Vaticano

Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones

El Papa Francisco ha firmado el Mensaje para la Jornada Mundial de las Misiones, recordando la responsabilidad que tenemos todos de evangelizar en estos momentos más difíciles de nuestra historia.

David Fernández Alonso·31 de enero de 2021·Tiempo de lectura: 4 minutos
jornada mundial de las misiones

Cuando experimentamos la fuerza del amor de Dios, cuando reconocemos su presencia de Padre en nuestra vida personal y comunitaria, no podemos dejar de anunciar y compartir lo que hemos visto y oído”. Con estas palabras comienza el mensaje del Santo Padre para la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el penúltimo domingo de octubre y que firmó el pasado 6 de enero, Solemnidad de la Epifanía del Señor, en San Juan de Letrán.

Francisco recuerda que “la relación de Jesús con sus discípulos, su humanidad que se nos revela en el misterio de la encarnación, en su Evangelio y en su Pascua nos hacen ver hasta qué punto Dios ama nuestra humanidad y hace suyos nuestros gozos y sufrimientos, nuestros deseos y nuestras angustias”. Y añade:

“Todo en Cristo nos recuerda que el mundo en el que vivimos y su necesidad de redención no le es ajena y nos convoca también a sentirnos parte activa de esta misión: ‘Salgan a las encrucijadas de los caminos e inviten a todos los que encuentren’. Nadie es ajeno, nadie puede sentirse extraño o lejano a este amor de compasión”

Una búsqueda apasionada del Señor

Francisco recuerda que “la historia de la evangelización comienza con una búsqueda apasionada del Señor que llama y quiere entablar con cada persona, allí donde se encuentra, un diálogo de amistad”, y que “el amor siempre está en movimiento y nos pone en movimiento para compartir el anuncio más hermoso y esperanzador”.

Hemos sido creados para la plenitud

El Santo Padre escribe que “con Jesús hemos visto, oído y palpado que las cosas pueden ser diferentes”. Y añade que “Él inauguró, ya para hoy, los tiempos por venir recordándonos una característica esencial de nuestro ser humanos, tantas veces olvidada: ‘Hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor’. Tiempos nuevos que suscitan una fe capaz de impulsar iniciativas y forjar comunidades a partir de hombres y mujeres que aprenden a hacerse cargo de la fragilidad propia y la de los demás, promoviendo la fraternidad y la amistad social”.

“La comunidad eclesial muestra su belleza cada vez que recuerda con gratitud que el Señor nos amó primero. Esa ‘predilección amorosa del Señor nos sorprende, y el asombro – por su propia naturaleza – no podemos poseerlo por nosotros mismos ni imponerlo. Sólo así puede florecer el milagro de la gratuidad, el don gratuito de sí”

Después de aludir a los tiempos difíciles que atravesaron los primeros cristianos cuando comenzaron su vida de fe en un ambiente hostil y complicado, el Santo Padre recuerda que “los límites e impedimentos se volvieron también un lugar privilegiado para ungir todo y a todos con el Espíritu del Señor”.

“Nada ni nadie podía quedar ajeno a ese anuncio liberador”

El Papa se refiere a los Hechos de los Apóstoles y escribe que “nos enseña a vivir las pruebas abrazándonos a Cristo, para madurar la convicción de que Dios puede actuar en cualquier circunstancia, también en medio de aparentes fracasos”.

Un momento difícil de nuestra historia

Así también nosotros – prosigue el Papa en su mensaje – tampoco es fácil el momento actual de nuestra historia. La situación de la pandemia evidenció y amplificó el dolor, la soledad, la pobreza y las injusticias que ya tantos padecían y puso al descubierto nuestras falsas seguridades y las fragmentaciones y polarizaciones que silenciosamente nos laceran«.

“Los más frágiles y vulnerables experimentaron aún más su vulnerabilidad y fragilidad. Hemos experimentado el desánimo, el desencanto, el cansancio, y hasta la amargura conformista y desesperanzadora pudo apoderarse de nuestras miradas”

Y ante la pregunta de: “¿Para qué me voy a privarme de mis seguridades, comodidades y placeres si no voy a ver ningún resultado importante?”, la respuesta – escribe Francisco – permanece siendo la misma:

“Jesucristo ha triunfado sobre el pecado y la muerte y está lleno de poder. Jesucristo verdaderamente vive y nos quiere también vivos, fraternos y capaces de hospedar y compartir esta esperanza. En el contexto actual urgen misioneros de esperanza que, ungidos por el Señor, sean capaces de recordar proféticamente que nadie se salva por sí solo”

Implicarnos en la transformación del mundo

También escribe que “los cristianos no podemos reservarnos al Señor para nosotros mismos: la misión evangelizadora de la Iglesia expresa su implicación total y pública en la transformación del mundo y en la custodia de la creación”.

Agradecimiento e invitación

El Papa, recordando el lema de la Jornada Mundial de las Misiones de este año, “No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”, afirma que “es una invitación a cada uno de nosotros a ‘hacernos cargo’ y dar a conocer aquello que tenemos en el corazón«. Y afirma que “en la Jornada Mundial de las Misiones, que se celebra cada año el penúltimo domingo de octubre, recordamos agradecidamente a todas esas personas que, con su testimonio de vida, nos ayudan a renovar nuestro compromiso bautismal de ser apóstoles generosos y alegres del Evangelio”.

“Recordamos especialmente a quienes fueron capaces de ponerse en camino, dejar su tierra y sus hogares para que el Evangelio pueda alcanzar sin demoras y sin miedos esos rincones de pueblos y ciudades donde tantas vidas se encuentran sedientas de bendición”

Vivir la misión es aventurarse a desarrollar los mismos sentimientos de Cristo Jesús y creer con Él que quien está a mi lado es también mi hermano y mi hermana”. “Que su amor de compasión – escribe el Papa al final de su mensaje – despierte también nuestro corazón y nos vuelva a todos discípulos misioneros”.

El Papa concluye el mensaje invocando a la Madre de Dios para que haga crecer en nosotros ese deseo:

“Que María, la primera discípula misionera, haga crecer en todos los bautizados el deseo de ser sal y luz en nuestras tierras”

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