Vaticano

Para entender la respuesta del Papa al cardenal Marx

Conocer la Carta de Francisco al Pueblo de Dios en Alemania es una premisa clave para entender, en todo su sentido, la respuesta que el Santo Padre ha dado a la petición de renuncia del Arzobispo de Munich - Frisinga

José M. García Pelegrín·14 de junio de 2021·Tiempo de lectura: 5 minutos
cardenal MARX

La respuesta del Papa a la renuncia del Cardenal Marx a la sede episcopal de Múnich y Freising, escrita originalmente en español (argentino) y cuya traducción oficial al alemán resulta especialmente farragosa por el exceso de literalidad —por ejemplo vierte literalmente el dicho “tener esqueletos en el armario”, mientras que la metáfora en alemán sería “tener cadáveres en el sótano” (“Leichen im Keller haben”); y lo mismo sucede con “poner la carne sobre el asador” que, traducido literalmente, es ininteligible (la expresión alemana equivalente sería “alles in die Waagschale werfen”, “echar todo al platillo de la balanza”)— ha sorprendido por su celeridad… y, al menos al propio Cardenal, por su negativa a aceptar la renuncia.

Pero no solo sorprende por la rapidez, sino también por la diferencia con la falta de respuesta con respecto a la archidiócesis de Colonia. Como ya informamos, al ser hecho público el informe pericial sobre los abusos sexuales en dicha diócesis el 18 de marzo, presentaron su renuncia tanto los obispos auxiliares de Colonia Dominik Schwaderlapp y Ansgar Puff como el actual arzobispo de Hamburgo Stefan Hesse (director del departamento de personal entre 2006 y 2012 y vicario general de 2012 a 2014 en Colonia). El hecho de no haber respondido hasta ahora podría estar relacionado con la visita apostólica ordenada por el Papa Francisco el 28 de mayo en las personas del obispo de Estocolmo, el cardenal Anders Arborelius, y del presidente de la Conferencia Episcopal de los Países Bajos, Mons. Johannes van den Hende, y que está prevista finalizar a mediados de mes. Probablemente, el Papa no ha querido responder a las peticiones de renuncia hasta tener el resultado de dicha visita que, aparte de afectar a los tres obispos mencionados, responde sobre todo a las voces crecientes que piden la renuncia del propio arzobispo de Colonia, el Cardenal Woelki.

Siguiendo la misma lógica, Francisco podría haber esperado hasta hacerse público el informe sobre la misma materia que afecta al Cardenal Marx, sobre todo respecto al periodo en que fue obispo de Tréveris (2002-2007) —en 2019, Marx reconoció que en 2006 había omitido ocuparse del caso de un sacerdote al que se acusaba de haber cometido varios abusos; la Fiscalía abrió expediente contra dicho sacerdote, pero lo sobreseyó, a pesar de claros indicios, por haber prescrito—. El resultado del informe al respecto se espera “en otoño”. Se sabrá entonces si Marx tiene personalmente “esqueletos en el armario” (o “cadáveres en el sótano”).

El Papa subraya que está “de acuerdo contigo en calificar de catástrofe la triste historia de los abusos sexuales y el modo de enfrentarlo que tomó la Iglesia hasta hace poco tiempo”. Francisco señala el camino que debe seguirse para superar la crisis: “Es camino del Espíritu el que hemos de seguir, y el punto de partida es la confesión humilde: nos hemos equivocado, hemos pecado. No nos salvarán las encuestas ni el poder de las instituciones. No nos salvará el prestigio de nuestra Iglesia que tiende a disimular sus pecados; no nos salvará ni el poder del dinero ni la opinión de los medios (tantas veces somos demasiado dependientes de ellos). Nos salvará abrir la puerta al Único que puede hacerlo y confesar nuestra desnudez: ‘he pecado’, ‘hemos pecado’… y llorar, y balbucear como podamos aquel ‘apártate de mí que soy un pecador’, herencia que el primer Papa dejó a los Papas y a los Obispos de la Iglesia”.

La conexión entre las cartas

La carta del Papa al Cardenal Marx está en plena sintonía con lo que Francisco escribió, el 29 de junio de 2019 —fiesta de San Pedro y San Pablo, lo cual también es significativo—, al “Pueblo de Dios que peregrina en Alemania”, donde se decía: “Asumir y sufrir la situación actual no implica pasividad o resignación y menos negligencia, por el contrario supone una invitación a tomar contacto con aquello que en nosotros y en nuestras comunidades está necrosado y necesita ser evangelizado y visitado por el Señor. Y esto requiere coraje porque lo que necesitamos es mucho más que un cambio estructural, organizativo o funcional”.

La carta actual al arzobispo de Múnich comienza precisamente hablando de coraje: “Ante todo gracias por tu coraje. Es un coraje cristiano que no teme la cruz, no teme anonadarse delante la tremenda realidad del pecado”. Si bien el Papa ahora no cita expresamente el “cambio estructural, organizativo o funcional”, se sobreentiende cuando anima a confesar “he pecado”, a buscar la conversión personal.

Tampoco se refiere ahora el Papa expresamente al “Camino Sinodal”; sí lo hacía en la citada carta de 2019 —que, según el Cardenal Kasper en una reciente entrevista, los representantes del Camino Sinodal deberían haber tomado más en serio—. Allí explicaba —citando expresamente la Constitución conciliar Lumen Gentium y el Decreto Christus Dominus de san Pablo VI— lo que debe ser realmente la sinodalidad: “Sinodalidad desde abajo hacia arriba, o sea el deber de cuidar la existencia y el buen funcionamiento de la Diócesis: los consejos, las parroquias, la participación de los laicos… (cf. CIC 469-494), comenzando por la diócesis, pues no se puede hacer un gran sínodo sin ir a la base…; y después la sinodalidad desde arriba hacia abajo, que permite vivir de manera específica y singular la dimensión Colegial del ministerio episcopal y del ser eclesial. Sólo así podemos alcanzar y tomar decisiones en cuestiones esenciales para la fe y la vida de la Iglesia”.

La conexión entre la carta al Cardenal Marx y la Carta al Pueblo de Dios en Alemania invita a leer en esa misma clave los pasajes de la carta al arzobispo de Múnich en que recuerda que la reforma que se exige ante estas circunstancias “comienza por sí mismo. La reforma en la Iglesia la han hecho hombres y mujeres que no tuvieron miedo de entrar en crisis y dejarse reformar a sí mismos por el Señor. Es el único camino, de lo contrario no seremos más que ‘ideólogos de reforma’ que no ponen en juego la propia carne”.

Ambas cartas recuerdan que la reforma que se exige ante estas circunstancias “comienza por sí mismo”.

José M. García Pelegrín

En todo caso, el Papa no hace suya la tesis que Marx expresaba en su carta de renuncia de que la Iglesia “se encuentra en un punto muerto”. Si acaso, este “punto muerto” se debe —como expresaba recientemente el hasta ahora redactor-jefe de Die Tagespost, Oliver Maksan— a que la Iglesia en Alemania “está atrapada en una camisa de fuerza” por haber unido el Cardenal Marx “la agenda político-eclesiástica y el tratamiento de los abusos con el Camino Sinodal” hasta formar una “maraña inextricable”.

Efectivamente, el Cardenal Marx es uno de los principales responsables de la fijación que —como demuestra el Camino Sinodal— existe en gran parte de los laicos “oficiales”, e incluso en parte de la jerarquía en Alemania, en vincular el tratamiento de los abusos sexuales a una vía que pretende superar las “estructuras de poder”, al tiempo que se reivindican “reformas” estructurales, una postura que Francisco —en su Carta al Pueblo de Dios en Alemania— califica de “tentación” y de “nuevo pelagianismo”: “Recuerdo que en el encuentro que mantuve con vuestros pastores en el 2015 les decía que una de las primeras y grandes tentaciones a nivel eclesial era creer que las soluciones a los problemas presentes y futuros vendrían exclusivamente de reformas puramente estructurales, orgánicas o burocráticas pero que, al final del día, no tocarían en nada los núcleos vitales que reclaman atención”. Citando su propia Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, añadía: “Se trata de un nuevo pelagianismo, que nos conduce a poner la confianza en las estructuras administrativas y las organizaciones perfectas”.

En cuanto que recuerda —una vez más— que la reforma ha de ser fruto de una conversión personal, la carta del Papa Francisco al Cardenal Marx podría contribuir a liberar a la Iglesia en Alemania de la “camisa de fuerza”, o a romper el nudo gordiano de la maraña a la que antes se aludía. Claro que para eso se requiere que los responsables del Camino Sinodal le presten más atención que la que dedicaron a la Carta al Pueblo de Dios en Alemania.

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