España

Mons. Asenjo: «Dios me ha confiado tres diócesis de profundas raíces cristianas»

Pocos días antes del anuncio de su relevo en la sede de Sevilla, su Arzobispo Mons. Juan José Asenjo (Sigüenza, 1945) concedía una entrevista a Omnes. Un repaso somero de su vida episcopal en la que, presumiblemente  tenía ya la vista puesta en su inminente sucesión.

Maria José Atienza·18 de abril de 2021·Tiempo de lectura: 9 minutos
mons asenjo

Fotos: ©Miguel A. Osuna (Archisevilla)

Ha pastoreado la sede de san Leandro en los últimos doce años. Al anunciarse el nombramiento de Mons. José Ángel Saíz Meneses como nuevo Arzobispo de Sevilla, Mons. Asenjo pasa “a segunda línea”, como él mismo lo define: “a rezar, como los contemplativos y ayudar al nuevo Arzobispo en lo que él quiera”.

Hasta la toma de posesión de Mons. Saiz Meneses, D. Juan José Asenjo seguirá al frente de la Archidiócesis de Sevilla como Administrador Apostólico. Obispo desde 1997, Mons. Asenjo ha ejercido su tarea pastoral como Obispo Auxiliar de Toledo, Obispo de Córdoba y Arzobispo de Sevilla.

P- Siendo Obispo Auxiliar de Toledo, fue elegido como Secretario General de la CEE en unos años no poco convulsos, ¿qué recuerda de esos años en el centro de la Iglesia española?

-Antes de ser secretario general había sido Vicesecretario para Asuntos Generales de la CEE, el quinquenio anterior, desde 1993 a 1997 que me ordenaron auxiliar de Toledo y me dediqué a la diócesis plenamente hasta el año siguiente. La vicesecretaria es la ‘cocina’ en la que se trabaja todo lo que sale de la Conferencia Episcopal. Más tarde, los obispos decidieron elegirme Secretario General.

Fueron años de mucho trabajo, al servicio de los obispos de toda España y de todos los órganos de la Conferencia Episcopal: la plenaria, la permanente… etc. al mismo tiempo, en Toledo hacía la labor que podía, especialmente los fines de semana.

Recuerdo algunos años difíciles: el tema de ETA estaba muy presente en la vida de la sociedad española. Cada cierto tiempo nos despertábamos con un asesinato y no todos los miembros de la Conferencia Episcopal veían las cosas del mismo modo, lo que creaba no pocas tensiones y dificultades.  

Al mismo tiempo, fueron años apasionantes, un tiempo para conocer a la Iglesia de España a plena luz, tratando con todos los obispos y las diócesis.

Amar a Cristo supone amar a su obra, que es la Iglesia, con sus luces y sus sombras.

Mons. Juan José Asenjo.Administrador Apostólico de Sevilla

P- Usted que conoce a fondo la Iglesia, que ha estado en diversas diócesis y tratado con tantas otras, ¿cómo ve la Iglesia?

-En mis años al servicio de la Iglesia, he podido percibir la riqueza de la Iglesia, tanto en España como en la iglesia universal, a la Iglesia que el cristiano lleva en su corazón y ama con toda su alma.

La Iglesia es la prolongación de Cristo en el tiempo, la prolongación de la Encarnación. Amar a Cristo supone amar a su obra, que es la Iglesia, con sus luces y sus sombras, sus imperfecciones y pecados. Como dice san Ireneo de Lyon “la Iglesia es la escalera de nuestra ascensión hacia Dios». La hemos de querer con pasión. Yo la quiero así, me siento muy orgulloso de ser hijo y pastor de la Iglesia.

P- Usted fue el coordinador de la V Visita Apostólica del Santo Padre Juan Pablo II a España, en mayo de 2003. ¿Cómo afrontó esa responsabilidad?

-Recibí la tarea de la organización de la visita papal a finales de noviembre de 2002. Desde ese momento y hasta mayo de 2003 viví, literalmente, para el Papa. Recuerdo que dormía con una libreta en la mesilla de noche en la que apuntaba las cosas de las que me acordaba mientras intentaba dormir.

Fueron meses de intenso trabajo, de un cansancio infinito ciertamente. Al tiempo pude servir cercanamente a un Papa santo, y por eso siempre doy gracias a Dios.

Como coordinador nacional de la visita tuve que entrar en contacto con mucha gente, pidiendo ayuda. Formaba parte de una comisión en la que participaban el Ministerio del Interior, la Comunidad de Madrid, la Casa Real, el Gobierno, fuerzas del orden, etc.,  con las que siempre hubo buen entendimiento. Asimismo, encontré buenas personas que nos ayudaron en el tema económico, desde pequeños donativos a cantidades importantes. Queríamos que todo fuera bien y que la visita tuviera sus frutos espirituales.

La visita la recuerdo como unos días de gracia: la llegada del Papa, el encuentro en Cuatro Vientos y ese diálogo familiar que se estableció entre el Papa y los jóvenes. La ceremonia del 4 de mayo fue, realmente una gran fiesta de la santidad, una invitación elocuente a ser santos. Los canonizados eran contemporáneos nuestros, lo que quiere decir que, también en este tiempo, se puede ser santo.

Guardo un recuerdo extraordinario, en la Nunciatura pude comer en la mesa del Papa, muy cerca. Para mí fue estar en las puertas del cielo. Ya en la escalerilla del avión, junto a los reyes de España, San Juan Pablo II agradeció mucho el trabajo realizado.

La ceremonia de Beatificación del 4 de mayo de 2003 fue una gran fiesta de la santidad, una invitación elocuente a ser santos.

Mons. Juan José Asenjo.Administrador Apostólico de Sevilla

Tres grandes diócesis: Toledo, Córdoba y Sevilla

P- Con su nombramiento para la sede cordobesa, comenzaba su andadura andaluza, ¿cómo definiría la diócesis a la que llegó en 2003 y su pontificado en una diócesis tan sólida como aquella?

-Córdoba es una diócesis muy bien trabajada. El obispo don José Antonio Infantes Florido hizo una gran labor en tiempos no fáciles. Él vivió en un momento en el que se hicieron experiencias ‘demasiado audaces’ en muchos lugares. Don José Antonio tuvo la valentía de caminar por senderos autónomos sin dejarse llevar por lo más “moderno”, por ejemplo, con respecto al seminario, que él se llevó a Córdoba con resultados excelentes. De ese seminario San Pelagio han salido sacerdotes muy valiosos a los que se unen unos laicos muy comprometidos, conscientes de lo que significa ser cristiano.

En Córdoba trabajamos magníficamente en el ámbito de la familia, con unos delegados entregados, como eran Enrique y Concha; también el campo de la piedad popular y las Hermandades junto a Pedro Soldado o la renovación y profesionalización del equipo de comunicación con la puesta en marcha de la hoja diocesana… Y, siempre, el cuidado del seminario y de los sacerdotes, que me siguen escribiendo y llamando.

Recuerdo Córdoba con mucho cariño, quiero mucho a los cordobeses y sé que ellos me quieren. Fue una etapa preciosa. Mi idea era jubilarme y enterrarme en Córdoba. Las cosas fueron de otra manera y doy gracias a Dios por haber cumplido su voluntad.

P- Usted pensaba morirse en Córdoba, pero en 2008, Dios le cambió los planes y es nombrado Arzobispo coadjutor con derecho a sucesión.

-Efectivamente, en Sevilla he estado 12 años. Los inicios fueron un poco más difíciles; podríamos decir, vidriosos. Hubo quien se encargo de esparcir una especie de rumor intoxicado, falso, de que yo no quería a los andaluces, que no entendía el mundo de las Hermandades y que no venía a gusto a Sevilla. Eso no es cierto. Yo quiero mucho a los andaluces, venía de Córdoba y conocía bien el mundo de las Hermandades. Todo aquello costó cierto trabajo desmontarlo. Sufrí, no lo niego. Los dos primeros años fueron de mucho sufrimiento.

Los inicios en Sevilla no fueron fáciles. Hubo quien esparció el rumor falso de que no venía a gusto a esta sede. Hoy creo que, en general, los sevillanos me quieren. Yo los quiero a ellos.

Mons. Juan José Asenjo.Administrador Apostólico de Sevilla.

Con el tiempo la gente ha visto que no era una persona esquiva y que aquellos rumores eran inciertos. En Sevilla me he gastado por la diócesis: he ido a cien mil sitios, he predicado, he visitado las comunidades religiosas…

Hoy yo creo que, en general, los sevillanos me quieren, como yo los quiero a ellos, y se alegran de que me quede a vivir aquí cuando venga el nuevo arzobispo.

«Sevilla se merecía una Facultad de Teología»

P- Siempre que le preguntan sobre la labor realizada en la sede de San Leandro, usted señala el Seminario, la familia y, en los últimos meses, la Facultad de Teología San Isidoro

-En Sevilla se ha hecho buena tarea: tenemos un seminario con una formación sólida, gracias a buenos formadores y profesores y una facultad de Teología San Isidoro que hemos conseguido en un periodo corto. Sevilla se lo merecía. Cumplía todas las condiciones, teníamos un edificio estupendo, moderno, una biblioteca cercana a los cien mil ejemplares, con un fondo antiguo importante, tenemos profesorado y suficiencia económica.

Antes de erigir la facultad de Teología San Isidoro no había ninguna facultad eclesiástica en la zona de Andalucía occidental y Extremadura. Estoy muy agradecido a la Santa Sede por esta facultad, que está siendo un instrumento valiosísimo, junto al Instituto Superior de Ciencias Religiosas para la formación de laicos, sacerdotes, consagrados…

Con los sacerdotes también se ha hecho una gran labor. Quiero mucho a los sacerdotes, y ellos han visto que se les aprecia, aunque haya tenido que corregir algunas veces.

También estoy muy contento con el trabajo que realiza la delegación de Familia, a través de la que se está habiendo mucha labor, por ejemplo, en los Centros de Orientación Familiar. Otro tema clave es el campo de la caridad, con una importante implicación de Cáritas en temas como el empleo o la atención a los necesitados. Una de las delegaciones que ha tomado especial impulso estos años es la delegación diocesana de Migraciones que esta funcionando muy bien, ayudando a muchas personas a regularizar su situación y es una vía evangelizadora importante.

Estoy feliz en Sevilla, me quedo en Sevilla a vivir después de mi relevo aunque el verano, por el calor, lo pasaré en Siguenza.

La verdad es que he tenido tres diócesis magníficas: Toledo, aunque mi servicio fue muy raquítico, era una diócesis fuerte, de profundas raíces cristianas. La “diócesis de don Marcelo”, un gran obispo. Córdoba, en la que recibí la maravillosa herencia de don José Antonio y don Javier Martínez. Y, por último, una gran diócesis como Sevilla.

Son diócesis en las que se disfruta. Las tres son diócesis de profundas raíces cristianas donde existe un humus cristiano que ampara la piedad popular, el mundo de las Hermandades y Cofradías es un don de Dios. Las hermandades son como una gran carpa que impide que se reseque ese humus cristiano. Aquí la secularización es menos intensa. El mundo de las Hermandades es un dique de contención de la secularización.

Las Hermandades son un dique de contención del secularismo. Despreciarlas es un completo error.

Mons. Juan José Asenjo Pelegrina.Administrador Apostólico de Sevilla

La importancia de las Hermandades y Cofradías

P- Ha mencionado usted el mundo de las Hermandades y cofradías que, en toda España, especialmente en zonas como Andalucía, pero también otras, tiene una fuerza muy grande, ¿cómo ve usted esta manifestación de fe?   

-En el inmediato postconcilio cierta parte del clero miró con recelo, e incluso con desprecio, a las Hermandades, como si fueran un ‘subproducto religioso’, de ínfima calidad, al que no merecía la pena dedicarse. Creo que ésta es una posición completamente errónea. Las Hermandades tienen un potencial enorme

Un obispo sensato, prudente, no puede ponerse ni enfrente, ni de espaldas al mundo de las Hermandades. Debe quererlas, acompañarlas, que ellas se den cuenta que el obispo las quiere. Querer y entender las hermandades es lo que confiere autoridad para corregir las cosas que haya que corregir.

En mi labor episcopal, cada Semana Santa las he visitado a todas. Este mismo año, sin salida procesionales y con las limitaciones físicas que tengo, las he visitado también. Cada día he visitado las Hermandades que hubieran realizado su estación de penitencia. En cada una de ellas les pude dirigir una homilía, rezamos una Salve y les di la Bendición. Han sido como unas ocho o nueve al día y, el Viernes Santo, doce. Me fui a despedir de ellas y las Hermandades lo han apreciado mucho. Lo agradezco.

Estoy convencido que despreciar el mundo cofrade es una postura demasiado soberbia y poco inteligente. Sólo en Sevilla, medio millón de fieles se encuentran relacionados con el mundo de las Hermandades. A mi sucesor le diré, siempre, que quiera a las Hermandades, que las aprecie, las conozca y que les dedique tiempo.

A mi sucesor le diré, siempre, que quiera a las Hermandades, que las aprecie, las conozca y que les dedique tiempo.

Mons. Juan José Asenjo Pelegrina. Administrador Apostólico de Sevilla

P- Ya que hablamos de Hermandades y considerando el potencial que usted mismo ha señalado, ¿no sería lógico plantear una Comisión Episcopal propia de las Hermandades y Cofradías?

Las Hermandades y Cofradías se encuentran, en la actualidad, bajo el paraguas de Apostolado seglar. En los casi treinta años que llevo en la Conferencia Episcopal Española se ha planteado la posibilidad de una comisión propia, al menos, en un par de ocasiones. No ha habido consenso, quizás porque las Hermandades están entre Liturgia y religiosidad popular y Apostolado seglar.

Necesito de la oración como necesito respirar o comer

P- En palabras del papa Francisco, “la cercanía a Dios es la fuente del ministerio del obispo”. Hablar de la oración personal es siempre un tema delicado, es asomarse al brocal del insondable pozo del alma, en este sentido, ¿cómo reza Mons. Asenjo?

-Al perder la visión del ojo derecho, el junio pasado, no podía rezar el Breviario. Durante meses he estado rezando las cuatro partes del Santo Rosario en compensación por no poder rezar el Breviario.  Hace cosa de un mes, Radio María me ha brindado los audios y he descubierto un nuevo mundo con los audiolibros.

Con los audios de los Salmos estoy descubriendo la riqueza, espiritual y también literaria, de estas oraciones.

Mons. Juan José Asenjo.Administrador Apostólico de Sevilla

San Pablo decía que la fe entra por el oído, ‘fides ex auditu’, en mi caso, la plegaria es también ‘ex auditu’. La verdad es que estoy gozando de los Salmos, de los escritos de los Santos Padres, de la Biblia, gracias a estos audios estoy descubriendo también la riqueza literaria de textos como los Salmos, que son una de las obras más importantes de la historia, no sólo en el ámbito espiritual, sino también estético.

Por supuesto, hago mis ratos de oración personal, por la mañana y a final de la tarde, largamente. Celebro la Eucaristía sin prisa. Cuando celebro sólo la Santa Misa lo hago con mucha parsimonia, gustando los textos: la preparación a la comunión, la acción de gracias…

Para mí, la Eucaristía y la oración son los momentos más importantes del día. Son las bases sobrenaturales sobre las que se construye la jornada. Si no hago oración me falta algo. Necesito de la oración, de la paz de la oración, del diálogo con el Señor como necesito respirar o necesito comer. «Somos lo que rezamos«, decía San Juan Pablo II a los sacerdotes en Don y misterio y así es. Lo que nos ahorma, lo que nos constituye como cristianos es la oración.

Hago una oración llena de nombres. Un pastor tiene que llevar a la oración los dolores, las penas y las alegrías de sus fieles.

Mons. Juan José Asenjo.Administrador Apostólico de Sevilla

En verano, muchas veces, me gusta salir a rezar al campo. Admiro las maravillas de la naturaleza, como recogen los salmos, me gusta contemplar “las maravillas de sus manos”.

En estos momentos, sobre todo, mi oración es de acción de gracias­: por todo lo que ha hecho por mí, desde niño, dándome una familia cristiana. Por el ejemplo de mis padres, buenos cristianos que eran generosos con los demás. También le agradezco haber nacido en una ciudad tan hermosa como Sigüenza. Estoy convencido que mi feeling con el arte, con el patrimonio, tiene mucho que ver con la ciudad en la que he nacido en la que, casi sin darse cuenta, se entra en comunión con la belleza, se materializa la Via Pulchritudinis y, a través de ella, se llega a la belleza de Dios.

Mi oración es muy sencilla. Hago una oración llena de nombres. Un pastor tiene que llevar a la oración los dolores, las penas y las alegrías de sus fieles: el sufrimiento de los parados, la desconexión de los jóvenes…, yo tengo la oración llena de nombres en un diálogo cálido con el Señor.

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