América Latina

¿Qué pasa en Chile? A las puertas de un referéndum constituyente

Marco Gambino·21 de octubre de 2020·Tiempo de lectura: 3 minutos

Una sombra caía sobre el honor de la policía. Todos sus miembros sabían que les estaba prohibido usar sus armas, pero que las armas podían ser usadas contra ellos. Sabían que varios de ellos habían sido malamente heridos en distintos puntos de la capital. Y se esperaba de ellos que se mantuviesen de pie en puntos aislados, blancos para todo tipo de proyectiles, mientras las tropas se mantenían al margen y las masas se daban cuenta de la ausencia del Estado”. Cualquier chileno que lea esto podría pensar que se trata de una descripción de la violencia desatada el domingo 18 de octubre de 2020, en la llamada “Zona Cero” de Santiago. Pero no: son las palabras con las que Alexander Solzhenitsyn describe lo ocurrido en Rusia, en marzo de 1917 (cfr. “La Rueda Roja”). ¿Una mera coincidencia?

Dolor y perplejidad

Dolor, perplejidad, impotencia: son los sentimientos que la inmensa mayoría de los habitantes de Chile experimentó este domingo, al ver profanadas y quemadas dos iglesias católicas. Los mismos sentimientos que hace exactamente un año nos sacudían cuando, simultáneamente, ardieron varias estaciones del Metro y algunos templos, mientras el lumpen saqueaba supermercados en las periferias de la capital. En los días sucesivos, esas imágenes se replicaban en las principales ciudades. El detonante fue el alza de 30 pesos (4 centavos de dólar) en el transporte público y la llamada de los estudiantes, de la extrema izquierda y de algunos gremios a evadir su pago. Cuando pudimos recuperarnos del knock out, el fenómeno fue llamado “estallido social” y, según algunos medios de comunicación, habría obedecido a la rabia acumulada por una sensación de abuso y desigualdad de los sectores más desposeídos de la sociedad.

Volvimos a sorprendernos cuando, en los días sucesivos, se desarrollaron manifestaciones multitudinarias −algunas cercanas o superiores al millón de personas−, de carácter predominantemente pacífico. Daban cuenta de un descontento generalizado, pero algo confuso. Se enarbolaban carteles contra los políticos, el sistema de pensiones, el machismo, el abuso de animales, la contaminación ambiental, el pago de las autopistas… y a favor del aborto libre, de la educación sexual sin tabús, de la alimentación vegana, del matrimonio homosexual… Periódicamente volvían los episodios de ataques violentos a la propiedad privada y pública, saqueos de supermercados, quemas de sedes universitarias…

¿Espontáneo?

La explicación de un “estallido espontáneo” no parecía creíble. La ciudadanía empezó a exigir que las autoridades impusieran orden. El jefe de la Policía de Investigaciones llegó a declarar que se tenía mucha información sobre lo ocurrido el 18 de octubre y que pronto se daría a conocer. Todavía estamos esperando. Se decretó estado de sitio, salieron los militares a la calle y hubo intervalos de calma. Pero los militares se apostaban en puntos estratégicos, sin intervenir, mientras que la Policía de Carabineros se llevaba la peor parte, enfrentando a mano limpia a grupos violentos y con organización de guerrilla urbana. 

A mediados de noviembre la violencia volvió a desatarse, mientras en el Parlamento prácticamente desaparecía el centro político. La izquierda pedía la renuncia del Presidente Piñera. Cuando el fantasma de una guerra civil empezaba a asomarse, surgió una luz de esperanza: el 15 de noviembre de 2019, las fuerzas políticas −con exclusión del Partido Comunista y otro de extrema izquierda,− firmaban el “Acuerdo por la Paz Social y la Nueva Constitución”.

Fue entonces cuando la mayoría silenciosa se enteró que la primera prioridad era una Constitución para refundar Chile. Se fijó un plebiscito para abril de 2020, pero el Covid obligó a aplazarlo para el 25 de octubre.

Clima de polarización

El 2020 ha tenido mucho de pesadilla surrealista: pandemia, cuarentena, desconfinamiento, vuelta de las manifestaciones violentas, los viernes, en Plaza Baquedano.  Aniversario del “estallido social”. Para ese día, el Colegio de Profesores, que se negaba a retomar las clases presenciales por miedo a rebrotes de coronavirus, llamó a marchar… Eso sí, con mascarilla.

Y así estamos: con un nivel de polarización que no se veía desde el plebiscito de octubre de 1988, que decidió el fin del Régimen Militar de Pinochet. Con un cóctel minoritario, pero muy virulento, de anarquistas-barras bravas-narcotraficantes que salen a destruir todo a su paso. Dos de ellos se hicieron tristemente famosos porque pusieron una bomba en la Basílica del Pilar de Zaragoza (ya cumplieron condena en España y están de vuelta). Por otra parte, la fuerza pública está sobrepasada: los organismos internos e internacionales de derechos humanos no la dejan actuar. 

No parece el mejor clima para empezar un proceso constituyente. Pero la Virgen del Carmen, Patrona de Chile, nos ha sacado de situaciones peores.

El autorMarco Gambino

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