Amar a la Iglesia

Hoy debemos volver a actualizar el deseo de sentir con la Iglesia, de amarla con todo nuestro corazón, yendo más allá de sus límites, descubriendo su verdadera grandeza.

11 de octubre de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
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Foto: ©Cathopic

Desde hace años existe una triple línea de mensajes en muchos medios de comunicación en lo que se refiere a las noticias que tienen que ver con lo religioso, y más en concreto, con la Iglesia católica.

Por una parte, uno puede ver cómo las noticias que tengan que abordan el tema religioso silencian la dimensión trascendente, precisamente la que le es más específica, y dan las noticias con los datos que son más ‘a ras de tierra’. El camino de Santiago queda reducido a turismo, las catedrales y templos a arte, una Jornada Mundial de la Juventud a ingresos económicos para el país anfitrión.

En otra segunda línea de comunicación se tiende a presentar y resaltar la parte negativa, silenciando lo positivo que hacen los cristianos. El bombardeo de noticias sobre la pederastia en los sacerdotes y religiosos iría en esta línea. Así se va generando un rechazo a la institución en global.

La tercera clave es la de presentar una Iglesia dividida entre el pueblo y los pastores, de forma que se abra una brecha dentro del pueblo de Dios. Separar, distanciar afectivamente a unos de otros es también un mensaje que va calando poco a poco.

Sin duda esta línea informativa va poco a poco generando una mentalidad de desconocimiento e incluso de rechazo que se suma a los retos que la Iglesia tiene en la evangelización. ¿Cómo abordar este reto?

Evidentemente hay que realizar una buena comunicación, diríamos, en un orden inverso. Dar noticias religiosas con una mirada profunda, contar también las historias de amor y generosidad que surgen en la vida de los cristianos, mostrar con cercanía a nuestros pastores y su labor de servicio que ejercen desde su puesto.

Pero principalmente creo que es importante que cultivemos una verdadera visión (y vivencia) de lo que es la Iglesia. Mientras no vivamos los cristianos una visión profunda de la Iglesia, vamos a arrastrar los límites que toda institución humana tiene.

Porque la Iglesia es mucho más que una agrupación, un colectivo, una asociación. Nuestro refuerzo de la ‘percepción ‘de la Iglesia no puede ser encontrar nuestros puntos fuertes, generar una corriente de orgullo de pertenencia o fortalecer la adhesión como podría hacer cualquier colectivo. No, no va por ahí.

Tenemos que entender que la Iglesia es nuestra madre. Vivir desde esta dimensión espiritual será lo que nos haga realmente tener un verdadero sentido de pertenencia que superará cualquier crisis o desafío. La Iglesia nos entrega a Cristo, un Cristo real, vivo, no retocado por nuestras ideas o gustos, por las modas históricas. La Iglesia nos engendra a la vida de Dios y nos nutre para que crezcamos en esa vida que se nos regala. Es verdaderamente nuestra madre. Amo a la Iglesia con ese amor que nace de las entrañas y del corazón, entrañable y cordial, que es el amor a mi madre. Un amor cálido, que une y adhiere con ese cordón umbilical que supera de largo cualquier campaña de marketing o de refuerzo de la imagen pública que se quiera hacer.

Esta vivencia de la Iglesia es la que hemos de transmitir especialmente a las nuevas generaciones. Y tengo la sensación de que estamos fallando en ello, quizás por superficialidad, puede ser que por que estamos en distintos registros culturales. Pero el riesgo de una visión meramente sociológica de nuestra pertenencia a la iglesia, sin un calado profundo, es algo que debemos tener en cuenta y reorientar, si fuese necesario.

San Ignacio de Loyola incluyó en sus Ejercicios Espirituales las ‘reglas para sentir con la Iglesia’ en aquel siglo convulso de ruptura por la reforma protestante. Quizás hoy debemos volver a actualizar el deseo de sentir con la Iglesia, de amarla con todo nuestro corazón, yendo más allá de sus límites, descubriendo su verdadera grandeza, que estriba principalmente en su maternidad. Por eso nuestra relación con la Iglesia es una relación principalmente de amor.

Amor a la Iglesia y amor a Cristo. Que no es algo distinto.

El autorJavier Segura

Delegado de enseñanzas en la Diócesis de Getafe desde el curso 2010-2011, ha ejercido con anterioridad este servicio en el Arzobispado de Pamplona y Tudela, durante siete años (2003-2009). En la actualidad compagina esta labor con su dedicación a la pastoral juvenil dirigiendo la Asociación Pública de Fieles 'Milicia de Santa María' y la asociación educativa 'VEN Y VERÁS. EDUCACIÓN', de la que es Presidente.

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