Vaticano

Los efectos de la pandemia en los jóvenes y cómo superarlos

El Papa Francisco ha concedido una entrevista a la televisión italiana en la que abordó temas importantes, como la inmigración, las emergencias sociales o el futuro de la Iglesia, entre otros.

Giovanni Tridente·9 de febrero de 2022·Tiempo de lectura: 4 minutos
pandemia jóvenes

Foto: Victor He / Unsplash

El pasado domingo, en horario de máxima audiencia, en el canal 3 de la RAI, en Italia, se emitió una larga entrevista con el Papa Francisco durante el programa Che tempo che fa conducido por el periodista Fabio Fazio. La entrevista duró cerca de una hora, y en ella se abordaron muchos temas cercanos al corazón de la Iglesia y de la sociedad en general, desde el sufrimiento de tantas personas hasta la indiferencia que afecta al mundo de la inmigración, desde los vientos de guerra que han vuelto a Europa hasta las emergencias medioambientales, pasando por la relación entre padres e hijos, el sentido del mal, la oración y el futuro de la Iglesia.

A la pregunta del periodista sobre la agresividad social, el Papa Francisco volvió a referirse a un «problema» que ya había abordado en otras ocasiones, el de los «suicidios juveniles», que van en aumento y que se han intensificado en los dos últimos años también a causa de la pandemia del Covid-19. Y es cierto que es una lacra social de la que siempre se habla poco. De hecho, fue el propio Pontífice quien lo denunció ya en 2015, cuando en un Taller sobre la esclavitud moderna celebrado en el Vaticano señaló por primera vez cómo entre las consecuencias de la falta de trabajo está el suicidio de los jóvenes, cuyas estadísticas «no se publican en su totalidad».

Un momento de la entrevista al Papa Francisco en el programa italiano dirigido por Fabio Fazio, el 6 de febrero de 2022. (CNS photo/RAI)

¿Qué ha pasado en cambio con la pandemia en términos de salud mental y emocionalidad en los adolescentes y jóvenes? Un estudio realizado por Wenceslao Vial, sacerdote y médico chileno que enseña en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz de Roma, y editor del portal interdisciplinar Madurez psicológica & espiritual, se fijó en el intento de suicidio de un joven para controlar cómo el Covid ha cambiado realmente la vida y ha afectado al mundo emocional de muchas personas.

Aumento de la emocionalidad negativa

Del análisis de diversas publicaciones científicas que han abordado el tema de la emergencia sanitaria en los últimos dos años, se desprende que ciertamente ha aumentado la «emocionalidad negativa: tristeza, miedo, preocupación, irritabilidad», junto con la ansiedad y la depresión, los trastornos alimentarios, el consumo de pornografía y los «síntomas somáticos» en los niños más pequeños.

Una encuesta realizada entre directores de escuelas de distintas partes del mundo -también citada por Vial en su estudio- concluyó que «el primer periodo de encierro o bloqueo se sobrelleva mejor que el segundo, quizá por la novedad». La vuelta a la escuela se valoró como un alivio, pero seguían existiendo «más problemas relacionales, como la dificultad para integrarse en el grupo».

Recaídas

Evidentemente, mucho dependía también de cómo se gestionara la pandemia en los distintos países. El director de una escuela de Estonia, por ejemplo, escribió que no había notado un aumento de los casos de depresión o ansiedad, en parte porque la prensa era «generalmente menos emocional que en otras culturas». Sin embargo, hubo «una recaída de los síntomas depresivos o ansiosos en aquellos» que estaban siendo tratados antes de la pandemia y empezaban a sentirse mejor.

La respuesta de una escuela de Chile, país que atraviesa una gran crisis social, fue diferente: «el aumento de las reacciones emocionales anormales entre los alumnos de 13 a 18 años fue muy evidente. Tuvimos 5 niñas en 2021 hospitalizadas por depresión y trastornos alimentarios».

La familia se consideraba un factor importante. El aislamiento del primer período parece haber tenido el efecto positivo en los jóvenes de darles la oportunidad de compartir, comer y jugar con sus hermanos y padres, así como de disminuir el consumo de alcohol y drogas, que inevitablemente aumentó tras el fin de las medidas de confinamiento. Por otro lado, también se observó un aumento de los divorcios, lo que generó más tristeza, ansiedad, inseguridad y reacciones hostiles entre los jóvenes.

Tres crisis anteriores

Sin embargo, la conclusión a la que llega el médico y sacerdote chileno es que el impacto de la pandemia en la afectividad de los jóvenes fue significativamente mayor que los factores clásicos que causan sufrimiento emocional en los adolescentes (drogadicción, debilidad de la identidad, pornografía) porque se sumó a tres crisis anteriores que estaban latentes. La crisis de «emocionalidad», es decir, la confusión y el desconocimiento de la propia afectividad, «que equivale a vivir con un extraño en la propia casa»; la crisis de «coherencia», tanto individual como social, en relación con los grandes problemas pero también con la propia pandemia; la crisis de «sentido», que oscurece aún más el sufrimiento y la enfermedad.

La salida

¿Cómo salir de ella? Vial propone otras tantas estrategias para contrarrestar las tres crisis: enseñar a las personas a conocer sus emociones; fomentar la toma de decisiones y el cambio, por ejemplo explorando el valor del tiempo e invitando a desconectar de los estímulos externos para prestar más atención a lo importante; buscar el sentido de la vida para ser verdaderamente feliz, redescubrir el valor, buscar un propósito, dar cabida a las experiencias trascendentes y aprender a conocer la propia historia personal.

Son cuatro pilares», sugiere Wenceslao Vial, «que ayudan a construir una personalidad más segura»: «muchos jóvenes que no tienen una vida fácil y han sufrido grandes heridas pueden adquirir la fuerza para levantarse de nuevo, si se les da seguridad».

Evidentemente, esto requiere una acción conjunta de las familias, los educadores, los ministros religiosos, los políticos y todos los organismos que se ocupan de los jóvenes, mediante un enfoque verdaderamente global que incluya actividades deportivas, espacios de socialización en directo o en línea, gestión del tiempo y relaciones sociales y familiares. Sólo así será posible devolver a los jóvenes, a todos los jóvenes, la seguridad que se deriva de su valor como persona. Para ser mejores personas.

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