Libros

Borges, un escritor en busca de sentido

Aunque el escritor argentino Jorge Luis Borges (1899-1986) es más conocido por su prosa: sus relatos, su corpus poético no es irrelevante. Publicó trece poemarios que contienen más de 400 poemas. Vamos a indagar sobre la presencia de Dios en la poesía de Borges.

Antonio Barnés·22 de septiembre de 2021·Tiempo de lectura: 6 minutos
jorge luis borges

Jorge Luis Borges

“Yo querría sobrevivir en el “Poema conjetural”, en el “Poema de los dones”, en “Everness”, en “El Golem” y en “Límites”, dijo el poeta argentino. Pues bien, en cuatro de esos poemas aparece Dios. En el “Poema conjetural” aparece un Dios omnisciente:

Al fin he descubierto
la recóndita clave de mis años,
la suerte de Francisco de Laprida,
la letra que faltaba, la perfecta
forma que supo Dios desde el principio.

En otro de estos cinco poemas, el “Poema de los dones”, leemos lo siguiente:

Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

[…]

Algo, que ciertamente no se nombra
con la palabra azar, rige estas cosas;

Dios donó a Borges con un gran amor a los libros, pero al mismo tiempo le concedió la ceguera, contradicción que el poeta califica de “magnífica ironía”; es curioso: escribe “nadie rebaje a lágrima o reproche”, esto es, nadie llore por esta situación mía ni nadie reproche a Dios esa ironía. Quizá en esto podemos ver cierta actitud estoica en el escritor.

En otro de estos cinco poemas elegidos: “Everness”, leemos:

Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en Su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.

Aquí aparece el destino, una idea muy presente en Borges: un destino que con frecuencia parte de Dios o de la divinidad.

En “El golem” leemos:  

Y, hecho de consonantes y vocales,
habrá un terrible Nombre, que la esencia 
cifre de Dios y que la Omnipotencia
guarde en letras y sílabas cabales.

Es un poema sobre la cábala en el que se alude al nombre de Dios, y a la gran preocupación de Borges sobre lo que son los nombres, las palabras.

Si tuviéramos que extraer un retrato robot del concepto o de la imagen de Dios en la poesía de Borges a partir solamente de estos cuatro poemas, podríamos decir que el Dios de Borges es más filosófico que religioso, más cognitivo que afectivo, más helénico que cristiano. Pero decir “más que” no significa “absolutamente”: significa que hay una dirección.

Dios más filosófico que religioso. Porque Borges desde su juventud lee mucha filosofía. Lee a Espinoza, a Schopenhauer, Leibniz, Berkeley y otros filósofos también precristianos. Y esto le va a dejar una impronta muy fuerte que aparecerá en el concepto que muestra de Dios, pero que no ahoga otras fuentes como puede ser la Biblia, el evangelio… como puede ser en definitiva la cultura cristiana en la que vive

Más cognitivo que afectivo. O sea Dios mucho más de memoria, de inteligencia, de intelecto, de razón. Pocas veces aparece el amor en el Dios borgiano. Ahora bien, esta hipótesis inicial sobre el Dios de Borges hay que contrastarla con otros textos.

En su primer poemario, Fervor de Buenos Aires, de 1923, hallamos un poema dedicado al dictador decimonónico argentino Rosas y leemos lo siguiente:

Ya Dios lo habrá olvidado 
y es menos una injuria que una piedad 
demorar su infinita disolución
con limosnas de odio.

La situación tras la muerte es de infinita disolución: metáfora tremenda de lo que desde cierto nihilismo se atisba el futuro del ser humano. Y esto ya está en 1923. Son muy tempranas las ideas que tiene Borges sobre Dios.

En Luna de enfrente (1925) leemos otro poema donde se dice:

y te veré por vez primera, 
quizá, como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo,
sin el amor, sin mí.

Es un poema netamente amoroso en el que aparece Dios, lo cual es muy frecuente en la literatura y en la poesía. Sin embargo, esa mirada de Dios “sin el amor” llena un poco de inquietud. Muestra un Dios muy filosófico, al estilo del pensador holandés Spinoza.

En otro poema de este poemario, “Mi vida entera”, leemos:

Creo que mis jornadas y mis noches se igualan en pobreza y en riqueza a las de Dios y a las de todos los hombres.

Esta igualdad de los hombres con Dios, desde un punto de vista cristiano, se explicaría por la encarnación del Verbo. Cristo asume todas nuestras cosas y todos nuestros dolores. Pero desde un punto de vista filosófico también podríamos pensar en un panteísmo espinoziano donde todo lo que aparece en definitiva no sonsino manifestaciones de Dios.

En otro poema de Luna de enfrente leemos:

Así voy devolviéndole a Dios unos centavos
del caudal infinito que me pone en las manos.

Sin embargo aquí encontramos un texto plenamente concorde con una visión de Dios benefactor, como un Dios Padre que concede sus dones de una manera sobreabundante. De modo que aunque predomine una visión filosófica en cierto modo fría, de unos filósofos de la modernidad que han roto puentes con Dios, el pensamiento de Borges no está aherrojado por esa filosofía y también surgen otras ideas.

Más adelante, en El hacedor, ya estamos en 1960, encontramos dos sonetos bajo el título “Ajedrez”:

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Que un dios con minúscula detrás de Dios con mayúscula la trama empiece es una gran ironía frente al concepto de un Dios creador de la nada. Una de las preocupaciones fundamentales de Borges es el tiempo, la eternidad. Es un autor muy filosófico, un escritor que se hace grandes preguntas. Y aquí está esa pregunta sobre el origen del tiempo, sobre el origen del mundo. “La trama empieza / de polvo y tiempo y sueño y agonías”: o sea, el mal o el dolor en el mundo no es como en la tradición judeo-cristiana producto de un pecado original, no habiendo estado en el designio inicial de Dios, sino que parece que hay un destino originario en el que el mal y el bien se van intercalando. Aquí quizá enlazamos con una visión de la divinidad griega donde hay un destino que incluso está por encima de Zeus.

En un poema dedicado a Alfonso Reyes leemos:

Sabe Dios los colores que la suerte
propone al hombre más allá del día;
yo ando por estas calles. Todavía
muy poco se me alcanza de la muerte.

Borges reconoce que no las tiene todas consigo, que no sabe exactamente lo que hay tras la muerte.

Estamos en 1960: ya es un poeta maduro.

Pido a mis dioses o a la suma del tiempo
que mis días merezcan el olvido,
que mi nombre sea Nadie como el de Ulises,
pero que algún verso perdure

En algunos poemas vemos cómo después de la muerte hay un olvido absoluto decretado por Dios; lo cual debe ser una gran contradicción para Borges: un poeta tan buscador de sentido. En este caso además, parece que se lo está pidiendo a Dios, pero no dice “Dios”, sino “a mis dioses o a la suma del tiempo”: a los dioses en los que no sé si creo ni sé si existen; o la suma del tiempo, que sería como una versión filosófica de la explicación sobre el mundo. “Pero que algún verso perdure”, es decir, no quiere morir del todo, como decía el poeta latino Horacio: non omnis moriar. El arte y la literatura son un modo de vencer al tiempo y a la muerte, de trascender.

En “Otro poema de los dones”, de este mismo poemario (El Otro, El Mismo) leemos:

Gracias […] por el amor, que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,

Lo que se plantea aquí sobre el amor está en relación con la divinidad, y es maravilloso. El amor no sería otra cosa que mirar con los ojos con los que mira a Dios. El amor sería un chispazo de la divinidad

En este poemario, El Otro, el Mismo, de 1964 nos topamos con un poema que glosa un versículo del evangelio de san Juan 1, 14. Borges es un hombre fascinado por los cuatro evangelios, que considera una obra al margen de toda medida. En este este poema leemos:

Dios quiere andar entre los hombres 
y nace de una madre

Evidentemente, Borges está glosando un versículo del evangelio, lo que no significa que suscriba lo que está diciendo, pero también es verdad que ha elegido ese texto para comentarlo y podía haberlo obviado. Expresa de manera sencilla y hermosa el misterio de la encarnación que en definitiva es lo que aparece en ese versículo de san Juan, que escribió “el verbo se hizo carne”: quiere andar entre los hombres y nace de una madre.

En Elogio de la sombra (1969) hay un poema que se titula James Joyce:

desde aquel inconcebible
día inicial del tiempo, en que un terrible
Dios prefijó los días y agonías

[…]

Dame, Señor, coraje y alegría
para escalar la cumbre de este día.

Al escribir un poema sobre el Ulises de James Joyce, que es el relato de un solo día en la vida del protagonista, Borges trae la metáfora del día como la vida. Aparece un terrible Dios que nos puede recordar a Dios en algunos pasajes del Antiguo testamento o a un dios de mitología grecolatina. “Prefijo los días y agonías”. Una vez más está el destino con los días y las agonías, con los trabajos y los días, con los bienes y los males, y al final “Dame, Señor, coraje y alegría para escalar la cumbre de este día. Puede ser una noción netamente cristiana o un pensamiento estoico. También puede ser un remedo del mito de Sísifo, pero no deja de ser ambivalente, lo cual es algo muy propio de Borges.

(Continuará)

El autorAntonio Barnés

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