Cultura

La corona de espinas

La corona de espinas, reliquia de Nuestro Señor Jesucristo, consiste en una circunferencia de ramas o juncos entrelazados y se conserva en la catedral de Notre Dame, París, en un tubo de cristal, sin las espinas que la acompañaban.

Alejandro Vázquez-Dodero·20 de marzo de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
corona de espinas Notre Dame

Nos llega por la Sagrada Escritura que unos soldados romanos colocaron a Jesús en su cabeza una corona de espinas durante su pasión. En concreto, en los Evangelios canónicos de Mateo (27, 29), Marcos (15, 17) y Juan (19, 2). 

¿Qué es la corona de espinas? Relato evangélico y piedad popular 

El Mesías, sentenciado a muerte, entregado a los soldados, fue flagelado y luego coronado de espinas. En esos pasajes es burlado por sus ejecutores con frases insultantes referidas a su reinado: “Salve, rey de los judíos”, le gritarán. Y claro, un rey merece una corona, pero en el caso de ese que decía ser rey de los judíos, condenado a morir, los soldados le humillaron e hirieron confeccionando una corona con espinas e hincándosela en la cabeza.

Como práctica de piedad, en el rezo del santo Rosario hay un misterio, el tercero de los de dolor, dedicado a este pasaje. Además, en la piadosa costumbre del rezo del Via Crucis se encuentra también esta escena como sexta estación.

¿En qué consiste exactamente la corona de espinas de Notre Dame? ¿Dónde se conserva? ¿Y sus espinas?

La reliquia consiste en una circunferencia de ramas o juncos entrelazados, de 21 cm de diámetro. Se conserva en la catedral de Notre Dame, París, en un tubo de cristal, sin las espinas que la acompañaban, pues éstas fueron repartiéndose a lo largo de los siglos como reliquias parciales de la corona. 

Ya desde el siglo V existen referencias a la corona en Jerusalén, ubicándola un siglo más tarde en la basílica de Sión, y siendo trasladada en el siglo VII a Constantinopla en plena invasión persa.

Con motivo de la crisis económica del siglo X parece que la corona pasó a manos de prestamistas venecianos, hasta que volvió a la monarquía francesa. De la Sainte Chapelle, donde fue depositada en el siglo XIII, pasó a la Biblioteca Nacional de Francia durante la Revolución Francesa, y ya en el siglo XIX pasó a ser propiedad de la Iglesia y fue finalmente depositada en la catedral de Notre Dame, donde por cierto en 2019 se salvó de un incendio que devastó gran parte de la catedral parisina.

Según diversos estudios las espinas podrían proceder de distintas plantas, entre la que destacaríamos el azofaifo, la pimpinela espinosa o el espino negro.

Al hallarse fragmentadas las espinas insertadas a la corona, cada una de ellas se considera como una reliquia de categoría inferior, ya que las de primera categoría –por decirlo de algún modo– serían las de Jesús que se conservan enteras –analizadas en anteriores fascículos– o los trozos del cuerpo de los santos.

Las espinas se hallan dispersas por todo el mundo, como decíamos, y la suma de todas ellas llegaría a las 700, de las cuales 140 se hallan en Italia. En Roma unas 20 reciben veneración pública, incluyendo la de la basílica de san Pedro y la de san Juan de Letrán.

Resulta difícil datar la procedencia de la mayoría de las espinas, por ejemplo, las que se encuentran en el monasterio de El Escorial o en la catedral de Barcelona, en España. No así la que se venera en el monasterio de santa María de la Santa Espina, en Valladolid, al constar documentado que fue un regalo que recibió la infanta-reina Sancha Raimúndez del rey de Francia a inicios del siglo XII, según consta archivado en el monasterio cisterciense que dicho rey fundó a fin de asegurar su veneración.

Hasta aquí la serie de breves artículos periódicos que hemos ido publicando sobre algunos aspectos relevantes de ciertas reliquias de Nuestro Señor. ¿Su propósito? Conocer algo mejor a Jesucristo, su vida y persona. Y, sobre todo –por ser ello lo que podemos hacer aquí en esta vida– tratarle con mayor devoción, a través de esas santas reliquias que la tradición y piedad popular nos han procurado y por lo que no podemos estar más que agradecidos y procurar su veneración y mejor conservación.

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