Cultura

Diana García Roy: “Busco una escultura que refleje el espíritu, que salga del corazón de forma sincera”

La escultora española Diana García Roy es autora de numerosas obras escultóricas de variada temática. Su obra religiosa, muy valorada en la actualidad, puede contemplarse en oratorios, capillas e iglesias de diversos países. 

Maria José Atienza·7 de febrero de 2022·Tiempo de lectura: 5 minutos
Diana García Roy

Madrid, Roma, Nueva York, Uruguay o Camerún son algunos de los lugares en los que se pueden encontrar obras de Diana García Roy. 

Esta joven española es conocida especialmente en su faceta de escultora, aunque también cultiva otras disciplinas como el dibujo o la pintura. 

Autora de obras como la Virgen de la Esperanza, una imagen mariana que se encuentra en una capilla situada en una colina sobre el río Uatumá, en pleno corazón de la selva amazónica, o el retablo de la parroquia de San Manuel González en San Sebastián de los Reyes en España y de diferentes obras de arte abstracto, Diana García Roy, licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense de Madrid, se dedica, desde hace más de dos décadas a la escultura. 

“Tenía una necesidad interior de materializar vivencias personales –de lugares, espacios arquitectónicos–, una pasión por contar la belleza que aprecio a mi alrededor”, destaca Diana García Roy. 

Paso a paso se fue abriendo paso en el campo artístico y, a día de hoy, son numerosas las exposiciones, individuales y colectivas en las que ha participado. 

A lo largo de este tiempo, Diana García Roy ha recibido becas para la creación artística de instituciones de gran prestigio como la Casa de Velázquez, la Fundación Marcelino Botín, la empresa Barta & Partners y del Ministerio de Asuntos Exteriores para la Academia de España en Roma. “Gracias a ellas, y a los proyectos que han tenido la confianza de encargarme”, señala, “he ido creciendo en mi proyecto personal”.

La estancia en el estudio de Venancio Blanco supuso un punto de inflexión en su manera se concebir la escultura y su proceso creativo: “Cambió mi forma de ver la escultura. Me introdujo por los verdaderos caminos de la creación. Tengo una gran admiración por su persona y por su obra”, apunta. 

La escultora describe su estilo creativo como una creación que nace del corazón del artista: “Trato de traducir en expresión estética, la idea que tengo en mi interior. Empleo un lenguaje de juego de planos, más bien arquitectónico, pero dejando la huella humana del proceso. Busco una escultura que refleje el espíritu, que salga del corazón de forma sincera. Que transmita al espectador aquello que a mi me ha dejado huella. Que sea transcendente, con fuerza y sensibilidad”. 

De entre las numerosas obras y encargos de esta escultora, “han sido muy importantes para mi los conmemorativos a víctimas del terrorismo y a Miguel Ángel Blanco, asesinado por la banda terrorista ETA”. 

“Ver el espíritu”. Su obra de arte sacro

“Poco a poco, han crecido en entidad los encargos de arte sacro, que he realizado para muchos países”, apunta Diana García Roy. En efecto, oratorios particulares en Nueva York, Roma o iglesias en Argentina y Puerto Rico acogen piezas de la obra religiosa de la joven escultora española.

¿Qué es el arte sacro para una artista que dedica parte de su obra a este encuentro entre Dios y el hombre a partir del arte? Ante esta cuestión, para García Roy se trata de “ver el espítitu”. La escultora sostiene que el arte figurativo no es sinónimo de buen arte sacro. “Es necesario un mínimo de figuración para poder elevarse a partir de ahí. Es cierto, pero no hay que quedarse demasiado en la estética, en la apariencia”, afirma. “Se trata de dar un paso más allá: ver el espíritu que hay dentro, encontrar su fuerza interior, su expresión trascendente, descubrir el origen sagrado de aquella figura y encontrar la forma de transmitirlo. Es un gran reto nada fácil”. 

Un punto en el que la escultora coincide con la idea del pintor, y también escultor, Antonio López, que a pesar de su hiperrealismo, defiende que el arte religioso tiene que centrarse en lo religioso y olvidar, en cierto modo, el “arte” (Cfr. Omnes nº 711). Para García Roy, “igual que la oración nos hace conectar con Dios, el arte sacro tiene que ir de la mano para el mismo fin. Debe transmitir una transcendencia, una espiritualidad que eleve el alma”.

De entre sus obras religiosas, la realización del retablo de la parroquia española de San Manuel González ha sido para esta escultora un verdadero reto. El retablo, de unos 12 metros de altura, se compone de siete paneles, de cuatro metros de alto cada uno, distribuidos en tres alturas.  

Destaca Diana Gargía Roy que “el retablo de la parroquia de San Manuel González ha sido un gran reto en el que he aprendido muchísimo”. Para una artista católica practicante,  formar parte de la construcción de la casa de Dios siempre es una responsabilidad. Para Diana, “lo que más me ha edificado personalmente, es haber tenido el honor de hacer una creación al servicio de Dios, un gran acompañamiento espacial alrededor del sagrario. Y haber visto que, con mi trabajo, puedo ayudar a la gente a rezar”. 

Un rostro que lleve a Dios

¿Cómo se “elige” el rostro de una talla de la Virgen o un Crucificado? Ante esta cuestión, García Roy no se detiene en lo “artístico” sino que, como apunta, “busco transmitir el fondo espiritual de mis experiencias por medios escultóricos. No pretendo definir el rostro de la Virgen o de Jesucristo. Sería muy pretencioso por mi parte y creo que no ayudaría. Buscando la belleza intento descontextualizar los rostros, idealizarlos de forma que sea una belleza atemporal, espiritual, evitando el retrato de una persona concreta. Que aquel rostro conmueva en lo más íntimo y nos lleve a Dios”

Con su obra de arte sacro, Diana García Roy lo tiene muy claro: “Mi gran reto es llegar al corazón del hombre y que aquella obra le invite a la conversión. Encontrar, desde la fe, una forma de expresar la belleza de Dios de forma que conmueva profundamente y transforme nuestro corazón”.

Hoshi. La estrella 

Uno de los proyectos actuales en los que se encuentra trabajando esta escultora recibe el nombre de Hoshi. Bajo ese concepto, Diana García Roy “da nombre al trabajo de muchos años: importantes proyectos y esculturas de arte sacro”.

A través de Hoshi “la intención actual es darles visibilidad y facilitar la compra de las reproducciones que realizo en pequeño formato, por las que está interesada mucha gente desde hace tiempo. La idea es ir creando obra nueva, ampliando la variedad y proporcionar el contacto para nuevos encargos. Son piezas apropiadas tanto para un hogar, jardín, como una iglesia…”, que estarán disponibles a través de su web la próxima primavera aunque ya se pueden encargar a través de redes sociales como Facebook o Instagram.

La elección del nombre no es casual. “Hoshi” significa “estrella” en japonés y Diana García Roy “quería poner esta empresa bajo la protección de la Virgen. Ella es Estrella de la mañana, Estrella de oriente. Y como siempre me ha atraído el arte japonés, elegí para el nombre este idioma”.

Cada pieza es única para Diana García Roy. Ya sea de su colección de arte abstracto o de las piezas de arte sacro que han ido saliendo de sus manos a lo largo de estos años. Hoy por hoy, no prefiere ninguna: “Cada una tiene una historia, unas circunstancias…por todas siento un gran cariño. Es verdad que hay algunas que me gustan más que otras, pero las que más me interesan son las que tengo en la mente, en el corazón, y estoy deseando plasmarlas en materia”. 

Al igual que no elige una obra suya, tampoco se queda con ninguna obra de arte ajena, sino que aprecia muchas, ésas que “con su belleza me atrapan, me llegan muy adentro elevando el espíritu”.

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