Cultura

Yuval Noah Harari y el futuro de la religión en el siglo XXI

El hombre necesita una salvación que, pese a la crítica de Yuval Noah Harari, no puede darse a sí mismo.

Joaquim González Llanos·3 de marzo de 2020·Tiempo de lectura: 5 minutos

Yuval Noah Harari nació en Haifa (Israel) en 1976. Se doctoró en la Universidad de Oxford en historia, y actualmente es catedrático en la Universidad Hebrea de Jerusalén. En el 2014 publicó Sapiens. De animales a dioses, del que se han vendido 10 millones de ejemplares. En 2016 publicó Homo Deus. Breve historia del mañana, que lleva ya 5 millones de ejemplares, y en el 2018 publicó 21 lecciones para el siglo XXI, Debate, Barcelona 2018, 399 pp. que completa la trilogía. Sapiens trata del pasado, Homo Deus del futuro y 21 lecciones del presente.

En este último libro se pregunta Harari: ¿qué está pasando? ¿Cómo puedo entender el mundo actual? Y en la respuesta incluye la religión, con un tratamiento que ocupa casi la mitad del libro. Es mi propósito en este artículo analizar la propuesta de este conocido historiador en el campo de la religión y hacer un breve comentario.

Antes, irán bien dos palabras para situar el contexto del libro. En la primera parte, a la pregunta ¿qué está pasando? añade unas consideraciones sobre el poder de remodelar y rediseñar la vida a través de la inteligencia artificial y la biotecnología. Los algoritmos, dice, decidirán por nosotros. Habrá que pensar en los puestos de trabajo del futuro. ¿Habrá para todos? También añade una crítica Harari a las democracias liberales de occidente. ¿Son apropiadas para los países en desarrollo? ¿No han mostrado su fracaso con la crisis financiera global del 2008? ¿Qué hacer con la inmigración? El autor va contestando y proponiendo puntos de vista para encarar los próximos años.

Otro punto, que en mi opinión contextualiza el libro es el contenido en el último capítulo titulado Meditación. En él explica Harari cómo en el año 2000 comenzó la práctica de la meditación Vipassana y cómo eso le cambió la vida, de manera que cada día, desde entonces, dedica 2 horas a esta meditación y hace un retiro de dos meses todos los años. Eso, según él, le proporcionó la concentración y la claridad para escribir sus libros. Y parece que esta meditación, con la observación de sus sensaciones corporales le brindaba un conocimiento mayor sobre sí mismo y los humanos superior a los relatos, cuentos o mitologías que había escuchado hasta el momento.

¿Qué origen tiene la religión, según Harari? La respuesta es que el hombre primitivo, el Sapiens, diviniza lo que desconoce: la luna, el sol, el fuego, la fecundidad de las cosechas. A medida que la ciencia avanza, lo desconocido es menor y va habiendo menos motivos para las creencias en poderes ocultos.

Según él las grandes religiones se basan en relatos: el cristianismo, el islamismo, el budismo, el hinduismo. Son narraciones ficticias, algunas ingenuas, que se han inventado los hombres. Han erigido instituciones globales que le dan su identidad y crean sus liturgias que los mantienen con vida. El hombre necesita relatos y, sin más, se los inventa, y lo sorprendente es que funcionan: le dan sentido y consuelo en sus vidas.

Harari dice que no es necesario ser una persona religiosa para comportarse bien en la vida. Piensa que el código moral laico es superior al religioso pues constituye los cimientos de las instituciones científicas y democráticas modernas. Y tiene un compromiso mayor con algunos valores como la compasión y la verdad.

Con la compasión, la ética laica no se basa en los mandatos de este o aquel dios, sino en una profunda comprensión del sufrimiento. Algo es malo, como el homicidio, porque inflige un gran sufrimiento a seres humanos. No hay que evitar matar sólo porque “Dios lo dice”.

El otro compromiso de la ética laica es con la verdad. La verdad tendría que estar por encima de todo. Y en caso de conflicto entre verdad religiosa con verdad científica, tendría que primar esta última. Por eso, la base de la ciencia moderna es la verdad científica que desintegra el átomo, descifra el genoma, observa las lejanas galaxias, y no los relatos de las religiones que, según Harari, no se sostienen en evidencias científicas.

¿Y qué pasa con las ideologías ateas que han desmembrado el siglo XX y han sido evidentemente catastróficas, como el nazismo o el comunismo? La respuesta es que no es fácil vivir a la altura del ideal laico y se han perdido por el camino. Dice que también a las religiones les ha sucedido otro tanto: que una cosa es el ideal y otra la realización práctica. En el caso de Stalin, por ejemplo, considera que es el pseudo-fundador de una nueva religión de Estado, con sus propios dogmas: el estalinismo.

En cuanto al sentido de la vida Harari cae en un cierto nihilismo. Se apunta al ideal budista de que la vida no tiene sentido, de que no hay que buscar un relato que la justifique. La solución viene por el lado budista de poner la mente en blanco. No pensar. No hacer cosas. No hacer nada y dejar que las cosas fluyan.

¿De dónde le viene el ateísmo a Harari? ¿Cuáles son sus raíces? Quizá de Feuerbach y su crítica de la religión, el cual considera, como Strauss, míticos los relatos de los evangelios, y habla de la religión como una creación humana. Es un ateísmo antropológico que pone al hombre en el centro del pensamiento.

Hay que decir que Harari acierta al colocar el compromiso con la verdad como objetivo fundamental. El problema es: ¿cuál es la verdad sobre el hombre? ¿Qué es el hombre? Sorprende que en un libro con 21 lecciones sobre el siglo XXI no haya una sola palabra sobre la familia, cuando el hombre es un ser social por naturaleza y forma parte de la verdad del hombre la verdad de la familia. Y no sólo porque Dios lo dice, sino porque el hombre descubre en su ser y en su actuar esa noble realidad. Hay que amar la verdad, pero también hay que descubrirla en el entorno que me rodea. Y no sólo la verdad empírica, experimentable, sino también la verdad de mis acciones trascendentes que rebasan la materia, como el amor y la admiración por la belleza.

La propuesta de Harari no distingue entre las religiones: todas son iguales. Pero la realidad es que hay algunas más verdaderas que otras. Algunos relatos de las religiones son ficticios. Pero hay que preguntarse: ¿hay alguno real? ¿Por qué no? ¿Quién le impide a un Dios revelarse a los hombres? El cristianismo establece un relato que se llama historia de la salvación. Hechos y palabras. Vienen en la Biblia. Pero también hay fuentes extrabíblicas y métodos histórico-críticos que analizan la veracidad de esos relatos.

Efectivamente hace falta la fe. Se cree o no se cree. Y yo diría la humildad. El libro de Harari muestra un panorama grandioso que pone en manos del hombre las claves del futuro. En el fondo hay un poco de lo que viene en el libro del Génesis: “seréis como dioses, conocedores de la ciencia del bien y del mal” (Gen 3, 5). Con la inteligencia artificial, la biotecnología, los algoritmos rectores de la vida, el hombre se siente capaz de jugar a ser dios. Sin embargo, el hombre no es capaz de salvarse a sí mismo, por mucha verdad científica que crea poseer. Y es evidente que es necesaria la salvación puesto que el ser humano está moralmente decaído (por sus errores y pecados) y necesita restauración. Es más sencillo creer en un Dios salvador y creador que vela por nosotros y es el Señor de la historia.

El autorJoaquim González Llanos

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