas y hermandades

La alternativa que presentan las hermandades se sitúa en un plano superior a la dialéctica política de izquierdas y derechas, es una cosmovisión fundamentada en las raíces culturales europeas.

14 de septiembre de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
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Todo comenzó en Francia, en la Asamblea constituyente de 1792. A la derecha de la presidencia se sentaron los girondinos, partidarios del mantenimiento del orden y las instituciones. La izquierda de la Cámara la ocuparon los jacobinos, que propugnaban la radicalización revolucionaria. En el centro se situó un grupo de asambleístas indiferenciado, con objetivos poco definidos. Desde entonces, y hasta hoy, cualquier propuesta sobre asuntos sociales se califica de derecha o de izquierda por analogía con aquellos grupos, un planteamiento tan limitado como empobrecedor.

Durante el siglo XIX esta clasificación resultó más o menos eficaz para explicar la realidad social, pero fue decayendo a medida que se fue agotando la mística revolucionaria de la lucha de clase. En 1989 culminó el derrumbe de los sistemas marxistas que había comenzado años antes. El detonante más inmediato fue el fracaso del modelo económico, por eso, tras el desconcierto inicial retomen la idea de Gramsci de apropiarse de la cultura. Universidades, escuelas, organismos internacionales, medios de comunicación y otras tribunas son ocupadas por la izquierda.

Al día de hoy, los grupos que se reconocen como de izquierda, sin propuestas culturales, políticas o económicas que ofrecer, han optado por un nuevo modelo de transformación social: asumir todas las luchas que vayan surgiendo e integrarlas en un solo discurso (Laclau). En esa amalgama se integran el movimiento LGTBI, el feminismo radical, o queer, el dogma del cambio climático, el indigenismo, el ecologismo, la oposición a la cultura del esfuerzo, al derecho a la propiedad, a la vida, la revisión de la historia, la resignificación del lenguaje y la sustitución de la identidad de las personas por la igualdad. Y lo que venga, que este es un proceso abierto al que cada día se suman nuevas causas. Todas estas reivindicaciones se presentan en bloque, en un paquete completo con pretensiones de doctrina, que ha de ser asumido en su totalidad bajo pena de ser considerado negacionista primero, para ser luego cancelado (woke) como persona, derribado como estatua o exhumados sus restos si ya falleció.

Cualquier intento de ir legalmente contra este estado de cosas es considerado persecución judicial, o lawfare, término de moda en el lenguaje político para definir la supuesta persecución judicial de los poderosos a la izquierda.

Curiosamente esta radicalidad en temas sociales se complementa en lo económico con un salvaje capitalismo global, el presentado en la tan aireada Agenda 2030.

Imposible encontrar el hilo conductor de este amasijo de ideas, en ocasiones contradictorias, que se acumulan sin método. Un caos inasumible en el resulta imposible tomar decisiones lógicas, pero con un objetivo claro: reorientar las leyes que supuestamente determinan la Historia.

Aquí las hermandades tienen algo que decir. No son de derechas ni de izquierda, pero su identidad cristiana y su perfil social les obliga a entrar en el debate, conscientes de que ésta no es una lucha dialéctica entre girondinos y jacobinos, entre derecha e izquierda. La alternativa que presentan las hermandades se sitúa en un plano superior, es una cosmovisión fundamentada en las raíces culturales europeas, en la que tiene un papel fundamental la tradición judeocristiana. Explicaba Julián Marías que el cristianismo es prioritariamente una religión, pero también una visión del mundo, una forma de ver, pensar, proyectar y sentir la realidad y, en último extremo, una forma de vida que fundamenta, en buena medida, las estructuras intelectuales, jurídicas y sociales de la civilización occidental.

No se trata de animar a las hermandades a presentar soluciones técnicas a los problemas sociales, tampoco de alentar opciones partidistas; sino de proclamar los principios morales, también los referentes al orden social, así como dar criterio sobre cualquier asunto en la medida que lo exijan los derechos fundamentales de la persona.

La vida de la hermandad, como la de las personas, no se agota gestionando el presente (cofradías, elecciones, estrenos, itinerarios…), sólo cobra sentido en el futuro, un futuro que pertenece a Dios, que es eterno, puro presente, Señor de la Historia. Una Historia que no está regida por leyes inexorables que hay que reorientar, como proponen la izquierda; sino por la libertad del hombre, que lleva al cofrade a mirar el mundo con los ojos de Cristo, llevando hacia Él todas las realidades humanas.

Urge en las hermandades el desarrollo y aplicación de las herramientas intelectuales precisas para implicarse a fondo en devolver su sentido a la Historia, más allá de las propuestas marxistas, si no quieren terminar siendo dueñas de pasados gloriosos, presentes fugaces y futuros inciertos.

El autorIgnacio Valduérteles

Doctor en Administración de Empresas. Director del Instituto de Investigación Aplicada a la Pyme Hermano Mayor (2017-2020) de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo, en Sevilla. Ha publicado varios libros, monografías y artículos sobre las hermandades.

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